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1106 20 Julio 2012

 

Chaplin, la democracia y los derechos
Ismael Vidales Delgado

Monterrey.- El célebre activista libertador de Sud África, Nelson Mandela, dijo en un discurso pronunciado en Ushuaia, Tierra del Fuego, Argentina, en 1998: “Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamento cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento”.

El concepto de democracia surgió en Atenas para designar un sistema de gobierno en el que las decisiones eran tomadas por una asamblea de ciudadanos y no por el rey. 

Hoy la democracia es un sistema político en el cual las decisiones de gobierno son tomadas por el pueblo mediante mecanismos de representación y participación directa o indirecta.

Es también una forma de convivencia social en la que todas las personas tienen categoría de ciudadanos libres e iguales ante la ley y las relaciones entre las personas y las instituciones se dan con apego al Estado de derecho.

Durante muchos años la democracia ha sido el sueño de los hombres libres, y aunque se le reconocen imperfecciones y limitaciones, sigue siendo la mejor opción como forma de vida humana y como sistema de gobierno para los países.

La construcción de la democracia ha seguido un proceso histórico de varios siglos, en el que las aportaciones de pensadores como Rousseau, Metesquieu, Lincoln y países como Francia, Inglaterra y Estados Unidos han sido altamente significativas, logrando incorporar a este proceso conquistas como: la abolición de la esclavitud, el sufragio universal, los partidos políticos, el voto de la mujer, la división de poderes, los derechos humanos, entre otros importantes logros ciudadanos.

En 1940 Charles Chaplin estrenó aquella impresionante joya de la cinematografía titulada “El Gran Dictador”, película que le ha dado una lección a la humanidad. Una lección de democracia y libertad, y un camino a seguir. Una lección sobre lo que son los derechos humanos. La película es la historia de un barbero que en una cacería de patos es confundido con el dictador de Tomaína: Hynkel. El barbero más tarde toma la identidad del dictador y tiene que pronunciar un discurso cuyo texto es el siguiente:

"Lo siento, pero no quiero ser emperador. No es lo mío. No quiero gobernar o conquistar a nadie. Me gustaría ayudar a todo el mundo -si fuera posible-: a judíos, gentiles, negros, blancos. Todos nosotros queremos ayudarnos mutuamente. Los seres humanos son así.

Queremos vivir para la felicidad y no para la miseria ajena. No queremos odiarnos y despreciarnos mutuamente. En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede proveer a todos.
El camino de la vida puede ser libre y bello; pero hemos perdido el camino. La avaricia ha envenenado las almas de los hombres, ha levantado en el mundo barricadas de odio, nos ha llevado al paso de la oca a la miseria y a la matanza. Hemos aumentado la velocidad. Pero nos hemos encerrado nosotros mismos dentro de ella. La maquinaria, que proporciona abundancia, nos ha dejado en la indigencia. Nuestra ciencia nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y faltos de sentimientos. Pensamos demasiado y sentimos demasiado poco. Más que maquinaria, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, necesitamos amabilidad y cortesía. Sin estas cualidades, la  vida será violenta y todo se perderá.

El avión y la radio nos han aproximado más. La verdadera naturaleza de estos adelantos clama por la bondad en el hombre, clama por la fraternidad universal, por la unidad de todos nosotros. Incluso ahora, mi voz está llegando a millones de seres de todo el mundo, a millones de hombres, mujeres y niños desesperados, víctimas de un sistema que tortura a los hombres y encarcela a las personas inocentes. A aquellos que puedan oírme, les digo: "No desesperéis".

La desgracia que nos ha caído encima no es más que el paso de la avaricia, la amargura de los hombres, que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará, y los dictadores morirán, y el poder que arrebataron al pueblo volverá al pueblo. Y mientras los hombres mueren, la libertad no perecerá jamás.

¡Soldados!  ¡No os entreguéis a esos bestias, que os desprecian, que os esclavizan, que gobiernan vuestras vidas; decidles lo que hay que hacer, lo que hay que pensar y lo que hay que sentir! Que os obligan ha hacer la instrucción, que os tienen a media ración, que os tratan como a ganado y os utilizan como carne de cañón. ¡No os entreguéis a esos hombres desnaturalizados, a esos hombres-máquina con inteligencia y corazones de máquina!

¡Vosotros no sois máquinas! ¡Sois hombres! ¡Con el amor de la humanidad en vuestros corazones!  ¡No odiéis! ¡Sólo aquellos que no son amados odian, los que no son amados y los desnaturalizados!

¡Soldados! ¡No luchéis por la esclavitud! ¡Luchad por la libertad!

En el capítulo diecisiete de San Lucas está escrito que el reino de Dios se halla dentro del hombre, ¡no de un hombre o de un grupo de hombres, sino de todos los hombres! ¡En vosotros! Vosotros, el  pueblo tenéis el poder, el poder de crear máquinas. ¡El poder de crear felicidad! Vosotros, el pueblo, tenéis el poder de hacer que esta vida sea libre y bella, de hacer de esta vida una maravillosa aventura. Por tanto, en nombre de la democracia, empleemos ese poder, unámonos todos. Lucharemos por un mundo nuevo, por un mundo digno, que dará a los hombres la posibilidad de trabajar, que dará a la juventud un futuro y a los ancianos seguridad.

Prometiéndoos todo esto, las bestias han subido al poder. ¡Pero mienten! No han cumplido esa promesa. ¡No la cumplirán! Los dictadores se dan libertad a sí mismos, pero esclavizan al pueblo. Ahora, unámonos para liberar el mundo, para terminar con las barreras nacionales, para terminar con la codicia, con el odio y con la intolerancia. Luchemos por un mundo de la razón, un mundo en el que la ciencia y el progreso lleven la felicidad a todos nosotros. ¡Soldados, en nombre de la democracia, unámonos!

Hannah, ¿puedes oírme?  ¡Dondequiera que estés, alza los ojos! ¡Mira, Hannah! ¡Las nubes están desapareciendo! ¡El sol se está abriendo paso a través de ellas! ¡Estamos saliendo de la oscuridad y penetrando en la luz! ¡Estamos entrando en un mundo nuevo, un  mundo más amable, donde los hombres se elevarán sobre su avaricia, su odio y su brutalidad! ¡Mira, Hannah! ¡Han dado alas al alma del hombre y, por fin, empieza a volar! ¡Vuela hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza! ¡Alza los ojos, Hannah! ¡Alza los ojos!”

 

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