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Flores para la poeta
o
Margaritas para Minerva

Guillermo Jaramillo

Sumario: El 20 de noviembre de 2019, falleció la poeta Minerva Margarita Villarreal, símbolo del arte y la cultura universitarios. Su legado está vivo en sus versos, en sus obras, sus gestiones culturales y las generaciones de alumnos. Breve crónica de un funeral.
Cuando una poeta se va, su voz se queda para habitarnos. Este es el caso de Minerva Margarita Villarreal, artista, maestra, gestora cultural ligada intrínsecamente a la Universidad Autónoma de Nuevo León, quien partiera el 20 de noviembre hacia las esferas celestes de la existencia, un trance tan místico como aquellos versos de Las maneras del agua, poemario ganador del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2016.

     El cáncer es el tiempo que lo devora todo. Y entre la tragedia, la lucha. La palabra de Minerva Margarita Villarreal trasciende féretros, desiertos, montañas. El 21 de noviembre, sus restos fueron velados en las Capillas del Carmen, en pleno epicentro de Monterrey, Nuevo León, tierra en donde Villarreal dejó semillas que ahora recogemos en fruto: su legado.

La crónica
Alrededor de las 19:30 horas del 20 de noviembre recibo un mensaje al Whats App. Sin duda, somos presas de la tecnología, y es esta misma condición la que nos hace dudar sobre la verosimilitud de los hechos. Uno no quiere creer que de pronto la gente se va, así, un día los entrevistas sobre sus proyectos de vida y al otro día te enteras que ya han partido de este mundo terrenal.

     A las 19:35 horas corroboro el hecho, la poeta Minerva Margarita Villarreal ha fallecido a causa del cáncer. Así lo ha dado a conocer el Secretario de Extensión y Cultura de la UANL, José Garza, en medio de la inauguración de una exposición de arte en el Colegio Civil.

     El mensaje es cierto. Nos aprestamos a difundir la noticia por la red, y damos gracias a que sea la red ese sitio donde uno puede escribir antes de ser cuestionado, ya que de lo contario tendríamos que hacer llamadas telefónicas a “ene” número de personas para informar que la gran poeta de Monterrey se nos ha ido. Y entonces quien estuviera al otro lado del auricular contestaría con una pregunta, siempre dolorosa “¿estás seguro de lo que estás diciendo es cierto?”, y uno, por lo menos yo, quizá no tendría el valor para responderla.

     El caso es que las redes permiten informar con buenas intenciones que una persona valiosa ha dejado esta vida; es necesario atender su legado, es necesario leer sus poemas, conocer algunos de sus grandes movimientos realizados en el gran tablero del ajedrez de la cultura norestense. Entonces se comparte su obra, su palabra contenida en cátedras, anécdotas, entrevistas, versos, investigaciones.

     Una vez asumida la noticia, vamos al librero. Encontramos los libros de casa, Dama infiel al sueño, Pérdida, Adamar, Herida luminosa, Tálamo, Vike, un animal dentro de mí, suficiente material para saber que la poeta seguirá viva en sus letras.

La poesía
Desconcertado, uno no sabe qué hacer ante el suceso. Sobre todo si hace poco de dos meses se ha estado con la susodicha en una entrevista. Y es que Villarreal es toda una figura pública, administrativa y artística.

     Que su despacho en la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria se ubicara enfrente del edificio donde uno elabora es acaso uno de los detalles que hacen más agridulces esta partida. Sumémosle que ya en la preparatoria uno tuvo la experiencia de conocer la vieja casa de los Villarreal ubicada en la salida rumbo a la carretera a Santiago. Sí, durante mi bachiller conocí a José Pablo, un chico que estaba por concluir estudios en la Preparatoria #15 Florida. Pronto me percaté que el estampado de sus camisas ----The Doors, Kiss, Jethro Tull ------ respondían a un hecho: era el batería de su banda. En aquel tiempo yo solía asistir a la preparatoria cargando un pesado sintetizador en una bolsa negra. Cruzamos palabra y acordamos un ensayo. Cuando llegué a su casa, que ubicaba simplemente enfrente de Satélite, los libros fueron mi primera perturbación. Los había sobre y detrás del sanitario, en la mesa del comedor, en la mesita del centro de la sala, en los peldaños de las escaleras. “Mis papás son maestros de la Universidad”, fue la respuesta de Pablo ante mi curiosidad frente a tantos ejemplares.

