Suscribete
 
1104 18 Julio 2012

 

Historias e histerias
Eligio Coronado

Monterrey.- Cuando queremos comunicarnos con los demás, pero no tenemos nada que decir, inventamos un cuento. De esa manera tenemos algo que decir, aunque no sea cierto. Y es que en un cuento no importa si lo que se dice es verdad o es mentira, sino cómo se diga. Luego, para nuestra sorpresa, algunos cuentos se vuelven realidad: se publican, se leen, se comentan y se integran a la cultura reciente de la ciudad. Entonces ganamos fama como mentirosos profesionales, pero la gente, en su infinita bondad, nos llama eufemísticamente: "escritores".

Procedente de un taller de Paty Laurent, Historias e histerias* rescata veintiocho cuentos (de dieciocho autores) donde destacan tres elementos fundamentales: el placer de narrar, la convicción de crear ficciones creíbles y una imaginación desbordada.

Hallamos aquí encuentros amorosos y eróticos, una variante de la conocida fábula de la hormiga y la cigarra, una carta al padre fallecido, unas misteriosas flores que alivian una soledad, cuatro encuentros con la muerte, un vecino que se vuelve multihomicida, una maestra que intenta promover la lectura pero acaba promoviendo el erotismo, un encuentro con la fe, una paralítica que cuenta sus desventuras desde el hospital, una semblanza de un perdedor, una mujer que se vuelve dependiente de la televisión a causa de su matrimonio insatisfecho y dos amantes que descubren que se conocieron en otra vida.

¿Convencen todas estas historias como cuentos? La mayoría sí. Por ejemplo, en "La noche que lo vimos llegar" (de Aidé Cavazos González), donde una pareja norteamericana acoge a un joven ilegal llamado Abel, la mujer que lleva la voz narrativa va revelando su insatisfacción: "Aún no cumplía mis cincuenta años y tenía más de diez de no ir a bailar, a escuchar música. Harry siempre estaba cansado" (p. 8).

Se advierte de inmediato que ella intentará seducir al recién llegado, lo cual se percibe al final: "Abel va a disfrutar de un masaje mientras está en la tina. (...) Me senté en el borde de la tina y con una esponja acaricié todo su cuerpo. (...) Después de un rato, Harry trajo la pijama de seda pero, al ver mi ropa en la alfombra, la dejó en el sillón de la entrada" (p. 10). La autora no lo dice, pero es fácil intuir que en ese mismo momento, Harry, el marido de sesenta y ocho años, acaba de darse cuenta que ya fue reemplazado.

Y en el cuento "Flores para Lupe" (de Jacobo Hernández), una solterona de cuarenta y tres años comienza a recibir flores de un desconocido, lo cual despierta suspicacias, pero después de tres años los efectos son sorprendentes. Primero, en el trabajo deciden no despedirla: "Decían requerir a alguien más joven, con mayor empuje. Pero cuando una persona recibe tantísimas flores (...), debe tratarse de una persona distinguida (...) y (...) le dieron la planta" (p. 51). Luego, en lo personal, sus expectativas son otras: "el olor a flores, era ya una certitud en la oficina, en su auto, en su casa. (A Lupita) Ya no le causaba ansiedad envejecer" (p. 53). Por último, en lo social también se produce un impacto: "Los que aspiraron ese aroma y vieron un cambio en Lupita, se olvidaban un poco de la violencia en la ciudad, les parecía más interesante el tema de las rosas" (p. 53). En este cuento nunca se revela el nombre del admirador secreto pero, tomando en cuenta los magníficos resultados, esa identidad puede continuar en el misterio.

Finalmente, en el mejor cuento de todos: "Yo pensé que era amor" (de Adriana Flores), un joven de nuestro tiempo advierte que ya había conocido a su actual pareja varios siglos atrás: "en mi otra vida hice mucho daño. Era un sacerdote poderoso encargado de los juicios en la Santa Inquisición" (p. 44), pero ahora está arrepentido: "Tú debiste de ser una bruja maravillosa en aquella época y ante tu negativa no me quedó más remedio que lastimarte, por favor perdóname" (p. 45).

De pronto, el joven enferma y ella lo lleva al hospital. Poco después, la chica es torturada por terribles pesadillas, hasta que la abuela, convertida en ángel, se le aparece y le pide que lo perdone. La chica lo hace y "Al instante, en el hospital él murió al fin y ella logró conciliar el sueño nuevamente" (p. 46). Como puede verse, en este cuento hallamos dos momentos en el tiempo de una misma historia que concluye trágicamente o, dicho de otro modo, una tragedia actual gestada en otra vida y en otro tiempo.

Del resto de los autores incluidos en este volumen, me resultan promisorios: Claudia Solano, Frank Guerrero, Marisa Avilés, Jorge Gómez, Rocío Cárdenas, Felipe J. Michel, Georgina Farías, nuestro ya conocido Juan Manuel Carreño y Hortencia Delgado Flores. ¿Habrá futuro para ellos? Sólo si perseveran y el desencanto no les seca la pluma.

* Varios autores. Historias e histerias. Antología de cuentos. Monterrey, N.L.: Letras Regias, 2012. 72 pp.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 


15diario.com