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978 24 Enero 2012

Y sin embargo se mueve, II*
Jaime Martínez Veloz

S
altillo.-
Los viajes de Saltillo a Torreón y viceversa, los hacíamos escrupulosamente de raid, a la salida a Torreón, nos poníamos a pedir aventón y no faltó nunca alguien que nos llevara, en la cabina, el asiento o la caja de un tráiler o camioneta.

En las cabinas de las pick-up, recorrí muchas veces los llanos, cerros y estepas coahuilenses.

A una hora y media llegábamos a Paila, lugar que se ubica casi a la mitad entre Saltillo y Torreón; si el aventón llegaba hasta ahí, había que pedir otro, para recorrer el camino restante.

En cualquier lugar que te dejaban era lo de menos, si se te hacia tarde te dormías un rato, si tenías sed, conseguías agua.

Los ratos de espera los aprovechabas haciendo nuevas amistades. Nunca faltó una mano amiga en medio del desierto; así es Coahuila, fraterno y solidario.

En el mercado municipal, como siempre sus locatarios nos ofrecían su solidaridad y en las madrugadas nos invitaban un delicioso menudo de pancita y su respectiva Coca Cola, para eructar a gusto el desayuno gorreado.

Después de casi 28 años de la lucha que en este libro se narran, sé que en mi interior cuento con la fortaleza colectiva y las enseñanzas que me heredó el pueblo de Coahuila.

La formación adquirida durante mi paso por la universidad ha sido mi mayor fortaleza para encarar las tareas posteriores a esta etapa de mi vida.

En la difícil y compleja realidad de Tijuana, en las comunidades pobres y combativas de Chiapas, o en las difíciles tareas del Congreso de la Unión, siempre me han acompañado las enseñanzas del noble, generoso y decidido pueblo coahuilense.

Mi estado natal se convirtió en la mejor universidad de mi vida.

Pienso que es necesario publicar este libro 28 años después de que sucedió aquel fenómeno que sacudió a la sociedad coahuilense.

Lo hago con reconocimiento y gratitud hacia quienes participaron y lo siguen haciendo en las luchas sociales coahuilenses.

Lo hago porque pienso que los reclamos de cambios democráticos y académicos de la universidad por los que luchamos en 1983, en 1984 y en 1985, siguen vigentes.

La distancia en el tiempo me ha permitido hacer un balance objetivo de mi paso por la Universidad; he tenido la oportunidad de reconocer los errores en que incurrí, pero en esencia mi conducta y acciones serían las mismas de prevalecer las condiciones que imperaban durante mi tránsito universitario.

No me veo en la lista de quienes se formaron para recibir la dádiva por un aplauso o mirar para otro lado e ignorar la rapiña o el robo descarado para “ascender” en la escalera.

La lucha que desarrollamos en sentido contrario a Oscar Villegas Rico y a su estilo de gobierno, no estuvo elaborada por consignas personales o vendettas políticas.

En nuestro caso, el comportamiento de nuestras fuerzas expresaron una concepción del “deber ser” de la universidad. 

Tanto él como nosotros defendimos cada quien una diferente forma de percibir la realidad en el ejercicio de la actividad universitaria. Esa contradicción persiste en la universidad y en el país, con otros nombres y otros actores.

Nada cambiaría los anhelos de mis compañeros por dignificar y fortalecer a la universidad pública como una verdadera doble opción formativa para los jóvenes coahuilenses, por un lado la académica y por otro la política, o para decirlo en otros términos, una formación que permita a cada estudiante fortalecer sus propias convicciones y su actitud frente a la vida.

A pesar de la reducción presupuestal que le brinda el Estado Mexicano, la universidad pública sigue siendo la mejor posibilidad de formación para la mayoría de los jóvenes mexicanos.

Además del acceso al conocimiento de cada una de las disciplinas, ciencias o prácticas sociales, la sola convivencia con amigos, condiscípulos y compañeros que comparten las mismas preocupaciones, constituye en sí mismo una experiencia formidable.

Tuve la fortuna de conocer en la Universidad Pública de mi Estado y de otros de la república a extraordinarios profesionales del conocimiento, pero además a amigos que se constituyeron en importantes referentes de mi vida.

Quienes descalifican a la universidad pública sobre la base de estereotipos y argumentaciones insustanciales, esconden en el fondo su ignorancia.

Las universidades públicas mexicanas tienen muchas carencias y son objeto de todo tipo de autoritarismos, pero muchas de ellas son verdaderos baluartes del pensamiento científico y formadoras de profesionales, artistas, investigadores y promotores de los cambios sociales.

Ha sido la juventud mexicana de las universidades públicas, la promotora de muchos de los cambios de este país y la primera trinchera de la defensa de los valores nacionales materiales y espirituales.

México no puede explicar sus transformaciones sin reconocer el papel de su estudiosa juventud.

Fortalecer la universidad pública es un imperativo nacional y una necesidad impostergable. En ella se han formado los más sobresalientes dirigentes del país y una base importante de los defensores de la soberanía nacional.

