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994 15 Febrero 2012

HORIZONTE CIUDADANO
Las divorciadas de Coahuila
Rosa Esther Beltrán Enríquez

Saltillo.- Hoy es el día de la mujer mexicana. ¿De cuál mujer hablamos? De la mujer indígena, rural, analfabeta, pobres entre las pobres? ¿Hablamos de la mujer adolescente, madre a los 13 o 14 años? ¿Hablamos de las mujeres que trabajan fuera del hogar sometidas a dobles jornadas laborales?

No, hoy voy a hablar de un segmento de mujeres que cada vez es más abundante y visible, las mujeres divorciadas. Acertadamente, ayer Vanguardia informó que el divorcio es un hecho que en Coahuila año con año se incrementa: en 2011, 2 mil 184 parejas gestionaron su divorcio, en tanto que en 2010 fueron 2 mil 120, pero el año que rompió record fue el 2009, cuando los divorcios llegaron a 3 mil 581 y las zonas con más altos índices de disoluciones fueron: Torreón,  Saltillo y Monclova.

Históricamente, las mujeres divorciadas han sido un segmento discriminado; según la información proporcionada por el INEGI, en 1950 las  divorciadas representaban sólo el 0.6 en la proporción de mujeres según su estado conyugal; para el año 2000, el porcentaje aumentó a 1.6. Además, las cifras del INEGI indican la siguiente relación entre matrimonios y divorcios: en 1971, por cada 100 matrimonios se realizaron 3.2 divorcios; mientras que para 2001 la cifra aumentó a 8.6, cantidades que ratifican la información que prevalece en Coahuila.

Sin duda, el cambio que suponen estas modificaciones de una forma de vida que antes se suponía inamovible como un destino; es decir, la gente nació para casarse y de no hacerlo eso implicaría ser una persona incompleta, frustrada, insegura. Hoy, eso cambió; ¿cómo interpretarlo?

Por fortuna, en Saltillo tenemos personas que se están ocupando de este problema. Curiosamente ha sido en la Iglesia Católica en donde se ha impulsado un proyecto que recibe a estas mujeres y hombres divorciados que en muchos casos se sienten culpables, heridos, minusválidos; y digo curiosamente, porque por décadas ha sido esta iglesia la que ha discriminado a las y los divorciados, negándoles el acceso a algunos de sus sacramentos.

Se ha tenido que presentar una lucha de mujeres que pretendían descifrar qué les pasó, por qué tuvieron que abandonar al otro al que una vez dijeron que amarían hasta que la muerte los separara.

El doctor Bruce Ficher inició en Estados Unidos un programa que se trasladó a Monterrey con mucho éxito y luego llegó a Saltillo a través de Martha Meza, una mujer muy joven, valiente, segura, que confiaba en que era posible ver “al otro” como un ser humano, igual a ti.

El sacerdote Alfonso Miranda decidió apoyar este movimiento, porque consideró que la iglesia no podía continuar por el camino de la discriminación hacia los divorciados y que era preciso darles la opción  y ayudarles a reconstruir su vida.

El divorcio es una cirugía que afecta todos los aspectos de la vida de una persona, es una experiencia de ruptura, por lo que, antes de continuar la vida, es necesario reconstruirla; pero se necesita tiempo para guardar luto, para encontrar los errores y los temores sobre el futuro.

En el curso que asesora Martha Meza se trata de buscar el equilibrio, que las personas lleguen a acuerdos consigo mismas mediante la introspección, para buscar la transformación. Es una experiencia que promueve la paz, la conciencia para unirnos en una mayor calidad de vida como humanos, dice Martha.

Los cursos para reconstruir la vida de las y los divorciados han sido un éxito en Monterrey y en Saltillo; aquí hoy comienza el tercero; el éxito ha consistido en que se promueve la unidad; hay una solidaridad que propicia la retroalimentación, el crecimiento y la autoconciencia para superar el dolor.

Lo que yo puedo decirle acerca de esta experiencia que ha resultado aleccionadora y maravillosa para muchos saltillenses es muy poco, porque el espacio no me lo permite; no obstante, puedo asegurarle, por testimonios de divorciados y separados, que la experiencia en este curso les dio herramientas para afrontar la culpa, el rechazo, la soledad, la ira, el miedo, hasta llegar a la etapa de la aceptación de pasar del desamor al amor, la posibilidad de amar de nuevo, lo cual no es poco.

Además, estoy convencida de que los ciudadanos coahuilenses
debemos oponernos, con todos los recursos a nuestro alcance, a que Fernando Donato de las Fuentes, Hilda Esthela Flores Escalera (la gran Chapulina y primera Juanita coahuilense), Enrique Martínez  y Morales, Jesús Mario Flores, Salomón Juan Marcos y Verónica Martínez sean postulados por el priato, a cualquier cargo de elección popular que les dé fuero contra la traición que perpetraron contra los ciudadanos coahuilenses al cambiar leyes a modo para la reestructura de la mega deuda.

Señor Enrique Peña Nieto, Pedro Joaquín Crodwell, escuchen.

No más ofensas.  

rosaesther80@gmial.com

 

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