Cosecha roja, ¿qué sigue?
Hugo L. del Río
La guerra se encona. De Torreón a Matamoros, el noreste arde
Monterrey.- Los penales de Nuevo León tienen, sin duda, el récord mundial de suicidios. Pobre tierra mía: los oficios más peligrosos son los de taxista y los relacionados con Seguridad y Vialidad, aunque por desgracia, los criminales están sacrificando a muchos jóvenes y niños.
Los narcos actúan con crueldad: supongo que su objetivo es sembrar el terror. Si esa es su meta, la están logrando. Es fácil controlar a una sociedad asustada.
Nuestros buenos vecinos y socios insisten: las matanzas que perpetran los cárteles son actos de terrorismo y los capos en cualquier momento se asociarán con Al Qaeda u otros grupos armados de integristas islámicos.
Esa alianza es viable.
El Estado mexicano no sabe, no puede o no quiere reprimir a las bandas de matones.
Si éstas se coaligan con los fundamentalistas musulmanes que hace rato cambiaron el Corán por la AK-47 y las bombas, entonces México entero será un escenario de fin del mundo: les daremos la razón a los mayas.
Pero no: en esa eventualidad, qué tanto tardan en llegar los gringos.
Mientras, ¿cuántas personas murieron ayer en NL? El tejido social está saltando en pedazos: desde nuestras viviendas nos vemos con recelo unos a otros.
Lo de menos es que nos quedemos en casita: ahí también nos alcanzarán el granadazo, las balas perdidas.
¿Por qué esta saña contra criaturas y adolescentes, policías, sus familiares y los tránsitos? Es un asunto tan delicado y doloroso que no se vale especular.
Lo que vemos es un entendible malestar: ayer los agentes viales de Escobedo iban que no iban a la huelga. ¿Quién sigue, qué sigue?
En Internet hay un sitio denominado El Diario del Narco. Ayer subieron un video que graba las decapitaciones de dos halcones del cártel de Sinaloa.
A uno le separaron la cabeza del cuerpo con una sierra eléctrica; con el otro emplearon arma blanca. Los verdugos, uno de ellos con atuendo militar de camuflaje, registraron las últimas palabras de una de sus víctimas. Dijo: “Que si le piensan entrar al dedo (sic), que lo piensen bien porque no es fácil estar aquí y ya no vuelven para atrás. Con esa gente no se juega, que la gente del chapo no es como la platican”.
Al parecer se dirigía a los chamacos desorientados quienes en esta crisis absoluta ven a los matones como héroes. Los asesinos colocaron un mensaje sobre los cuerpos: “Esto les va a pasar a todos los dedos, Torretas”.
Lenguaje codificado que entienden los pistoleros analfabetos. Lo que comprendemos todos es el idioma del terror.
Todo está en los libros; en su Edipo Rey nos dice Sófocles: “Así se me consume mi patria con infinitos muertos”.
Pie de página
Oficialmente, no fue un atentado. Estalló un vehículo a cien metros del secretario norteamericano de Defensa, Leon Panetta.
El episodio ocurrió en la pista de aterrizaje de una base militar británica en Afganistán. En siglo y medio, los afganos han derrotado a tres imperios. Si no fue un intento por matar a Panetta, entonces, ¿qué diablos fue?