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1187 12 Noviembre 2012

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Comparando las elecciones
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- La forma en que se resolvieron las elecciones en los Estados Unidos– con evidencia sobre votos que proporcionaron las encuestas de salida de distintos medios de comunicación, con el mensaje de reconocimiento del candidato perdedor, sin mayores quejas o impugnaciones por irregularidades, provocó entre varios opinadores la tentación de comparar con lo sucedido en México en las últimas cinco elecciones presidenciales.

Si de hecho todo intento de comparación es limitado, en este caso se puede afirmar que no estamos comparando fenómenos similares. Las elecciones presidenciales norteamericanas se vienen celebrando con toda regularidad desde la época en que se integraron como país, con un sistema de elección indirecta mediante un Colegio Electoral, en el que se congrega la representación delegada de cada uno de los estados (una representación proporcional), que no se ha modificado gran cosa a través de los siglos.

Además de esta larga estabilidad del sistema de elección, los norteamericanos cuentan con por lo menos dos instituciones que orientan y regulan; sobre aspectos técnicos electorales (la U.S. Election Assistance Comission) y una que se concentra específicamente en los aspectos financieros de las campañas (The Federal Election Comission). Estas comisiones cuentan con prestigio y confianza.

Ante esta longeva estabilidad de procedimientos e instituciones en los Estados Unidos contrasta la dinámica de cambio que ha caracterizado al sistema electoral mexicano desde hace décadas. Los sistemas de representación, las leyes electorales, las regulaciones de los partidos y de las instituciones electorales se han modificado con alta frecuencia. De allí que cada elección, de las celebradas por lo menos desde 1988, se ha realizado con disposiciones y normas que se aplican por primera vez en un evento electoral.

Otra diferencia importante es que la correlación de las fuerzas políticas  en los Estados Unidos se ha estabilizado por mucho tiempo y se expresa a través de dos grandes partidos. Es un sistema bipartidista con dos partidos cuya conformación tiene también siglos. Las terceras opciones prácticamente no pintan, a pesar de los intentos de candidatos independientes.

En México las fuerzas políticas son más diversas y dispersas. Aunque los dos partidos más antiguos (el PPAN y el PRI) tiene más de 70 años de existencia, existen otras fuerzas políticas que tienen presencia a nivel nacional en las décadas recientes. La actual variedad de opciones políticas contrasta con la situación de hace cuarenta años cuando el sistema político mexicano se clasificaba como de partido dominante.

Un aspecto determinante es el del financiamiento de las campañas. Mientras que en los Estados Unidos las aportaciones de los ciudadanos llegan a representar una porción importante del gasto de las campañas, en México el financiamiento público debe prevalecer. 

Las diferencias entre los sistemas y prácticas electorales de México y los Estados Unidos van mucho más allá, tan distantes como diferente es la realidad en la cultura cívica, en el manejo de los recursos económicos y en la forma de hacer política. Con reelección en los Estado Unidos y el tránsito prolongado entre puestos de elección en México.

Pero cuando la competencia electoral es cerrada hasta los norteamericanos entran en complicaciones. No hace mucho, en el año 2000, los hermanos Bush, uno como candidato presidencial y el otro como gobernador de Florida, protagonizaron un escándalo electoral que tuvo que ser resuelto por la Suprema Corte de justicia. El triunfo se le reconoció a Bush con un voto electoral de diferencia. Un voto, de entre 538 en el Colegio Electoral.

También vale la pena señalar que la llegada a la presidencia de Barak Obama, de un afroamericano, es algo que hace cincuenta años era impensable o inimaginable. Todavía en los años sesenta del siglo pasado, las prácticas discriminatorias eran fuertes y frecuentes en varios de los estados sureños de la Unión American. La Ley de derecho al voto de 1965 prohibió las prácticas discriminatorias en el derecho al voto de los afroamericanos.

Un aspecto pintoresco es la actuación y presencia pública sobredimensionada del IFE y la casi imperceptible presencia de los organismos electorales de los Estados Unidos.

 

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