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987 6 Febrero 2012

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Sin plan ante la sequía
Edilberto Cervantes Galván

M
onterrey.-
Información sobre la sequía que afecta a buena parte del territorio nacional se empezó a divulgar desde el tercer trimestre de 2011. Pero, como sucede con otros asuntos estratégicos, no se le puso atención sino hasta que un campesino de Chihuahua declaró a los medios que, debido a la sequía, había hambruna entre la comunidad rarámuri y que se estaban presentando suicidios provocados por la desesperación. 

La sequía que afecta desde el año pasado a los estados del norte de México ha sido catalogada como la más grave en las últimas siete décadas.

En el primer semestre de 2011, en Sinaloa se experimentó el periodo más seco desde 1941 y en Sonora el segundo. Igual en Chihuahua, Durango y Sonora.  En Zacatecas se puso en riesgo la siembra en 250 mil hectáreas y la vida de 10 mil cabezas de ganado. En Tamaulipas se perdieron 300 mil toneladas de granos de sorgo y maíz.

Según el Monitor de Sequía de América del Norte, la precipitación a nivel nacional en la primera mitad del 2011 se ubicó un 50 por ciento por debajo de la tradicional.

Ahora, en febrero de 2012, la sequía está afectando al 54 por ciento del territorio nacional. Y es hasta ahora que el gobierno federal y el congreso federal empiezan a reaccionar.

Como los efectos de la sequía ya se vinieron políticamente encima ahora se utiliza el lenguaje de la imprevisión y el descuido. Se dice que es una emergencia y que ahora sí se va a integrar una enorme cantidad de recursos que se aplicarán de acuerdo a un plan integral. Con el mismo sentido de responsabilidad y credibilidad que cuando se dice que se actuará hasta las últimas consecuencias, en otros temas.
 
No obstante, a la fecha, no se ha dado a conocer ningún plan integral. A lo que sí se comprometió el Ejecutivo Federal fue a que “nadie va a morir por falta de agua” y que se reforzarán apoyos a los sectores productivos, como los pagos anticipados de las coberturas catastróficas. La Secretaría de Desarrollo Social informó que ya está brindando ayuda a casi dos mil comunidades con agua para beber, comida y cobijo.

La actuación del gobierno federal se va hacia los extremos: pasa de la imprevisión a la reacción sin estrategia.

Los estudios sobre la sequía en México demuestran que no se trata de un evento raro o imprevisible. Por el contrario, el régimen de clima árido y semi-árido está presente en el 82.7 por ciento de la superficie total del país. La baja precipitación anual que caracteriza a ese régimen de lluvias provoca grandes carencias de agua en buena parte de México.

La última gran sequía se prolongó desde 1993 hasta 1996; esto es una crisis que duró cuatro años.

Para los especialistas, el problema de fondo es que no hay un manejo adecuado de los recursos hídricos. Las cuencas hidrológicas se operan de manera deficiente.

Así, al ya de por sí bajo régimen de lluvias se agrega el derroche del líquido en las poblaciones, en la agricultura y en la industria. Los acuíferos están sobreexplotados y algunos contaminados; el agua de lluvia no se utiliza para recargarlos, como tampoco se tratan, según ordena la ley, las aguas negras de las ciudades y la industria, y terminan deteriorando las cuencas hidrográficas: el 95 por ciento de las aguas residuales no reciben un tratamiento adecuado.

México ocupa el cuarto lugar mundial por su tasa anual de deforestación y el 95 por ciento de los suelos está erosionado.
En un documento publicado en la página electrónica de la Cámara de Diputados se reconoce explícitamente la gravedad de lo que está pasando y de lo que se puede prever. 

Según ese reporte la problemática del agua será cada día más grave entre los diversos usos que el desarrollo del país demanda; en el presente, el sector agropecuario afronta ya una severa crisis.

En lo mediato las industrias deberán reorientar sus fuentes de las superficiales hacia las profundas, lo que implicará mayores costos de producción, ya que tendrán que adecuar la calidad del agua para sus procesos.

Por su parte, la demanda urbana deberá solventarse mediante extracciones de acuíferos más profundos y acarreos de cuencas cada vez más alejadas, con altísimos costos de bombeo, o mediante procesos de potabilización con elevados costos de energía o venciendo la cada vez mayor inconformidad de los habitantes de aquellas cuencas de las que se extrae el agua, al sentirse despojados del recurso.

La contaminación de ríos, lagos y acuíferos ocasionará daños irreversibles a los ecosistemas, y a la salud de la población.

Los ciclos hidrológicos anuales representarán más que periodos de escasez y de abundancia, una sucesión de desastres, ya por sequías ya por inundaciones, con una población creciente, cada día expuesta a mayores riesgos.

Frente a estos escenarios de catástrofe no se cuenta con un plan estratégico nacional, en un tema como el agua, que es por definición de carácter vital para toda la nación.

Como que ya no se vale seguir improvisando.

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La Quincena Nº92

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