Jinetes del aire
Eligio Coronado
Monterrey.- Jinetes del aire* es un antología monumental que nos acerca a las corrientes poéticas que conforman el tiempo presente de este género en diecinueve países de América Latina y el Caribe.
Para darle forma a este ambicioso proyecto, que tardó ocho años en concretar (2003-2011), Margarito Cuéllar debió sumergirse en la obra reciente de innumerables poetas, pero al final emergió con los poemas de ciento un autores que lo convencieron con sus propuestas y su lenguaje.
A las antologías hay que acercarse con la intención de conocer la obra ajena y no para impugnar la selección, los criterios y/o propósitos del autor. Atrás quedaron los días en que las antologías consagraban a los autores incluidos. La ausencia de lectores canceló esa posibilidad.
Tampoco se acostumbran ya los berrinches o rabietas intelectuales por haber sido ignorados por el seleccionador. Por fin entendimos que si nuestra obra fuera buena no necesitaría de antologías para ser reconocida. Una antología es hoy, simplemente, una obra de consulta que ahorra muchas búsquedas y facilita muchas investigaciones.
¿Y cómo son estos poetas contemporáneos? Son amorosos, inteligentes, eróticos, solidarios, irónicos, autocríticos, lúdicos y visionarios: “escribo / porque hay hombres que sufren el laberinto de las horas” (Fernando Linero, colombiano, p. 306), “No es que los poetas mientan. / Es que los mentirosos / quieren hacer poesía” (Jorge Boccanera, argentino, p. 212), “si ser poeta significa (...) / suplicar la inclusión en revistas y antologías del momento, / entonces (...) no quiero ser poeta” (Eduardo Llanos Melussa, chileno, 272).
Como se ve, la palabra de estos autores es similar a la nuestra, pero está cautiva de esa efervescencia creativa muy propia de los espíritus gobernados por la estética: “Me he estrellado contra el cielo esta mañana” (Consuelo Tomás Fitzgerald, panameña, p. 294), “el mar. / No lo mires. / No lo toques. / No lo bebas. / Sólo escúchalo correr como un caballo de agua por la noche” (Carlos López Degregori, peruano, p. 189), “Arrancarle la piel a la cebolla. / (...) como en el poema / la palabra. / (…) Con las manos tendré que desgajarla / con las uñas escarbar su carnadura” (Soledad Álvarez, dominicana, p. 182-183).
Estos poetas, al igual que sus predecesores, no han podido escapar de la indiferencia popular, a pesar de la difusión masiva que supone el internet. ¿No será que la indiferencia también se ha difundido masivamente?: “Mis amigas no leen poesía, / ni la mía / ni la escrita por Propercio hace veinte siglos” (Héctor Carreto, mexicano, p. 222), “Algunos versos fueron escritos por hombres remotos / en lenguas secas y olvidadas” (José Luis Vega, portorriqueño, p. 153), “dos ejemplos / de nuestra inexistencia / una página en blanco / y Dios / observándonos / desde el inmenso balcón de una gota de rocío” (Ernesto Román Orozco, venezolano, p. 299).
Pero todos asumen tal destino con resignada entereza. El propio Margarito (Ciudad del Maíz, S.L.P., 1956) señala: “El gran dilema de la poesía contemporánea (...) es que el receptor del poeta es el propio poeta. A esta realidad hay que añadir otra todavía más compleja: los poetas no sabemos escuchar ─ni tenemos la intención de aprender a hacerlo─ a nuestros contemporáneos” (p. 14).
Sin embargo, eso no ha impedido que sigan surgiendo plumas como María Mercedes Carranza (colombiana, p. 73-76), Antonio Deltoro (mexicano, p. 98-102), Gioconda Belli (nicaragüense, p. 138-143), Iván Oñate (ecuatoriano, p. 148-152), Alexis Gómez Rosa (dominicano, p. 169-173), Mercedes Roffé (argentina, p. 242-246), Víctor Sosa (uruguayo, p. 288- 292), Rodolfo Häsler (cubano, p. 342-346), Arnaldo Antunes (brasileño, p. 360-363), Armando Roa Vial (chileno, p. 432-436) y Salvador Medina Barahona (salvadoreño, p. 508- 512), entre otros muchos.
Margarito Cuéllar. Jinetes del aire. Poesía contemporánea de Latinoamérica y el Caribe. Monterrey, N.L.: Universidad Central del Ecuador / UANL / RiL Editores, 2011. 540 pp.