     Pablo y yo no concretamos la banda de rock, y nuestros caminos se separaron como suele suceder entre los jóvenes regiomontanos. Muchos años más tarde, asistía a Capilla Alfonsina a escuchar una charla de una investigadora australiana, cuyo nombre no recuerdo. Ahí me rencontraría con Pablo, en aquel entonces estudiante de veterinaria, muy cerca de vacaciones de verano. Acordamos festejar su cumpleaños en Higueras, donde sus padres tenían una casa. Cuando mi amigo se acercó a Minerva Margarita y la llamó “mamá”, todo fue más claro para mí. Aquella casona repleta de libros era de los Villarreal, de José Javier y Minerva, acaso uno de los modelos que debiese trazar todo artista norestense.

     Y así, una noche sin más, una figura literaria se despoja del traje terrestre dejándonos sin saber cómo asistir al funeral, cómo transmitir el hecho, sobre todo cuando uno es tan sensible al arte, a la poesía, a la lucha por la palabra. Si no fuera porque leí en plena canícula de mi juventud aquellos versos reinantes:

                                                                   A esta hora no hay quien cruce la ciudad…
                                                        …Ahora en Monterrey hace un viento frío y es marzo.
                                                           La ciudad se estremece cuando sus mujeres parten,
                                                                la ciudad se hiela con la rabia de sus mujeres;
                                                                           no está acostumbrada al odio.
                                                                La ciudad es una mujer con el rostro cambiado
                                                                               y unas cuantas cicatrices,
                                                  una mujer que no se reconoce en el espejo, vieja y decadente

pertenecientes a Semana Santa, un poema contenido en “Dama infiel al sueño”, antologado en “Monterrey, alforja de poetas”, en cuyos versos pareciera existir la profecía del estado feminicida en que vivimos, otra cosa fuera.

     Si no hubiera declamado Adamar, esa joya que exalta el amor, o en plena batalla contra la enfermedad Tálamo, donde reza:

Me dio cáncer tuve cáncer y estuve tocada por la muerte
Cáncer en el ovario derecho
Cáncer
Pero el sol
también vino a tocarme

mi tarea sería un tanto sencilla, pero no es el caso, soy uno de los tocados por la flecha poética de Minerva Margarita Villarreal, así que me informo, busco a la pandilla y contacto al poeta Margarito Cuéllar, quien me confirma mañana 21 de noviembre, el funeral se llevará en las Capillas del Carmen. Quedamos der vernos a eso del mediodía en Colegio Civil para asistir junto a Pablo Cuéllar, director de Exposiciones del Colegio Civil, artista plástico y hermano de Margarito.

     Sigue cruzando la noche de la noticia. Tomo el móvil y mando un mensaje de voz a Carlos Lejaim Gómez, quien ha forjado su carrera de editor bajo la tutela de Villarreal en la Capilla Alfonsina. A Carlos lo conozco desde las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, donde fuimos compañeros cuando estudiamos literatura. Mucho antes de que Carlitos se alistara en la Capilla, leíamos y discutíamos el trabajo literario de cuanto regiomontano teníamos a la mano. Por su puesto, a menudo leíamos a los Villarreal, un deleite y un acertijo. Carlos tuvo la suerte de que Minerva Margarita le impartiera un taller de creación literaria, de ahí el hechizo. Por mi parte, me precio de ser el único que tomó la optativa de Textos Barrocos y del Siglo de Oro, con José Javier, en aquellos saloncitos de la FFyL.

     Éramos jóvenes, Lejaim se dirigió hacia la academia y yo por el periodismo; él en CRIPIL NL, en Casa de la Cultura, yo en El Porvenir.

     Entonces Carlos recaló en Capilla Alfonsina, donde sin lugar a dudas contó con toda la experiencia para animarse a fundar su propia editorial independiente, An.alfa.beta, con Alejandro Vázquez Ortiz y Frank Blanco, donde publicaron Canciones para las muchachas tristes, mi segundo poemario mismo que obsequiaron a Minerva Margarita, y cuyos comentarios, dicen, fueron nada halagadores. Dicho esto, llamo a Carlos y le doy el pésame. Es noviembre y es de noche, curioso que no haga frío.

