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1074 6 Junio 2012

 

CRÓNICAS PERDIDAS
Azul, si sólo fue un beso
Gerson Gómez

Monterrey.- Arrojé la video casetera por el balcón del apartamento. Aguas, grité. Golpe avisa. Luego volví a lo que estaba haciendo.
He clausurado ese espacio desde las cuarteaduras en el piso.
Por suerte, nadie pasó.

El sonido seco al estrellarse el aparato, al quedar inservibles sus piezas. Estaba apático para bajar cargando semejante armatoste.
Algunas recámaras vecinas prendieron la luz para ver lo que había sucedido. Otros gritaron enfadados con “no hagan ruido, no ven que estamos descansando”.

Es penoso abrir a tan temprana hora la puerta a los policías.

Más, con el pretexto de un cacharro que no tiene más función que acumular polvo y cucarachas. Donde reproduje las películas porno amateurs que grabé en mi estancia en el intercambio en Canadá, París, Nueva York y Londres.

He decidido romper todo. Soy un hombre nuevo.

Sacar lo que ya no sirve. Deshacerme de los fetiches. Menos los de Star Treak.

Por ejemplo, la colección de pantaletas de mis ex novias. Incluyendo la que usó mi segunda ex esposa el día del enlace.

Ya estaba un poco gastado el blanco pardeando a amarillo. La mantenía en supuesto buen estado en bolsa ziploc para lonches de jamón y queso gruyere.

Aún conservaba el aroma y la consistencia de ese día de la boda.

Ese fue el trofeo más valorado. Como una bola de beisbol celebrando el rompimiento de los records establecidos por los deportistas en sus clubs. Eso soy. El mejor bateador de mujeres. Con marcha perfecta en divorcios.

En las otras bolsas que arroje después al contenedor estaban mis agendas. Daba razón exacta de los avances con cada una de mis conquistas. Las fechas que nos conocimos, las veces de citas y hasta la fecha en que no volvimos a salir.

Reparadas en signos, las agendas, para que si caían en manos extrañas no pudieran entenderlas. La piedra roseta de interpretación es por los colores.

Azul, si sólo fue un beso. Rosa, si sólo hemos paseado de la mano y bebimos una botella de vino tinto.

Rojo es todo. Naranja, lindo sexo oral. Negro, obviamente lo hicimos cuando estaban presentes sus lunas.

Me resultó casi imposible desprenderme de mi grabadora de radiocasete. Y de los casetes.

El audio de nosotros dos cohabitando.

Era lo último que conserve y que me resultaba pesadísimo desecharlo.

Mi primera esposa se marchó de casa.

Hizo la maleta enojada y me dijo que jamás volvería conmigo.

Que aún no entendía cómo le había convencido para estar con una persona tan perdedora. Sin ambiciones. Que bien simple podía tener una pareja a la estatura de su estrato social. Que le pondría casa y carro a la puerta. Y no el carro de la empresa donde presto servicios profesionales.

Que te vaya bien, le dije. Sólo cierra y échale la llave desde afuera. Parece que una banda de ladrones ha estado haciendo de las suyas en el barrio.

Creo que ella esperaba que le rogara.

Que le suavizara el oído con promesas como “todo va a cambiar” y “vamos a estar mejor”.

Eso no iba a suceder.

La sutileza no va conmigo.

Ante la sospecha, siempre evito construir castillos de arena .

 

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