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1107 23 Julio 2012

 

Harta de comer lo mismo
Gerson Gómez

Monterrey.- La grandeza de las ciudades no se mide por lo anchura de sus calles, la rapidez para transitarlas, o la bravura histórica de los habitantes, frente al acoso de los elementos climáticos.

O del tesón de los empresarios para desarrollar sus capitales; esos en cualquier instante queman las naves, se marchan a Florida o a Nueva York y no miran para atrás.

La grandeza, con elementos de medición justos, en las ciudades respetables, proviene del entrañable disparo de los alimentos, lo elaborado de su preparación, la magnificencia de las banderas de los restaurantes y cocinas.

Por eso Monterrey sigue siendo sin identidad definida: patizamba y carente de refinación. Obesas las avenidas, derramadas con autos chatarras. Llenas de alimentos sin la menor importancia: hamburguesas, tacos de carne asada, de trompo y guisos marinos.

Te entiendo perfectamente, Concepción. Desde la primera semana en tu estadía, ya estás harta de comer lo mismo. La nula buena presentación. Nada a tres tiempos. Todo en un mismo plato. Eso sí, magras las porciones.

Ingieres los alimentos con rapidez en el comité estatal del PAN. Para regresar a las labores. Hay tanto por hacer, en apariencia. Sin pérdida de tiempo. Con el agobio de la digestión, ves dormitar a las chicas de recepción y a los intendentes.

Mientras la presidenta del partido juega té canasta con sus amigas de la secundaria, en el Club Campestre.

No te preocupaba mucho ello. Tú estás para realizar la chamba. Te vale madre cómo se la lleven los demás. No has venido a hacer nuevos amigos.

Encerrada en el despacho, en la penumbra, la música ambiental suavecita, colándose por los sillares, conversas en el micr y el mesanger con tus amigos de la fundación.

El minisplit es insuficiente aun encendido a la máxima velocidad.

Les pides te visiten en breve, para ir de compras a McAllen. Ya te has ido mimetizando con el pensamiento del regiomontano, y lo detestas.
Los llevaras con muchísimo gusto, en la camioneta asignada con el chofer. Se quedaran a pasar el fin de semana de shopping en el mall.

Además quieres presentarles al chico con quien sales desde hace semanas y te tiene encantada con la conversación, las lecturas densas y pastosas, las armas de combate para el aburrimiento.

Su nombre es poco raro, te lo mencionan, como si nos dijeras se llama el Chapulín Colorado. Sí, pero es una maravilla en la cama, además un caballero, lo primero, como solo sucede en provincia, me presentó a su mamá.

Creo que va en serio. Sólo necesito quitarle un poco lo ranchero. Domesticarlo. Volverlo de mundo. Llevarle a comer y vestirlo como es debido. No con garras de adolescente fresa. Le hace falta el roce de la capital. Departir en los restaurantes de San Ángel, Polanco y las noches salvajes en la Condesa.

Y sí, necesita volar un poco más alto. Salir de los sábados de futbol en el estadio Tecnológico.

Alimentación variada, no sólo lo ofrecido en los puestos de comida rápida de la avenida Garza Sada.

 

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