La trivialización del debate sobre la educación en México ha venido aparejada de afirmaciones prejuiciadas, que sostienen sin fundamento toda clase de descalificaciones en contra de las Universidades Públicas, sobre todo en sectores de cierto tipo de clases medias cuya deformación conceptual es expresión de un sistema de consumo, alineación mediática y mediocridad intelectual.

Las universidades públicas mexicanas, con la UNAM a la cabeza, han sido las formadoras de las mayores generaciones de profesionistas y dirigentes que han destacado en la vida nacional.

Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para fortalecerlas a todas y por supuesto a la de mi estado natal.

Con las experiencias adquiridas en Coahuila, hoy enfrento nuevos retos en otras latitudes.

Sigo empeñado en la lucha por concretar el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés Larrainzar, los cuales permitirían establecer una nueva relación entre el Estado Mexicano y más de 12 millones de indígenas de nuestro país.

Mantengo una relación estrecha con comunidades indígenas, donde falta todo aquello que sea material pero sobran convicciones y capacidad para resistir en la adversidad.

Cuando estoy ahí, en las noches de fin de semana, donde no hay luz, ni médicos, ni maestros, salvo los promotores de salud zapatistas o los alfabetizadores voluntarios, con muy poca comida, los niños entre el lodo que dejan las lluvias, que cuando se producen parece que se cae el cielo

Cuando veo a las figuras moviéndose en la oscuridad de niños, jóvenes y ancianos, entre la miseria, el abandono y el olvido, me pregunto, no por qué se levantaron en armas, sino por qué no se habían levantado antes.

Cuando en las universidades nos dicen que las profesiones están saturadas, que hay que producir los profesionales que demanda el mercado, yo me pregunto si es que el Estado Mexicano renunció a ser un factor de estabilidad y por ello en las comunidades indígenas del país no hay médicos, ni arquitectos, ni profesores, ni ingenieros, ni agrónomos, ni nada que se le parezca

Nos tratan de imbuir un sentido de competencia, como si esta fórmula fuera mágica para salir adelante.

Nos dicen que hay que ser competitivos y reducen la matrícula de las escuelas.

La  enseñanza es cada vez más fragmentada, más parcial y alejada de la realidad social.

¿Por qué en lugar de fomentar la competencia, no fomentamos la cooperación, el intercambio de conocimientos y abrevamos de la cultura de nuestros pueblos?

La cooperación suma, la competitividad resta, excluye, margina y no es garantía de mayor dominio de la ciencia y del conocimiento.

Yo he visto la frustración de compañeros arquitectos, que en una falsa concepción de lograr mayores niveles competitivos, se convierten en Doctores en Urbanismo con especialidad en Paradas de Autobuses cada 500 metros.

Y si la parada tiene que ubicarse a una distancia mayor o menor, con perdón de la concurrencia, ya se chingaron, porque ellos sólo están especializados en las de 500 metros.

Por ello es importante tener en paralelo una cultura general, apropiarse de otros conocimientos, conocer que las profesiones y las carreras son interdisciplinarias y que los conocimientos de Física, Matemáticas, Diseño, Química, etcétera, no están reñidos con la Filosofía, la economía o la historia; sólo así podremos tener una visión más amplia para poder desempeñar con eficacia y sensibilidad nuestras tareas como universitarios, compañeros de lucha y dirigentes políticos.

Por otro lado les comento que en la frontera norte de México, enfrento una lucha contra las compañías trasnacionales de la energía, que han convertido al territorio bajacaliforniano en el sótano de máquinas de los Estados de California y Arizona.

Es una lucha muy desigual porque es el choque de sus miles de millones de dólares que no pueden tapar la única herramienta a nuestro alcance que es la verdad, la cual a pesar de las cantidades millonarias que utilizan para acallar a los medios de comunicación en ambos países, cada vez se ven más acorralados por nuestros argumentos y la articulación de fuerzas que estamos logrando organizar en las fronteras de ambos países.

Ahí he tenido que aprender de turbinas, energía eólica, ecología, medio ambiente, leyes y tratados internacionales, regulaciones norteamericanas, política de riesgos, aspectos constitucionales, procesos de regasificación, producción de energía, especies en peligro de extinción, vida marina, corrientes de viento, leyes urbanas, enfrentar a los monstruos norteamericanos de la energía, el gas y el petróleo, que vienen por todas las canicas, a nuestro país.

Paradójicamente, en Baja California y en el país el gas metano de importación que traen de Oriente y que usan nuestro suelo sólo para transportarlo a Estados Unidos, no paga aranceles; sin embargo, si algún productor nacional quiere producir gas metano en territorio mexicano, le cobran una serie de impuestos que hacen inviable la operación.

Los derrumbes en las minas de Coahuila que han causado cientos de muertes de mineros, están relacionados con este tipo de prácticas nocivas, donde al extranjero se le exenta de impuestos y al productor nacional se le grava al grado de hacerle imposible realizar una actividad donde el Estado sobreprotege a los extranjeros.

La explotación del gas grisú, cuyo contenido principal es el metano, reduciría ostensiblemente los riesgos al interior de las mismas, pero los tecnócratas del Gobierno, cómplices o no de las trasnacionales, no ven esta realidad, porque no la viven en carne propia.

