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1001 24 Febrero 2012

Privatización de los espacios públicos
Luis Miguel Rionda

León, Guanajuato.- En la ciudad de Guanajuato ha resurgido la vieja polémica sobre la apropiación de calles y plazas por parte de negocios de comida y bebida, es decir de restaurantes y bares, que han proliferado en los últimos años bajo la complacencia de las autoridades municipales.

Los medios y las redes sociales se han encargado de azuzar el asunto en estos últimos días, en particular desde que la regidora Karen Burstein aseguró que su esposo, dueño del Café Valadez, posee un amparo federal que le protege contra la intención del nuevo presidente municipal, Edgar Castro, de revisar el mecanismo con el que su antecesor autorizó unilateralmente la apropiación de un buen cacho del Jardín Unión –corazón de la ciudad ̶  para beneficio del negocio de la empresaria y política panista.

Las posiciones se han polarizado: por una parte, están quienes defienden la necesidad de aprovechar la belleza de las calles guanajuatenses para dinamizar la sufrida economía local, y atraer al turismo a la manera de ciudades europeas como París, Madrid y muchas más, cuyos cafetines y restaurantes poseen “terrazas” protegidas del clima. Y los otros, que rechazan –rechazamos  ̶  esta medida por significar una apropiación indebida de los espacios públicos para el beneficio pecuniario de unos pocos, a lo que se agrega la complejidad particular de una ciudad que carece de calles y plazas amplias.

No desconozco el derecho que tienen los empresarios para potenciar el atractivo de sus negocios. También acepto que tomarse un café en plena Plaza de la Paz o en la hermosísima Plaza de San Fernando es un placer indescriptible. Lo hago y lo disfruto. Pero reconozco que los comensales nos apropiamos, sin querer, del poco espacio disponible para los transeúntes y colaboramos en afear el contexto urbano.

Guanajuato no posee los amplios y hermosos portales de Morelia, Veracruz o San Miguel de Allende. Tampoco las grandes plazas de Madrid, Salamanca, Tolosa o Venecia. Mucho menos las grandes avenidas de París, abiertas y planificadas por el Barón de Haussmann durante el imperio de Napoleón el pequeño. Sus cafés y bistrós son famosos en el mundo. Nada se iguala a tomar una demi-bièrre en Les Deux Magots, en Saint Germain des Prés,  en las mesas donde departieron Hemingway, Picasso y Camus. También recuerdo la pintoresca Borbon Street (Rue Borbon) de Nueva Orleans, pletórica de tabernas y coffe stands –como el famoso Café du Monde. Sus fotos pueden encontrarse en Wikipedia, y reflejan muy bien su espíritu.

Pero Guanajuato es diferente. Muy diferente. Comenzando con que nuestras plazas y calles –no tenemos ni una sola avenida en el casco histórico  ̶  no fueron nunca planificadas, ni son funcionales más que para el apretado tránsito de personas, carretas y animales de carga.
Más recientemente hemos estresado a nuestras callejas con el paso de carros y autobuses urbanos desproporcionados para la anchura escasa de las vías.

La imitación dócil de lo que se hace en ciudades turísticas como las mencionadas ha llevado a una situación insostenible, donde los vecinos y cualquier habitante se ven imposibilitados de transitar con libertad por plazoletas y calles. El anterior presidente municipal, con su engolado estilo cosmopolita, llevó al extremo la permisividad, y autorizó incluso la invasión completa de banquetas, como sucedió en la calle Sopeña, donde un figón italiano se apropió del paso de los peatones, que deben bajar al arroyo vehicular para circular por esa hermosa calle. Es absurdo que el viandante sacrifique su seguridad para que un mercader de comida engrose sus bolsillos.

Se dice que los primeros en invadir la vía pública fueron la Posada Santa Fe y el Bar Luna, en el Jardín Unión, cuando la calle Allende fue cerrada a la circulación vehicular, a fines de los años setenta. Se les ha dejado acumular derechos, y habría que analizar cómo revertir la autorización original, para recuperar esa calle. Pero lo más sencillo es comenzar por lo más reciente y revertir las autorizaciones de esta gestión, y de ahí para atrás, hasta limpiar la ciudad de mesas, sillas y cochambre. Si los prestadores de servicios quieren atraer clientes, que mejoren su calidad y sus precios, y verán que no pierden nada. A cambio habrán contribuido, así sea a regañadientes, a preservar una joya como Guanajuato, que como toda joya es pequeña, delicada y encantadora.

luis@rionda.net
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