CRÓNICAS PERDIDAS
El sueño de Ibiza
Gerson Gómez

Monterrey.- ¿Todo eso es miel? De verdad. Misterio tan grande, rebelado, explosivo, accidental. Observaste la caja del tráiler estacionado en medio de la calle.

Te metiste abajo para sacar la pelota y seguir jugando. Los demás te cuidan echando aguas.

Del chofer no sacramentado, que vive en otro sitio no tan tierra adentro, sino pegado al mar, en el golfo de México. Llega a su casa chica una vez a la semana.

Cuantos millones de abejas trabajarían para cargar la pipa. Sigues pensando, mientras detienes el penal que marcaron pero que no fue porque el gordo Múzquiz se dejó caer, se raspó la rodilla, le salió sangré y discutió.

Eres peor que la FIFA, le dijeron, pero como es el dueño del balón, ni modo.

Tiró y lo falló. Te acercaste a decirle: chapuza acusa, despejaste y metieron gol en la otra portería.

Es verano, los chicos juegan soccer, colocando restos de blocs, como largueros base, las niñas a la cuerda o al elástico.

Oiga, le dices al hombre que se acerca a la cabina del tráiler, ¿a poco es miel?

Sí, te contestó de buen humor, ¿quieres probar?; trae un bote, pídeselo a tu mamá.

Mientras tu Ruth, como le dices a tu madre, hurga al interior de la estufa, donde guarda las tinajas grandes vacías y limpias, te estremeces y especulas con lo que harás con el nuevo tesoro descubierto.

 No solo tú aprovecharon la oferta. También los demás infantes.

Hicieron ordenada fila. En el ducto que conecta, ahora sabes que al chofer le dicen don Goyo.

Llega el turno, colocas el traste. Espesa y negra, la miel desciende y llena la vasija.

Paso apresurado te internas en el hogar.

Del cajón de los cubiertos ya limpios, extraes la cuchara.

Un momento, así no, te lo pide Ruth.

Es tarde ya. En el tris tras llevas a la boca.

Sabe amarga, como jarabe para la gripa.

Esto no es miel, gruñes.

Qué raro, comenta tu madre.

Ahora el tesoro pierde valor; desconcertado, regresas a la calle.

Lees la razón social de la empresa: Sociedad Cooperativa de Ingenios Azucareros del Golfo de México. No te dice absolutamente nada.

Otra reta, gritas.

El termómetro en la entrada de casa, sigue marcando a las seis de la tarde, treinta y seis grados centígrados.