Coahuila tiene yacimientos de carbón que permitirían producir 12 mil megawats diarios durante 30 años, pero Estados Unidos nos dice que eso es malo y que contamina y que por lo tanto hay que producir energía con el gas que ellos nos venden, cuando ese país produce más del 50 por ciento de su energía con carbón mineral. ¿Así o más hipócritas?

Al mismo tiempo, mi tránsito durante los últimos 18 años entre Chiapas y Tijuana, me ha acercado a los problemas de los migrantes, aquellos que han tomado la decisión de dejar todo por irse a otro lugar por construir un mejor destino para sus hijos. El siglo XXI será el siglo de las migraciones.

Por ello me encuentro apoyando los esfuerzos por crear la figura del Ombudsman del migrante y una política de atención y apoyo a los migrantes y sus familias.

En la época del desarrollo tecnológico y avance cibernético, me encuentro luchando por concretar la creación de la Biblioteca Nacional Digital, que entre otras funciones, tendría la de ofrecer la posibilidad de que los libros de texto de todas las carreras profesionales, pudieran consultarse por internet; de esta manera los estudiantes de escasos recursos se verían apoyados por una medida de mucho apoyo para sus estudios.

Bastaría que el gobierno recortara un poco el despilfarro millonario que gasta en spots, para rentar los derechos de autor a las casas editoriales.

Un desarrollo de esta naturaleza se hace necesario cuando hoy sabemos por ejemplo que nuestra galaxia, la Vía Láctea, se calcula tiene 100 mil millones de estrellas, que la medida longitudinal de la misma es de 100 mil millones de años luz, donde la velocidad de ésta viaja a 300 mil kilómetros por segundo.

Hoy que sabemos que la edad del universo se calcula aproximadamente en 13 mil setecientos millones de años; y aunque nadie se atreve a decir el número de galaxias que existen en el universo, hay quienes hablan de miles y otros de millones de galaxias.

Hoy que sabemos de los riesgos de la humanidad por el calentamiento global, las asechanzas de muchos elementos del universo, cuyo comportamiento todavía conocemos muy poco, yo me pregunto: ¿qué estamos haciendo como país o como especie humana, para enfrentar las grandes ausencias del conocimiento del mundo y del universo?

Resulta paradójico que entre más sabemos, más nos queda claro que lo que nos falta por descubrir es mucho más de lo que se pensaba en los tiempos donde el oscurantismo le obligó a Galileo a desdecirse de la tesis de que la tierra no era el centro del mundo, sino el sol, y además de que “la tierra no se movía”, cuando al terminar su discurso se le atribuye que no pudo evitar decir a los más cercanos: “pero se mueve”; algunos otros dicen que dijo: “sin embargo se mueve”; el chiste es que se mueve, y un chingo.

Estas tareas entre muchas otras son las que hoy mantienen mi atención y ocupan mi tiempo, muchas de ellas tal vez parezcan inalcanzables o muy complicadas, pero sigo empeñado en nuevas luchas, en medio de un mundo donde hay mucho mundos y donde cada día es un nuevo comienzo.

No puedo negar que el espíritu de Adrián Rodríguez me acompaña por dondequiera que camino, suspiro y aspiro.

Desconozco si los caminos de la vida me regresarán algún día a Coahuila, pero donde quiera que esté, siempre en mi mente estará el recuerdo de la gente de mi estado, sobre todo los trabajadores que luchan y sus familias y cuyos hijos en su inmensa mayoría no pueden acceder a las universidades.

De esa etapa llevo para siempre en mi memoria la actitud digna y limpia de los estudiantes y profesores universitarios de mi generación. Su entrega y compromiso fortalecieron mis convicciones.

Ese recuerdo y el cariño por mis hijos hacen que cada día asuma retos mayores.

Fueron muchos, cientos, los jóvenes coahuilenses con los que crecí y compartí los mejores años de mi vida, entre la nostalgia de la neblina saltillense, las consignas de las marchas callejeras, la convivencia entre estudiantes con grandes limitaciones económicas, como grandes eran también nuestros anhelos, en medio de un Saltillo generoso, al que quiero y extraño tanto.

A todos y cada uno de mis amigos de esos tiempos les digo a través de este libro que mi corazón siempre ha sentido su compañía y que en lo personal, nunca tendré con qué agradecerles su amistad y solidaridad durante la etapa en que juntos soñamos cambiar el mundo.

Me formé con ustedes, en sus barrios, con sus familias que se convirtieron en mías también.

Su recuerdo me ha acompañado en este largo peregrinar en el que he convertido mi vida; en donde mi inseparable mochila guarda la ternura con la que Saltillo cobijó mis días de estudiante, profesor universitario y compañero de lucha.

Muchas Gracias.

* Palabras de Jaime Martínez Veloz, en la presentación del Libro Crónica de una utopía. Historia del movimiento pro-dignificación de la Universidad Autónoma de Coahuila, Ediciones Gernika, celebrada en la Sala Audiovisual, arquitecto Jesús Ochoa Ruesga el día 21 de enero del 2012, en  la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Coahuila.

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