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933 22 Noviembre 2011

LA VENTANA INVISIBLE
Taco nuestro de nana y nenepil
Jorge E. Villalobos

A doña Locha, pues gracias a su crédito en su puesto de tacos, mitigó el hambre de quien esto escribe por muchos meses.

M
onterrey.-
Llega diciembre con toda su cauda de excesos: desde las bebidas etílicas, consumismo frenético, fervores religiosos, accidentes viales, hasta el sensible aumento de casorios, arrepentimientos espirituales, buenos deseos para el prójimo y, por supuesto, el incremento de nuestra glotonería gracias a los mil y un manjares de nuestra cocina mexicana cuyo magnánimo ejemplar es el taco nuestro de todos los días.

Elemento fundamental (y fundacional) es nuestra tortilla de maíz que sobre su lunar superficie y recibida con aplausos, acepta las bondades de un sinnúmero de alimentos como los chicharrones, quesos, barbacoas, verduras y los infaltables frijolitos, por ejemplo… Lujo de potentados y paupérrimos, el taco acepta en su variopinta explanada lo mismo que gusanos de maguey, flores de calabaza y tripitas, que ojo, buche, nana y nenepil; cantarina palabra ésta, que nos remite al diccionario de mexicanismos para leer, con cierto azoro, que nenepil proviene del vocablo náhuatl “nenepilli”, que significa “lengua”, pero he de informarles, según taquero chilango consultado, que los tacos de nenepil no son de lengua, sino de útero de vaca (¡huaj!).

Remitiéndonos a la historia, en el libro Crónica Regia de Isaac de Terrazas, escribe que uno de los soldados de Cortés, al observar a las indias preparar “unos como panes de maíz, muy blandos y muy humeantes, delgados como hostias que hinchándose procedían a cubrir de la planta que ellos nombran nopallis y otras menudencias y enseguida nos ofrecían sonrientes”. Tomó el regalo y el soldado tratando de partirlo en dos se lo derramó por completo en sus vestiduras.

Habría de ser un soldado, pues, quien asociaría a la tortilla rellena y enrollada con una voz militar tan poco agraciada como taco… El diccionario nos ilustra que, se llama taco a “un pedazo de madera, metal u otra materia, corto y grueso que se encaja en algún hueco”.

Pero hay muchas acepciones, ya que menciona que el taco es un pequeño cilindro de papel, trapo o algo parecido que se colocaba entre la pólvora y el proyectil en las antiguas armas de fuego para que el tiro saliera con más fuerza.

Uno de aquellos soldados cortesianos (quién sabe si al que se le chorreó el guiso) dio “unos restos de tocino y de chorizo” y pidió a una india que se lo prepararan en sus sartenes de barro que ellas llaman “comales”. El aroma que de ahí brotó, ni duda cabe, les habrá hecho agua la boca. Puedo imaginármelo: pelo rubio hirsuto, los ojos azules y pequeños, la nariz aguileña, abundante vientre y muy baladrón, enrolla la tortilla y toma el “taco” con una mano, el dedo meñique en alto, arquea ligeramente el cuerpo hacia atrás y con los ojos cerrados da la primera mordida… Algo parecido a la felicidad inunda su boca.

Ese parado, que posiblemente dio origen al dicho que en la forma de agarrar el taco se conoce al que es tragón, lo veremos día a día por doquier: en las esquinas, en las fondas, en puestos y miles y miles de taquerías que hay en el país. Si reparamos un instante y nos fijamos, en México es impensable una ciudad sin taquerías, puesto que son una parte infaltable del paisaje urbano y de nuestra historia culinaria.

Hermano del burrito y de la flauta, primo del sope y de la chalupa, de la garnacha, del molote y del panucho, el taco se transmuta según su contenido y según su consistencia: frito o tostado, vaporizado o bañado en salsa como las entomatadas y las enchiladas.

Tal vez su más grande virtud es conciliar, pues en el se matrimonian los charales y la salsa verde, el huevo y la carne, la piña y el cerdo, el cilantro y la moronga, los hongos y el queso, los ejotes y la flor de calabaza, el hígado y la cebolla, el pipián y los camarones, el guacamole y las carnitas… es decir, la huerta y el mar, la milpa y la montaña, el río y la parcela.

Pero el taco es tan noble, tan noble, que si no tuviera nada de esto, bastaría un poco de sal para hacer de la tortilla un taco.

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