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1004 29 Febrero 2012

FRONTERA CRÓNICA
Documental de panzazo
J. R. M. Ávila

Monterrey.- Hace quince años, cuando se llevó a cabo la primera reunión de ex alumnos de mi generación en la secundaria, me topé con una de las mayores sorpresas que he tenido en la vida.

En el reencuentro sucedió todo lo contrario a lo que yo suponía. Esperaba ver a mis compañeros y compañeras más brillantes, en una posición social que respondiera a las expectativas que sus actitudes y capacidades mostradas durante aquellos tres años habían despertado en mí, pero me equivoqué.

Me di cuenta de que para la gente de mi generación y para la de muchas otras generaciones, la movilidad social se había reducido a cero. Es decir, que aquello que tanto nos repetían que todos tenemos las mismas oportunidades o de que no sale de pobre sólo quien no quiere, terminó convertido en una falacia.

Refiero esto porque la película “De panzazo”, que se quiere hacer pasar como documental, insiste en que la movilidad social aún es posible en este país; cuando la gente común y corriente sabe que esto dejó de ser verdad hace muchos años (si no, recuérdense aquellos letreros de los autos más amolados: “Todo por no estudiar”, cambiados ahora a este otro que resume la situación: “Y eso que estudié”).

Esta película parece ser una secuela de los resultados obtenidos por el estudiantado de México en los exámenes de PISA (internacional) y Enlace (nacional). Y a sabiendas (o a ignorandas) de que estos exámenes estandarizados no permiten hacer comparaciones válidas entre escuelas de contextos disímiles, es justo lo que se pretende hacer, además de querer demostrar que el contexto para nada cuenta.

Supongamos que fuera cierto que hay diferencias entre escuelas sólo porque hay mejores docentes en las mejores y porque los peores trabajan en las peores. Intercambiemos a los maestros de las escuelas peores con los de las escuelas que han sacado los primeros lugares y esperemos, digamos, tres años. ¿El entorno para nada se interpondrá en los nuevos resultados?

Las evaluaciones se llevan a cabo para tomar decisiones y no para comparar la educación que se imparte en diferentes escuelas, municipios, estados o países. No es una cuestión de ranking sino de una franca preocupación porque mejore la educación. Se evalúa para modificar quehaceres, no para denigrar o poner en evidencia a alguien.

Si al codirector de la película (Carlos Loret de Mola) le preocupa tanto la educación en México, ¿por qué no pugna por retirar los programas de diversión boba o las telenovelas enajenantes de la televisora en que trabaja? ¿Por qué no aboga por incorporar programas culturales o noticieros que no distorsionen la información?

¿Se quiere mejorar la educación? Bueno, pues ya basta de aplicar exámenes y más exámenes sin tomar decisiones viables, porque, como diría la doctora Annette Santos del Real, Directora General Adjunta del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), no nos la podemos pasar midiendo una y otra vez la temperatura a un enfermo sin darle medicamentos para que mejore su situación.

Si el documental es consecuencia de una excelente investigación, no dudo que tarde o temprano recibirá un reconocimiento académico. Y si es una excelente película, el año próximo recibirá al menos una nominación al Óscar.

Pero tampoco le pidamos tanto, ya que no la produjeron ni Carlos Ornelas, ni Gilberto Guevara Niebla (verdaderos investigadores), sino Juan Carlos Rulfo (la reputación del apellido no hace milagros) y Carlos Loret de Mola (conductor de noticieros en Televisa).

A fin de cuentas, tanto el director como el codirector pueden estar tranquilos porque seguro la película terminará siendo premiada por Televisa y sus satélites, así pase de panzazo como documental. ¡Faltaba más!

 

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pq94

La Quincena Nº92


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