AL BORDE
Nuevas tradiciones regias
Jorge Castillo


Monterrey.- Las tradiciones son aquellas creencias, valores, conductas, prácticas y expresiones que otorgan significado a nuestras relaciones como integrantes de la sociedad en el tiempo presente, pero cuyo origen se remonta al pasado y la importancia de preservarlas nos la inculcan no sólo nuestra familia, sino también la Escuela, la Iglesia, el Estado y más recientemente hasta las Empresas y los medios masivos de comunicación.
   De ésta manera las tradiciones definen, delimitan y constituyen muchos de los elementos que le otorgan sentido y “validez” a nuestros comportamientos y relaciones sociales, haciendo que nuestros valores y creencias, heredadas e inculcadas, sean correspondientes con nuestras formas de pensar y de actuar, asumiendo así que son las maneras “correctas” (normativas) de entender la sociedad y de conducirnos dentro de ella en todos sus ámbitos, espacios, situaciones e instituciones.
   De hecho, la enorme amplitud de presencia e influencia de las tradiciones impide que nos percatemos de todo aquello que pensamos y hacemos por razón de las mismas, pues nos resultan invisibles a primera vista. Es por ello que un sinónimo de la palabra tradición puede ser la de «costumbre», todo aquello que hacemos por costumbre y que nos resulta como algo muy familiar, habitual, común, normal y hasta natural; o sea, como algo que “así es”, “así debe ser” y “así debe seguir siendo” porque “siempre ha sido así”.
   Debido a esto, quienes se especializan en el estudio de las tradiciones nos dicen que éstas también tienen que ver con todo eso más amplio que conocemos y entendemos como «Cultura», pues a través de ellas podemos conocer mejor sobre nuestra propia idiosincrasia, es decir, el marco más amplio desde el cual concebimos a la vida, al mundo que nos rodea, nuestro actuar en él y a nosotros mismos, o sea, la muy particular cultura que nos envuelve.
   Así, las tradiciones o costumbres no son cualidades que poseemos y practicamos de forma innata ni eterna, aunque estén impregnadas de una sensación de permanencia y de totalidad, sino que fueron históricamente creadas dentro de un grupo social o sociedad particular y que siguen siendo imperativas o consideradas como necesarias dentro de la vida social. No olvidemos que entre diferentes sociedades y aún entre los diversos grupos que integran a una misma sociedad particular, también existen diferentes tradiciones y costumbres que les distinguen.
   Entonces, las tradiciones y costumbres son aquellas formas en las que desde el presente nosotros interpretamos y caracterizamos el pasado que nos ha sido transmitido, pero que ponemos en práctica siempre pensando en el futuro, pues nos imponen, de forma inconsciente e irreflexiva, una suerte de inercia que nos impulsa a seguirlas conservando.
   Ahora, para que esta definición quede más clara, recurramos a las siguientes reflexiones a partir de una situación social muy particular: nuestra muy tradicional carnita asada regia de fin de semana entre familia y amigos.
   ¿Por qué hoy en día preferimos hacer carne asada en vez de nuestro “genuino”, y también asado, platillo regional: el cabrito? ¿Por qué es el hombre quien enciende el carbón y asa la carne, si lo normal es que la mujer prepare los alimentos? ¿Por qué el hombre se encarga de comprar la cerveza, enfriarla, ofrecerla y servirla entre los invitados, dando preferencia a otros hombres?
   Y ¿Por qué actualmente asociamos el consumo de carne asada y de cerveza mientras sintonizamos un emocionante partido de fútbol, como si fueran «la santísima trinidad» o «la sagrada familia» modernas a cuya adoración nos entregamos cada fin de semana; ritual doméstico y privado, hace poco de Guinness World Record, que se promueve mercadológicamente?
   Sólo tome en cuenta que muchos negocios y restaurantes ofrecen el cabrito como un producto o platillo gourmet, es decir, fino y caro; que la bebida de contenido alcohólico más común de ésta región hasta hace poco más de un siglo, era el pulque; y que uno de nuestros deportes (importados) más populares durante casi toda la segunda mitad del siglo XX, fue el béisbol (tal vez gracias a los “Pequeños Gigantes” campeones mundiales de Ligas Pequeñas de Williamsport en 1957).
