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1156 28 Septiembre 2012

 

¡Don Porfirio vive!
Miguel Treviño Rábago

Reynosa.- Amanece. Miles de trabajadores ponen en movimiento el país. En otro extremo de la ciudad las fuerzas armadas se disponen a llevar a cabo un enorme operativo.

Hoy no saldrán a las calles a combatir a la delincuencia organizada: las instrucciones son cercar y reprimir a miles de trabajadores y trabajadoras que protestan por una "Reforma Laboral" que los despoja de todo. Sus salarios se desploman y achican, sus horas de trabajo se reducen, su planta laboral se pierde, sus servicios médicos se cancelan, su antigüedad en el empleo desaparece y su jubilación tan esperada ya no llegará. Están despedidos sin previo aviso y sus dizque líderes sindicales se han quedado mudos. Las calles se llenan de barricadas con hombres armados que van a sofocar su rebelión llena de coraje y furia; están bien pertrechados. Los trabajadores en cambio, ya no tienen nada, porque 500 diputados los despojaron de todo.

El incendio. Ahora las fuerzas armadas han volteado sus armas. Ya no apuntan a los delincuentes. Ahora apuntan contra los trabajadores. El presidente en turno se había inventado una guerra para sostenerse en el poder. Esa guerra supuestamente era contra la delincuencia organizada. Ahora en víspera de tomar el poder un nuevo presidente, también se inventaba una guerra, pero contra los trabajadores del país. ¿Cuál era el afán de incendiar el país, si ya la ciudadanía había reprimido su furia e indignación por dos fraudes electorales consecutivos? ¿Qué sentido tenía enardecer a millones de obreros y obreras arrebatándoles lo único que les quedaba que era su trabajo mal pagado. ¿A quién se trataba de complacer con esas salvajes medidas dignas del porfiriato? ¿Nadie se ponía a pensar que podían desatar un estallido social o una nueva revolución con graves consecuencias para todos?

Pago de favores. Trepados y blindados en sus torres de marfil, los dueños multimillonarios del país, exigían que se les cumpliera lo prometido: una "Reforma Laboral" a modo. Un retroceso al sistema de explotación donde los patrones deciden acerca de todo. Lo que menos les importa es el trabajador o la trabajadora. Reunidos con los presidentes saliente y entrante, exigían a gritos el pago de los favores otorgados a través de miles de millones de pesos que se gastaron para derrotar a una "izquierda" mexicana muy sui géneris. Aparentemente muy agresiva, pero al mismo tiempo muy colaboradora. La mejor prueba de ello es que el "líder" que hasta hace días la encabezaba, había desaparecido y ahora abandonaba a su suerte a millones de trabajadores a punto de perderlo todo.

La farsa. Los 500 diputados recién electos, que había prometido "sacrificar" hasta su vida por sus votantes, ahora entre risas y burlas, esperaban el momento de levantar la mano aprobando la masacre laboral. Las nuevas leyes establecían que el patrón pague el salario que le venga en gana. Que pague por horas. Que contrate a su gusto y modo y que despida a según sea su humor y capricho. Que no cubra prestaciones como atención médica, maternidad, vivienda, salarios caídos y de pilón ni siquiera que nadie le pueda estallar una huelga en su centro de explotación... perdón, de trabajo. Todo el aparato legislativo estaba contra el obrero y la obrera; todas las prerrogativas y ganancias para los patrones. ¿Sería eso la justicia social que andaban prometiendo en sus campañas políticas apenas hace tres meses?

El control. Para tomar medidas más efectivas de control del voto ciudadano, los hombres del poder y del dinero decidieron escarmentar a los que los hicieron sudar frío. Ya merito se trepaba a la silla presidencial un "izquierdista". Los dolores de cabeza, la gastritis, el miedo y diarrea los habían vuelto casi locos en los días previos a la elección. Bien decía un líder del oriente lejano: el miedo es el arma más poderosa. Ahora habían tomado la determinación de no sufrir más sobresaltos. La decisión que tomaron era "darles una lección" a los revoltosos que gracias a ellos tenían trabajo y sobras de comida. La única vía era "castigarlos" con nuevas leyes que los pusieran a temblar antes de votar en contra de ellos, los dueños de dinero. Así, exigían a los dos presidentes, presionar al Congreso para la aprobación que una "Reforma" que pusiera de rodillas a millones de trabajadores. Y la exigían ¡ya!

La venganza. Cegados por la ira, la clase patronal del país, en contubernio con líderes sindicales, diputados y senadores, jerarcas de la Iglesia monopólica, dueños de medios enchufados en las nóminas gubernamentales, periodistas corruptos, líderes de partidos sin ideología ni dignidad, pusieron manos a la obra. Pero si al principio pensaron que iban a desactivar y desarticular una clase trabajadora muy politizada, pronto se darían cuenta que el efecto resultante era todo lo opuesto. Su agresión salvaje, cínica y descarada, era como gasolina arrojada a unas llamas que no habían terminado de extinguirse. La clase trabajadora estaba reaccionando como ya sucedía en España y en muchos países de Europa. El grito de ¡No pasarán! empezaba a resonar en todas las plazas y calles de México.

El dilema. Ahora la crisis alcanzaba ya hasta las fuerzas armadas. Las opciones de asesinar delincuentes o disparar contra sus hermanos trabajadores los ponía contra la pared. Una cosa era tirar contra gente armada y otra muy diferente accionar sus armas contra hombres y mujeres que defendían su trabajo y el pan de sus hijos. Y la pregunta se repetía: ¿cuál era el afán de incendiar el país ya de por sí ensangrentado, con 80 mil muertos producto de una guerra inventada por una mente perversa y alterada?

Otra imposición. Tal como lo habíamos pronosticado, Elba Esther Gordillo, la propietaria del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), impuso como nuevo líder de la Sección 30 en Tamaulipas a su incondicional Rafael Méndez Salas, que venía fungiendo como Secretario de Fiananzas y es Presidente del Partido Nueva Alianza (Panal) en Tamaulipas, también propiedad de la corrupta y multimillonario lidereza. Lo más triste y vergonzoso de todo, es que 800 delegados del magisterio no fueron capaces de oponerse la sacrosanto capricho de esa mujer que también a ninguneado a todos los presidentes del país, después de que Carlos Salinas de Gortari la impusiera vía "dedazo" desde 1988 en la cúpula del SNTE.

Para terminar, le comento que Pemex y la PGR sólo hablan de muertos y heridos en la explosión en instalaciones de un Complejo de Gas ubicado en Reynosa, Tamaulipas. Pero curiosamente no aceptan que se hable de "desaparecidos", a pesar de que muchas familias exigen la presentación vivos o muertos de sus padres, hijos, hermanos, sobrinos, etcétera; que aseguran se encontraban laborando ese día en el complejo petrolero y que es fecha que no aparecen por ningún lado. Nadie les puede dar una explicación satisfactoria y convicente. ¿Acaso simplemente se esfumaron? ¿Por qué no hablar con la verdad y explicarles que fue de tal magnitud el estallido que sus cuerpos se desintegraron, pulverizaron o carbonizaron? ¿Por qué en este país le tenemos tanto miedo a la verdad?

trabago49@hotmail.com            
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