La mañana
Minerva Margarita Villarreal Rodríguez, nació un 5 de abril, de 1957, en el naranjero municipio de Montemorelos, Nuevo León. Pronto habitó Monterrey al matricularse en Sociología, en la Facultad de Filosofía y Letras, edificio en donde impartiría cátedra desde mozuela. Ahí conoció a José Javier, el poeta barroco al que uniría su vida. Ambos concibieron tres hijos, José Pablo, de quien ya se ha hablado brevemente, Santiago Javier y Ximena Margarita, mismos que ahora trato de ubicar con la mirada entre el mar de asistentes a las Capillas del Carmen.

     Pablo ha aparcado su legendario Pointer a un costado de la funeraria luego de un estancamiento en el tráfico en la zona de La Purísima, debido a un choque entre dos vehículos: un clásico. Entramos a la sala y encontramos rostros conocidos, Antonio Ramos, director de la Editorial Universitaria, Jessica Nieto, principal editora de la misma, maestros y personal administrativo de la Facultad de Filosofía y Letras. Si omito mencionar a alguien, me excuso. Será acaso el olor a tantas flores congregadas en la sala y los alrededores, lo que me pone nervioso. Hay una corona de margaritas con sus pétalos intactos. También hay rosas rojas, blancas, de todos colores, así como girasoles, adornos en base a la flor de azahar, tan propia de Montemorelos, los hay de gladiolas.

     Mujeres y hombres hacen una fila para dar el pésame a José Javier Villarreal. A ese hombre lo admiro desde mis tiempos de bachiller.

     Seguí toda su carrera literaria, y cuando en la universidad me enteré que regresaba de su doctorado en El Paso, Texas, me inscribí en su clase. Lo he entrevistado en muchas ocasiones por temas relacionados con la poesía y literatura en general, y ahora me veo buscando la manera de estrechar su mano, palmear sus hombros en el viejo ritual de dar un sentido pésame.

     Pero la fila de espera no disminuye, al contrario, crece y zigzaguea cual culebra. Margarito se adelanta y estrecha la mano del colega poeta. Se dicen algunas palabras. Deposita en las manos del viudo Las maneras del agua, poemario con que Minerva Margarita Villarreal se hiciera en 2016 con el máximo galardón poético nacional. Cosa curiosa, Cuéllar y José Javier competían en el Festival de la Lira, certamen ecuatoriano que está cumpliendo un centenario de su nacimiento. Cosas de la vida, Teoría de la belleza, libro de Margarito Cuéllar, se alzó este 12 de noviembre con el galardón que un año antes, 2018, alzara Las maneras del agua, de Minerva Margarita Villarreal. Por esta razón, el comité organizador del certamen, premió a Cuéllar en Cuenca, Ecuador, además de encomendarle dos ejemplares del poemario de Villarreal, mismas que han cruzado el continente y ahora reposan en las manos de José Javier. Vaya escena, cuesta contener las lágrimas.

     A su lado, el joven Santiago recibe el pésame de los asistentes. Se le ve sereno, nada que ver con su también joven novia, Marifer Martínez, quien en ratos rompe a llorar. Es evidente que nadie puede creerse lo sucedido, pues hace poco menos de un mes que Minerva Margarita Villarreal había regresado de Madrid, donde dictó una conferencia sobre Miguel de Cervantes, en representación del comité universitario de la UANL.

     Y qué decir de las sendas presentaciones de la Cartilla moral, o Los Cartones de Madrid, de Alfonso Reyes, o la última presentación de El Oro de los Tigres, con la que la colección alcanzó la primera década de vida. Ver a Minerva Margarita trabajar, es confiar en el pleno uso de nuestras facultades: toda una maquinaria humana volcada al servicio del arte, la educación y la cultura.

     Mientras José Javier y Margarito comentan detalles sobre el Festival de la Lira, decido pasar a la otra sala, la última, ahí donde sin preguntar supongo se encuentra la familia de la maestra. Delante de mí hay cinco adornos con crisantemos. Bajo cada florero, una lámpara de bellísima luz blanca. En medio de la iridiscencia, madera y sobre ésta, cristal. Tras el cristal, la poesía.

     Una mujer me antecede el paso. A todo asistente busco encontrarle algo familiar. En ella no encuentro atisbo alguno, parece venida de fuera, de otros ámbitos sociales. Otra mujer, que supongo es hermana de la poeta, señala a los ahí reunidos ‘Ella la quería mucho, mucho’.

