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1165 11 Octubre 2012

 

CRÓNICAS PERDIDAS
Estoy caliente
Gerson Gómez

Monterrey.- En la lejanía física, tengo la sensación extraña de echar de menos la ciudad. En la borrachera, entra la nostalgia, los fantasmas adormilados despiertan.

Llorar en el hombro de una desconocida, ridículo. Descifrando la voz con los tragos. Declamar amor, sin rumbo fijo, a la menor provocación, mirada, mueca o manera de sentarse.

Antes les llamaba a mis ex. Sólo para insultarlas. Por haberme privado de sus cuerpos y caricias. La culpa de ellas, subvertido en la simbiosis perfecta de Hulk y El Viejo Paulino. Entrón y jalador. Galopando detrás.
Con la cruda te pagó, sin la embriaguez, te estoy debiendo.

Me levanté de la cama a las dos de las tarde, sin apuros, para ir a buscar empleo otra vez. Marisa, la romie de mi chica, sentada viendo el televisor. Por lo menos, contamos Kimosabi, con servicio de televisión de paga. Nos convierte en islote en medio de la nada.

La chica toma café. Bien cargado. Negro supongo. Está en posición de flor de loto sobre el sillón. Me sigue con el rabillo de la mirada.

¿Quieres café?

El PH cambia, le dije, si se consume demasiado. El sudor y el sabor del sexo, también.

La ropa interior, usada para descansar, oscura. Lo noté perfectamente, al sentarme a su lado. Ahora ofrecen un programa especial de detectives médicos, me dice. Investigan el presunto asesinato de una estudiante finlandesa, de intercambio, en la Universidad de California. Todo apunta al jefe de turno de la seguridad interior. Escucho interesado falsamente. Estoy excitado. Creo lo habrá ya notado.

Estamos solos. Las oportunidades sólo se dan una vez en la vida. Depende de uno mismo tomarlas o ignorar. Aún no lo he decidido.

Olvidé mencionarlo: Marisa es abogada. Sin muchas luces en la cabeza. Pero con el dinero de sus seniles padres viviendo en California, el usufructo de varias hectáreas de agave azul, base principal para la fabricación de tequila y diversos destilados etílicos.

Marisa puede llegar lo bastante tarde, como yo, aun buscando vacante, a la oficina.

Abrir la puerta, escuchar los mensajes de la secretaria, los asuntos pendientes. Desahogar las diligencias.

Si fuera de carácter urgente, le habrían llamado al móvil. Entonces ella se da la mitad del día libre. Para recuperarse también.

En esta geografía hay sólo un bar decente y juvenil, para ligar o para perder el tiempo.

En ello nos parecemos, un poco. Bueno, casi. Por lo menos a mí no me ha puesto la mano encima.

Coloco las piernas sobre la mesa de centro. Estoy cansado, le digo.

Sigue absorta en el monitor. Desdobla las piernas. Puesta en pie. Pasa por encina. Va a la cocina. Escucho sin voltear. Trato de hacerme el interesante. Acerca el termo humeante.

Bebe, dice. Obedezco instintivo. Jamás desoigo los imperativos de una dama. Incluso si es fea. Son consejos bien intencionados. Dardos al corazón.

Salta por encima. Regresa a su sitio. Recupera la atención en la pantalla. Corre el brazo por mi espalda. Masajea sutil, luego vigorosa. Ayuda bastante a relajar la tensión. Libera oxígeno en el torrente sanguíneo.

En la pantalla, los investigadores han descubierto la pieza clave para desenmarañar el caso completamente. Procesar a los implicados.

Luminol, examen de adn, huellas de neumáticos y polvo en los zapatos. Es asombroso. La voz del narrador menciona la aplicación de pena capital al culpable. Luego el anuncio del siguiente programa, al aparecer los créditos finales.

Me voy a la ducha, le digo a Marisa. Te acompaño, contesta. El brebaje ha resultado eficiente, desde el primer trago.

Estoy caliente.

 

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