No. 151 Miércoles 12 de Noviembre de 2008

Leo la nota en El Norte: “Trasladan al AICM restos de aeronave. Pretenden reconstruir el avión Learjet 45 como parte de las investigaciones”.

El texto de la información combina algunos detalles del traslado de los restos de la aeronave -en dos tráileres resguardados por un convoy de 10 vehículos-, con otros datos de la limpieza en la zona del accidente y su rehabilitación.

Las referencias al acopio de las piezas y pedazos del jet trágico ocupan un total de 37 líneas. Los trabajos de la delegación en la zona, 77.

Destacan mucho las descripciones sobre cómo personal de la delegación Miguel Hidalgo retiró unos 15 puestos de comida que se encontraban en el lugar, especialmente la parte que describe a los trabajadores que con un pico y un marro golpearon un carro de hot-dogs que estaba sujeto al suelo con un bloque de concreto, y cómo otros once empleados tiraron un puesto de tacos y otro de hamburguesas.

Todo esto aderezado, por supuesto, con las naturales quejas en primera persona por parte de los afectados.

Evidentemente es un hecho lamentable que esta gente inocente haya resultado afectada en su esforzado modus vivendi.

Pero la verdad no estoy tan seguro de que desde un punto de vista estrictamente relacionado con la trascendencia de la noticia, los hot-dogs, las hamburguesas y los tacos compitan por espacio frente al colosal reto que enfrentan desde ahora los expertos internacionales que reconstruirán, no sólo el avión al máximo detalle que permitan los averiados restos disponibles, sino todas las circunstancias alrededor del accidente (mientras no se compruebe otra cosa) del Learjet que mató a 14 personas el martes 4 de la semana pasada.

Desde que la introducción a la nota usa la forma verbal “pretenden reconstruir” ya se percibe dolo, o ignorancia. Una de dos.

En este tipo de sucesos, la reconstrucción total de la nave siniestrada y del máximo de evidencia circunstancial, es el camino natural (muy arduo) que siguen las investigaciones como parte del protocolo de indagación.

En el caso de vuelo AA587 que citábamos ayer se recogieron piezas en un radio superior a una milla a la redonda. Se rescataron piezas del fondo del mar. Y así se armó un gigantesco rompecabezas físico que combinado con los demás elementos aportados por los registros grabados en las cajas negra y naranja llevaron finalmente al esclarecimiento de la combinación de factores causa del accidente.

Aquí se está comenzando a hacer lo mismo.

La encuesta de María de las Heras, publicada en Milenio puede ser interpretada en varias perspectivas, pero es evidente que refleja un altísimo grado de desconfianza que prevalece entre la opinión pública.

Casi el 70 por ciento de la gente supone que las autoridades mexicanas han actuado más o menos bien ante el suceso, pero en caso de que las investigaciones concluyan que se trató de un accidente, la encuesta revela que el 56 por ciento no lo creerá. Por si fuera poco, otro 36 por ciento “creería pero con reservas”. Peor aún, si la investigación determina que el  accidente fue provocado, el 48 por ciento afirma que tal hecho “sería ocultado”, y otro 41 por ciento más cree que le serían ocultados algunos detalles.

Esto es gravísimo. Desde ahora, casi el 90 por ciento de los encuestados condiciona la credibilidad de las autoridades, y una mayoría indica no estar dispuesto a creer que lo que sucedió fue un accidente generado por causas fortuitas, humanas y/o técnicas.

Mientras tanto, en un hangar del aeropuerto internacional de nuestra capital mexicana, los pacientes investigadores norteamericanos, ingleses y mexicanos, entre otros, empiezan a armar un gigantesco rompecabezas con piezas rotas, quemadas, torcidas, y que además, necesariamente estará incompleto. Con el impacto, la explosión y el fuego que alcanzó los 900 grados centígrados, hubo elementos que se desintegraron.

Sin embargo, esta laboriosa tarea forma parte indispensable de la investigación, y siempre revela información muy trascendente para aclarar la forma y el fondo de estos sucesos tan trágicos que a todos nos conmueven. Imaginen los lectores el tiempo requerido para acopiar, relacionar, juntar, registrar e integrar miles de partes de una aeronave casi totalmente desintegrada.

No obstante, debemos entender y aceptar que estos expertos son sabuesos muy entrenados en estas lides. Ellos están para hacer su chamba y no les interesa el otro rompecabezas, el que nosotros hemos construido con tantos años de mentiras y falsedades, al grado de que ya no nos creemos ni a nosotros mismos.

Yo confío en que ellos harán bien su trabajo. ¿Seremos nosotros capaces de hacer bien el nuestro? Quisiera no tener que decir “lo dudo” para marcar un primer paso positivo, pero…
 

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