     Si me pusiera a enumerar toda la clase de asistentes, empezaría por familiares, amigos, alumnos, colegas artistas, colegas maestros, colegas del personal administrativo de la FFyL, de la Capilla Alfonsina, funcionarios estatales del arte y la cultura, miembros que tomaron alguno o algunos talleres literarios con Minerva, amigos del esposo, amigos de los hijos, prensa, curiosos… nunca terminaría.

     Le hecho es que al estrechar la mano de José Javier, no sé qué decirle. Creo decir “mi más sincero pésame”, debido al nerviosismo: el simple hecho de estar frente a Minerva Margarita me hacía sentir como su hijo, un alumno, alguien a quien hay que educar con versos, consejos, anécdotas…supongo que ante el esposo, sienta lo mismo.

El legado
Villarreal ha dejado un invaluable legado, no sólo a la Universidad, sino al público en general. Por dónde empezar, por ejemplo la poesía contenida en Hilos de viaje (Hogaza, 1982), Palabras como playas (UV, 1990), Dama infiel al sueño (Universidad de Guadalajara, 1991),  
Pérdida (Gobierno del Estado de Nuevo León, 1992), Epigramísticos (Conaculta, 1995), La paga común del corazón más secreto (Conarte, 1995), El corazón más secreto (Aldus, 1996), Adamar (Conarte, 1998), De amor es la batalla (Rayuela, 2002), El corazón más secreto (Mantis, 2003), La condición del cielo (Colibrí, 2003), Herida luminosa (Conaculta, 2009), Tálamo (Hiperión, 2011), Las maneras del agua (FCE, 2016) y Vike (An.alfa.beta, 2018). 

     Por ejemplo la cátedra impartida por más de cuatro décadas en la Facultad de Filosofía y Letras, de donde surgieron decenas de alumnos que decidieron encaminarse a la edición, a la poesía o a la docencia, prueba de ello es el círculo de editores que labora en la Capilla Alfonsina, entre los que se encuentra el ya mencionado Carlos Gómez.

     Entrar a una clase con Minerva Margarita era como subirse al ring contra el campeón, ese no rival, sino maestro al que le vas a sacar todo el provecho posible ganándote unas buenas cicatrices. No titubeaba al momento de señalar errores, casi siempre por falta de rigor, a la hora de la creación. Eso, rigor poético, no importaba si estaba hablando de la llegada de un frente frío a Monterrey, Villarreal hablaba con los ojos cerrados, pausada, con ritmo, sus manos en pleno movimiento que me hacían pensar en el flamenco, suave y peligroso al tacto.

     Y qué decir de la gestión cultural. Qué sería de los poetas, de los amantes de la poesía, inclusive de los farsantes snobs, sin esa colección de El Oro de los Tigres. Dónde vas a leer a Flamand, Mokichi, Carson, Armantrout, Benn o Quasimodo, sino es a través de esta colección de traducción de poesía exquisita. Bello diseño de ensueño. Excelentes presentaciones acompañadas de traductores o estudiosos de la lengua. Booksets de cinco a seis libros que cambian, garantizado, la perspectiva literaria de cualquiera, noveles o iniciados.

La gestora cultural
Para lograr su cometido, Villarreal tuvo que hacer uso de todos sus recursos persuasivos. Tres Rectores fueron convencidos de apoyar tan importante empresa. Apostar por la poesía siempre es sembrar una semilla a futuro, me decía apenas hace dos meses Minerva Margarita en entrevista precisamente en torno a la primera década de la colección. El Oro… creció, y para 2018 contó con su primer festival internacional de poesía, llevado a cabo en la Capilla Alfonsina en el mes de noviembre. Todo un éxito.

     Son cerca de las 13:00 horas. Esperamos la visita del Rector. Pablo Cuéllar comparte un vicio conmigo desde que era mi fotógrafo para Vida Universitaria, periódico de la UANL: el café.

