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1145 13 Septiembre 2012

 

ANÁLISIS A FONDO
La lengua de Carstens
Francisco Gómez Maza

¿Qué la mesa está puesta? Mentira
Nada crece por decreto, don Agustín

Ciudad de México.- Harta ligereza e irresponsabilidad, demostró el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, cuando afirmó ayer, en el seminario anual de Moody’s,  que "La mesa está puesta en México para que la economía pueda crecer a tasas de 6%".

El señor Carstens no parece ser un connotado economista del mismísimo Fondo Monetario Internacional (FMI) y seguro que no está en contacto con sus colegas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Según el banquero central, para detonar el crecimiento económico sería importante realizar reformas en los sectores eléctrico y petrolero, para que participe la iniciativa privada. Bien que participase ésta, pero su sola participación no garantiza nada. Ya está comprobado. Los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari desmantelaron al Estado y lo arrinconaron, despojándolo de su participación en áreas estratégicas de la producción nacional, precisamente para que la planta en manos de los empresarios particulares detonara el crecimiento la economía. Y qué pasó. Que el proceso productivo siguió y sigue estancado. Ni los gobiernos panistas lograron detonar la actividad y eso que estuvieron en el poder para privilegiar a los magnates del sector privado. Faltó algo muy determinante.

La economía sigue paralizada y sólo ha dado pingües ganancias a un reducido grupo de las grandes y globalizadas empresas, pero la mayoría de las medianas y pequeñas, que son las que llevan el peso del aparato económico, continúan en graves problemas y no logran salir adelante, más que para mantenerse a flote. Son las que crean más empleos, pero ni esto, pues al momento de que el señor Felipe Calderón entregue la silla presidencial habrá por lo menos unos 2 millones de personas sin ninguna oportunidad de trabajar y un millonada (por lo menos unos 25 millones) refugiados en la economía subterránea, porque no tienen oportunidad de un puesto de trabajo dentro de la economía formal, lo que significa una enorme pérdida de ingresos fiscales para el Servicio de Atención Tributaria.

La economía no se activa o se reactiva por decreto. Responde, si hemos de darles la razón a los economistas clásicos, a los propios del FMI, de la OCDE y el Banco de México y la Secretaría de Hacienda, a las fuerzas del mercado. Inversiones es lo que se requiere y un clima estable de seguridad pública, por lo menos, para que los inversionistas decidan poner en juego sus capitales. Y en México ha ocurrido el fenómeno perverso de la desinversión, sobre todo por la violencia criminal. En el norte del país, principalmente, cientos de empresarios han tenido que cerrar sus negocios y volar a Estados Unidos porque nadie les garantiza que un día de estos no serán secuestrados o asesinados a mansalva.

No es cierto, señor Carstens, que las reformas estructurales sean indispensables, como usted lo afirma, para atraer inversión e incrementar la productividad. La inversión se atrae por la confianza, principalmente. Y la productividad se obtiene mediante una tecnología de avanzada, bienes de capital de primera, eficientes, de los cuales no dispone la planta productiva. Y, sobre todo, estimulando a la fuerza de trabajo con salarios justos, prestaciones atractivas, seguro social, entre otros, para que los trabajadores trabajen con entusiasmo y se sientan parte del aparato y no simples peones explotados. Se requiere que se pongan la camiseta de la empresa, como ocurre en los países orientales, en donde trabajar es ser parte de la patria. Cómo querer que los trabajadores sean eficientes con sueldos que apenas alcanzan para vivir modestamente. Ninguna oportunidad de esparcimiento. En la alicaída economía española, los trabajadores gozan de muy placenteras vacaciones cada año, por poner un ejemplo.

Que el sistema financiero puede (“podría”, señor, es el tiempo verbal correcto) apoyar al crecimiento con cerca de 0.5%, claro que podría, pero si tuviera un mínimo de confianza en el país. Los bancos, por decir, mandan sus ganancias a sus casas matrices en el exterior.

No leyó el señor Carstens el primer análisis económico entregado este martes por el secretario ejecutivo de la OCDE, José Ángel Gurría Treviño, al presidente electo, Enrique Peña Nieto, ni ha leído las encuestas que la propia institución que gobierna levanta mes a mes entre los expertos económicos del sector privado.

De acuerdo con los economistas del organismo dirigido por Gurría Treviño, casi toda la brecha entre México y los países miembros de la OCDE proviene de una menor productividad laboral. Y, léalo por favor, señor Carstens, la estimación de ese club indica que la aplicación de un programa “moderado” de reformas podría elevar sólo alrededor de medio punto porcentual el crecimiento potencial de México, que actualmente se ubica en cerca del 3% anual. Esto gracias a una contribución positiva y cada vez mayor de la productividad, que en los últimos años ha sido más bien negativa.

Estas tasas de crecimiento podrían elevarse sólo hacia niveles del 4% anual sostenido o más, en el mediano plazo, en función de la intensidad de las reformas, especialmente si la calidad de la regulación de México superara el promedio de la OCDE y se acercara a la de las economías con mejor desempeño de esa Organización. Un avance de tal magnitud contribuiría a elevar el ingreso per cápita, de su nivel actual, cercano a una cuarta parte del de Estados Unidos, a casi la mitad del nivel estadounidense, pero… sólo al final del horizonte de proyección del año 2030.

Así que, no se diga más señor Carstens. Pareciera que trata usted de congraciarse. Equívocamente por cierto, con el señor Peña Nieto, diciendo cosas que no tienen sustento. La clave, la clave del crecimiento es el impulso de la productividad. Ésta es una gran verdad. Pero los políticos vienen diciendo lo mismo desde que se instauró en México en modelo ordenado por el Consenso de Washington y de los muchachitos de Chicago. Y no sólo no hemos avanzado, sino que vamos como el cangrejo.

Las teorías económicas de crecimiento se refieren al crecimiento de la producción potencial, o nivel de producción de pleno empleo. De acuerdo con los mismos clásicos, hay tres tipos de interpretaciones con respecto a las causas del crecimiento económico: la primera nos dice que la economía crece porque los trabajadores tienen cada vez más instrumentos para sus tareas, más máquinas; es decir, más capital. La clave del crecimiento está en la inversión. La segunda, que los trabajadores con un mayor stock de conocimientos son más productivos y con la misma cantidad de insumos son capaces de obtener una mayor producción. Entonces la clave sería la educación, que incrementaría el capital humano, o trabajo efectivo. Y por último, que la clave está en obtener mejores formas de combinar los insumos, máquinas superiores y conocimientos más avanzados. Progreso tecnológico, señor Carstens.

analisisafondo@cablevision.net.mx

 

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