   Será que hay tradiciones o costumbres que van cambiando con el paso de los años y por la influencia de grupos y actores sociales que poco a poco van promoviendo el cambio de ideas, prácticas y valores; como el caso de las empresas cerveceras que durante sus inicios hicieron campañas publicitarias de desprestigio para desincentivar el consumo popular de pulque, por sus supuestos componentes insalubres.
   Y de tradiciones y costumbres que no sólo se mantienen sino que también refuerzan ciertos atributos de roles y funciones sociales como si fueran inherentes o “naturales” al género masculino; como el proveedor de carne que recuerda a las figuras del primigenio cazador o las figuras más o menos antiguas pero también contemporáneas del pastor, ranchero y ganadero, y cuyo aporte e importancia también le otorga al hombre de nuestro moderno mundo regio el papel protagónico de ostentarse, al menos en ése momento, como el dueño del control remoto y del asador, así como generoso distribuidor de carne y de cervezas.
   Como dato curioso, algunas investigaciones arqueológicas plantean que hace milenios el descubrimiento y posterior perfeccionamiento de uso del fuego para la cocción de alimentos puede ser atribuido a las mujeres de algunos grupos humanos –no a todas las mujeres de la Humanidad–; fuego primigenio que en nuestra tradicional carnita asada regia ellas ni meten mano, a excepción de lo ya expuesto por la India Yuridia en su famoso chiste.
   Ésta reflexión corresponde con aquellos estudios históricos, antropológicos y sociológicos que ya han registrado y constatado el carácter variante, moldeable e histórico de todo eso que consideramos como las “inmutables” tradiciones y costumbres.
   Y también observamos que tales tradiciones o costumbres no sólo tienen que ver con actos ceremoniales o folclóricos de la vida religiosa y festiva de sociedades consideradas arcaicas, atrasadas y supersticiosas formadas por indígenas y campesinos, pues igualmente se reproducen en la vida cotidiana de las grandes ciudades –como los ensayos de la danza de matachines para que las nuevas generaciones preserven y organicen las peregrinaciones que festejen a vírgenes y santos–, sino que también, las tradiciones y costumbres están presentes en situaciones en apariencia tan triviales o banales como un normal, recurrente, familiar y tranquis fin de semana de carne asada, viendo un –clásico rebaño sagrado en el– partido de fútbol de la Liga MX.
   Finalmente vemos –en Pago Por Evento– el gran peso que las tradiciones y costumbres tienen en nuestras vidas; pues a través de ellas no sólo se conforman, reproducen y reconfiguran roles sociales y de género e identidades regionales y culturales, sino también como vías en las que se desarrollan, manifiestan y reelaboran gustos, prácticas, ideas, creencias y valores.
   Y no olvidemos que en lo propios procesos históricos de desarrollo y de expresión de las tradiciones, también están implicados innovaciones o adopciones tecnológicas y presiones de grupos sociales con sus respectivos intereses económicos, comerciales, políticos e ideológicos.
   Es por ello que los estudiosos de estos temas también plantean y conceptualizan que las mismas tradiciones pueden ser «inventadas» como parte de procesos simultáneos, selectivos y creativos de conservación del pasado, apropiación y combinación de prácticas e ideas nuevas, diferentes o ajenas, para su adecuación, reproducción y constante transformación –como la cerveza inventada hace milenios, al parecer, por mujeres egipcias, mucho antes de la aparición de los prestigiosos maestros cerveceros.
   Así, si seguimos creyendo que el hombre, el varón, el padre de familia ha sido, es y siempre será por carácter natural o derecho divino el tradicional rey patriarcal y parrillero de la casa –quien, según el tono de mi exposición, también podría asociar a aquel antiguo relato católico donde Abraham se dispuso a sacrificar a su hijo Isaac al punto (y término medio) de las brasas–, pues pongámoslo a debate.
   De entrada, yo ni un carbón sé prender pero bien que destapo las cervezas para que empecemos a conversar y debatir.