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1019 21 Marzo 2012

CRÓNICAS PERDIDAS
A todo el mundo
Gerson Gómez

Monterrey.- No me van a intimidar esos cabrones, les dije a todos mis  hijos. Los malandros, esos hombres malos, como les dicen en el noticiero, pasan muy entrones en sus camionetas ruidosas, con las metralletas de fuera. Sabrá a quién están buscando.

Seguiré tomando la tarde en la cochera, desde la mecedora. Lo que me queda de vida, que no son muchos años, quiero vivirlos como siempre lo hice.

Como lo acostumbramos su padre y yo, cuando llegaba de la Fundidora, de su trabajo como modelista, cansado.

Se sentaba a refrescarse leyendo la biblia, jamás rehuyó los rasgos de la fe, que le dieron sus padres, en Europa, con su vaso de cerveza helado.

Luego mi esposo, no se podía estar sin hacer. Se daba un baño, mientras ustedes hacían las tareas.

Se quedaba en boxers y camiseta interior; bajo el techo del tejabán cocía la red, y la dejaba lista para irse a pescar, para sacarlos de paseo el sábado, llevarlos a la presa y que se dieran gusto.
Llegaban todos asoleados, oliendo a chivos, les decía.

Ya tenía listas las brazas para la cena. Fileteaba lo que sacaban. Cenar en familia, alimento fresco.

Después me ayudaban a levantar la mesa, lavar los trastes, dejar todo en su sitio.

Murió su padre, mi esposo, pero no las tradiciones.

Desde este sitio, sigo saludando a todos los que pasan: ¿Cómo le va?, buenas tardes.

En el barrio, nos conocemos. Sabemos quién anda en buenos pasos y quién no. Quiénes son cabeza dura.

Seguiré sentada en esta mecedora viendo hacia la calle. Vean, los dos rosales, este año, comenzaron dando flores pronto. No les hizo nada la helada. Vieran qué fuertes raíces tienen. Ni las ventoleras les han desgajado.

Hace falta darles una pequeña poda, igual, a esta ciudad.

 

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pq94

La Quincena N�92


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