     Atendemos la señalética del recinto. Las Capillas del Carmen se ubican en un edificio de tres plantas. En la sala principal tenemos una pequeña capilla, además de dos salones. Bajando las escaleras se encuentra la cafetería. Allá vamos a dar, yo por lo menos visitó el sitio tres veces, lo que aumenta mi nerviosismo. Alrededor de las 14:00 horas hace su arribo Rogelio Garza Rivera, Rector de la Máxima Casa de Estudios. La prensa local lo intercepta antes de que pueda saludar a persona alguna. Es triste, pero uno tiene que hacer su trabajo en estos casos, así que hago a un lado el café y doy record a la grabadora.

“     Para nosotros es motivo de orgullo el reconocimiento que se le da a nivel internacional, nacional y local. Una gran mujer, apasionada, comprometida con el tema de la educación, la investigación. La verdad es una gran pérdida, yo en lo personal lo siento mucho, pero así es la vida. Aquí estamos toda su familia universitaria para acompañarla en estos momentos difíciles”, declara en entrevista.

     Anuncia que pronto se dará a conocer una serie de actividades universitarias en torno a la obra y figura de la poeta como jornadas de lectura de su obra.

     Ludivina Cantú, directora de la Facultad de Filosofía y Letras, es un mar de lágrimas. No la entrevistamos, pero acabamos de escuchar de propia voz del Rector la propuesta por parte de la FFyL para implementar la Cátedra de Poesía Minerva Margarita Villarreal. Bien merecido, esperemos en pronto hagan oficial la noticia.

     Durante los 14 años en que Villarreal estuvo al frente de la Capilla Alfonsina, la vida del inmueble fue esplendorosa, pues ni una tropa samuray guardaría tan bien el legado de Alfonso Reyes.

     “Ella tenía un brillo natural y capacidad extraordinaria para relacionarse”, declara Garza Rivera y no se equivoca. Durante una década, Villarreal convenció a tres distintos Rectores para mantener encendida la flama de la verdad a través de la publicación de El Oro de los Tigres. José Antonio González Treviño, Jesús Ancer Rodríguez y el propio Garza Rivera quedaron convencidos de que todo proyecto que emprendiera Minerva Margarita sería trascendente.

     Garza Rivera se comprometió a destacar la figura de Minerva Margarita Villarreal entre todos los universitarios, Su creatividad, su ingenio, sin duda su más grande fortaleza, que era la poesía.

     “Estamos muy desconcertados. Ella, independientemente del problema que traía, fue una gran luchadora por la vida. Hace semanas estuvo en Madrid en una delegación de la Universidad encabezada por el Secretario de Cultura, José Garza.

     Ella siempre estaba muy activa independientemente de su situación de salud”, finaliza Garza Rivera con la voz quebrada por el llanto.

     Seguimos al Rector, en espera de un acto protocolario frente al féretro, pero antes de eso saluda al viudo. Palabras, apretones de hombro, aquí no se ha venido a encontrar el dolor, aquí la gente ha venido a agradecer a José Javier por haber acompañado a Minerva durante todo el trayecto; vienen a felicitar a José Pablo, Santiago Javier y Ximena Margarita, por haberla tenido como madre.

     No nos despedimos. Antes de abandonar el recinto, nos percatamos que han llegado muchos jóvenes estudiantes, personal del Fondo de Cultura Económica, gente diversa. La poesía reúne generaciones, que no nos quede la menor duda.

     Trato de abarcarlo todo con la vista, el oído. Alcanzo a distinguir al viudo decirle a alguien a modo de susurro: “No entendía la vida sin la Universidad”. También me entero que a las 19:00 horas se tiene previsto realizar una misa en la sala.

     Salimos, y la ciudad, sinceramente, es una mujer con el rostro cambiado, lacerado por la ignorancia y el mal gobierno que campa a sus anchas entre las calles de Monterrey. El cielo está gris, parece que lloverá. No suelo atender el pronóstico del tiempo. De regreso al Colegio Civil, tomo las calles, cual venas azuladas de un siniestro genio, rumbo al Mercado Juárez.

     Ahí el olor a caldo de basura y chamuscada carne de cerdo, me recuerdan mi condición íntima: todo duele en este ruido de camiones.
Llego a casa. Ubico los títulos en el librero, todos ellos firmados “Tu Minerva”, seguidos de una flor, que siempre supuse, era una margarita

     ¿Me quiere? No me quiere ¿me quiere?, comencé a escribir con la firme intención de convencer a todos de leer la obra de Villarreal, viva, sensual, poderosa.

     A las seis de la tarde comenzó a llover… y me dio por llorar.

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