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1010 8 Marzo 2012

Los malos asustan a los policías
Hugo L. del Río

Monterrey.- El uniforme obliga. Por lo menos, en otros tiempos.
Uno se quedó acostumbrado a ver a los policías correteando a los malos. Ahora, por lo menos en Apodaca, sucede lo contrario.

A principios de semana, el sicariato puso en fuga a cuatro gendarmes paramilitares. Poco después, el jefe de la azulada municipal, capitán Eulalio López Cosme, tuvo que tomar las de Villadiego, con todo y sus escoltas, al ser atacados por los narcohampones.

No digo que esté bien o esté mal. Recordamos, desde luego, aquello de “Vinieron los sarracenos/ y nos molieron a palos/ que Dios protege a los malos/ cuando son más que los buenos”.

Tampoco olvido aquel diálogo de Sócrates, asentado por Platón: El filósofo obliga a un alto jefe militar a reconocer que en ocasiones las circunstancias obligan a la tropa a retroceder, sin que por ello se pueda acusar de cobardes a los guerreros.

Ergo, no juzgo: no más comento que estos son los signos de los nuevos tiempos. Me pregunto qué seguirá.

El precedente ya quedó establecido: nada de apasionada entrega, simple y sencillamente poner tierra o aire de por medio.

Escribió Kipling, quien algo sabía de estas cosas, que los veteranos lo son porque en combate pelean con prudencia.

Está bien.

La violencia amenaza no sólo nuestra integridad física: las descargas de fusiles de asalto y los granadazos, hicieron saltar en fragmentos a la tabla de valores morales.

¿La corrupción? Bah: es el oxígeno de México. Quisiera, pues, pedirle a la “autoridá” de Ciudad Benito Juárez que me presten por un rato la patita de conejo que han de estar frotando día y noche.

Los guardias de la comuna han usado la cárcel como casa de seguridad: encierran ahí a Juan y Pedro y los mantienen bajo vigilancia hasta que llegan los sayones y se los llevan.

Al momento, de junio de 2010 a la fecha, han sido descubiertas ‒o, creo que más bien reveladas‒ tres narco fosas con 162 cadáveres. ¿Y sabe qué ha pasado?

Nada.

Los servidores del noble pueblo siguen en sus puestos. Ni siquiera se molestan en ofrecer algún ensayo de explicación.

Son, hasta ahora, los despojos de 162 personas. Esto no sucedió en despoblado, ni en algún país lejano hermano en el subdesarrollo, sino en una polis de nuestra zona metropolitana.

Tenemos aquí al Ejército, la Marina, la Policía Federal, espías, chivatos y toda esa fauna reclutada por 16 agencias norteamericanas de, digamos, Inteligencia, y agregue a nuestros gloriosos aguiluchos vestidos de azul.

Parece una formidable coalición de las fuerzas de la ley y el orden. Si hubiera resultados todo sería perfecto.

Pero no los hay. Lo que vemos y escuchamos es a los gringos preparando el terreno, sin duda para devolvernos la gigantesca porción de territorio que nos robaron en el siglo XIX.

Las redes mexicanas del tráfico de estupefacientes representan “una amenaza inmediata muy peligrosa” para Estados Unidos, dijo ayer en Washington el mero mero petatero del FBI, Robert Mueller.

Ah, pero Forbes nos ofrece un doble consuelo: Slim sigue siendo el hombre más rico del mundo, y el chapo es el más pobre de los millonarios. Con menos de mil millones de dólares, ocupa el último lugar en la lista de mil 153 magnates.

“Las mejores cosas vienen, en general, de las personas talentosas que son miembros de un grupo”, escribió T. S. Eliot en un ensayo sobre Henry James.

 

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La Quincena N�92


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