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1197 26 Noviembre 2012

 

Violencia contra las mujeres
Nora Carolina Rodríguez

Monterrey.- En particular, no me gusta cómo se conmemora esta fecha, me parece que la violencia no se combate con exhibiciones de ojos amoratados o sangre.

Este año vi por ahí en la web una fotografía italiana que mostraba una plaza con montones de pares de zapatos rojos y les sugerí a mis alumnas realizar un performance semejante en la escuela.

Estuvieron de acuerdo y me di a la tarea de conseguir algunos zapatos que las vecinas ya no quisieran. Además encontré tirados en la calle algunos otros y, con pintura roja en mano, me dispuse a pintarlos. Ricardo me ofreció hacerlo pero le dije que no, que yo debía hacer eso.

Mientras los pintaba, empecé a pensar en los que encontré; me preguntaba de quién serían... ¿se los botaron a alguien?, ¿por qué sólo estaba un zapato de cada pie y no el par?, ¿por qué los tiraron?

Mientras esto pensaba, algunas gotas de pintura roja cayeron dentro del zapato y esto fue impactante para mí. Me dio la impresión de que pudiera ser sangre y el trabajo empezó a tener otro significado.

Pensé en Dulce María García Lazcano, que fue golpeada por un jugador del club América, Raúl Alonso Jiménez, la semana pasada, y el tipo recibió del presidente una medalla por su participación en los juegos olímpicos de Londres 2012, la cual se le entregó después de golpear a la muchacha y ser demandado penalmente por ella. Él siguió jugando en la liguilla en el juego América-Toluca, como si nada hubiera pasado.

También me acordé de Betty,  una vecina que el otro día llegó muy asustada porque su esposo la amenazó de muerte apretándole el cuello. Después el esposo pidió perdón y ella decidió quedarse con él, porque su situación económica es muy holgada y sus hijos están acostumbrados a una vida de comodidades, el colegio, el club deportivo, amén de ciertas amenazas respecto a un poder notariado que ella le firmó para que su empresa funcione a nombre de ella. Le dijo que podría llevar a la quiebra el negocio y ella iría a dar a la cárcel.

Estos son sólo dos casos y dejo de lado -obviamente- los 4 mil 112  feminicidios que se han acumulado en el país en los últimos seis años. Dejo de lado los montones de mujeres abandonadas, faltas de educación, de trabajo, de cuidado, es decir, la pobreza feminizada.

No lo dejo de lado por no ser importante, sino porque no terminaría de contar. La guerra contra el narco ha permitido la confusión de crímenes que pudieran ser de esa naturaleza con feminicidios que, catalogados como simples muertes sin investigar, pasan a la carpeta de ineptitud, corrupción e impunidad galopantes en México.

Realizamos la conmemoración en la explanada de la escuela; alguien consiguió un micrófono y una bocina; pusimos música alusiva a la fecha: Liliana Felipe, Bebe cantando Ella, Lila Downs, Krudas Cubansi, algunas muchachas bailaron ska y un profesor bailó la Cumbia del Mole. Cuando el alumnado salía de clases le invitamos a firmar una manta, y le pedimos que comentara acerca de la fecha en sus planteles educativos -la mayoría son profesores y profesoras-, para hacer conciencia sobre la prevención de la violencia.

Le pregunté a una alumna qué le parecían los zapatos rojos tirados en el suelo y me dijo que para ella, eso era como caminar sobre la violencia. Decidimos que así se llamaría el performance: Caminando sobre la violencia. Pisándola, pisoteándola.

El asunto de los zapatos da para muchas interpretaciones, desde el vacío que dejan quienes los abandonan, el zapato que no tiene un par por diversas razones: le fue arrebatado el otro, no tiene el otro pie, le tiraron sólo un zapato en un acto de crueldad, te pones en el lugar de la otra persona, te pones en sus zapatos,  como la campaña de Javier Sicilia, como en un accidente lo primero que salen son los zapatos, los sueños -recurrentes en algunas personas- de soñarse sin zapatos, como una amenaza de desnudez, de falta de protección, los zapatos quedan vacíos cuando te mueres.

Mientras estuvimos en la explanada, leímos el poema “Meditación en el umbral”, de Rosario Castellanos: 

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoi
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.

También leímos esa reflexión que se llama "Recibí flores hoy", así como todos los mensajes que previamente habíamos escrito en cartulinas.

En los salones repartimos trípticos con información sobre los diferentes tipos de violencia, sugerencias de cómo actuar en casos de detección de violencia en el alumnado, así como datos de la asociación Alternativas Pacíficas. Una alumna trajo galletas  de amaranto que elaboran las mujeres en los refugios de esta asociación y se vendieron todas.

A veces pienso que me emociona demasiado mi actividad docente, que sola me apasiono con lo que hago y emprendo tareas que -supongo- sólo son importantes para mí. Pero cuando veo la respuesta de mis alumnas a mi humilde propuesta, me impresiono con lo que provoco, y agradezco su participación y su convicción; entonces me da certeza lo que hago, cuando cobra sentido para mi alumnado.

Esta tarea de trabajar el tema de equidad de género, la igualdad de oportunidades, visibilizar a las mujeres y las problemáticas por las que atravesamos en nuestra condición, desde la docencia, que de por sí es difícil, en este caso se dificulta mucho más.

Estamos seguras de que con este tipo de actividades no erradicamos la violencia, sin embargo, sabemos que dan para pensar y ofrecen posibilidades de cambio. Por eso las emprendemos.

 

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