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1202 3 Diciembre 2012

 

ANÁLISIS A FONDO
Otro pacto más
Francisco Gómez Maza

No suficit voluntad política
Faltó la firma del pueblo

Ciudad de México.- ¿Usted no está cansado de los pactos? Sucesivos gobiernos, desde el de Carlos Salinas de Gortari, junto con los franquiciatarios de la partidocracia, los han firmado. Y…

Y han servido para maldita sea la cosa. La experiencia histórica da pie para no creer ni esperar que “el pacto por México”, firmado ayer por el presidente Enrique Peña Nieto y los líderes del PRI, el PAN y el PRD, vaya a dar resultados. Los pactos son parte de la liturgia. No es suficiente la “voluntad política”.

Luego de asumir la presidencia, gracias a un descomunal fraude electoral, en 1988, Carlos Salinas de Gortari, su partido y los de la “oposición”, suscribieron el “Acuerdo Nacional para Ampliar la Vida Democrática del País, Recuperar la Estabilidad Económica y Mejorar el Bienestar Popular”. Ni la vida democrática se perfeccionó –recordar el fraude de 2006, por el cual, “aiga sido como aiga sido”, Felipe Calderón entró a Los Pinos por la puerta trasera del Congreso–, ni la economía logró por lo menos la estabilidad, y ya sabe usted qué pasó con “el malestar popular”. El sexenio fue clausurado por el levantamiento armado del primero de enero del 94.

Con Ernesto Zedillo, en 1995,  los partidos firmaron el “Acuerdo Político Nacional”. Y que pasó. Que aquellos “errores de diciembre” fueron letales para los mexicanos, que votaron en contra del PRI, en el 2006, para poner su confianza y sus esperanzas en el partido de la derecha. El mismo Zedillo le alzó el brazo a Vicente Fox, luego de que éste lo sacara a él y al PRI “a patadas” de la residencia oficial de Los Pinos.

Contra la esperanza de millones de ciudadanos que votaron por ellos, los gobiernos del PAN llevaron al país al mero borde del abismo pese pactos o planes nacionales. Vicente Fox (2000) firmó otro “Acuerdo Político” apoyado por priístas e izquierdistas. Calderón se limitó a publicar su Plan Nacional de Desarrollo. Y qué pasó. Es la historia más reciente, vergonzosa, indignante, agraviante para los más de 50 millones de pobres, más los que se acumulen en las próximas 24 horas. La economía continúa perdida, como perrito hambriento, en el laberinto de los viaductos, periféricos, distribuidores, supervías, de las grandes ciudades, y jamás regó las famélicas siembras de los campos de la geografía nacional.

En todos los casos, los firmantes declararon buscar el bienestar de los mexicanos. Y ya conoce usted los resultados. Han mejorado exponencialmente las cuentas bancarias de los políticos, pero los deseos de mejorar el bienestar de los mexicanos han quedado en sólo deseos. Prometer no empobrece. Dar es lo que aniquila. El deterioro de la política devino en pudrición. El buscado bienestar de la población, en mayor deterioro, empleo precarizado, la inflación, carcomiendo los raquíticos bolsillos de la población, y más pobreza. Y en el tramo que acabamos de sepultar, violencia incontrolable, cientos de miles de asesinados, cientos de miles de desaparecidos, cientos de miles de desplazados por la galopante inseguridad pública que no ha podido eliminar la estrategia antinarco.

La economía apenas es útil para enriquecer al reducido grupo de magnates que la controlan. Pero no sirve para las mayorías que se han ido empobreciendo vertiginosamente, al amparo de los pactos y acuerdos a que han llegado los gobernantes en turno y los dueños de los partidos políticos.

A los políticos –gobernantes y dueños de los partidos políticos– sólo les falta firmar un pacto con dios o con el diablo. El asunto es que ni éstos funcionarían porque no toman en cuenta las decisiones de la población. Los gobernantes jamás entenderán que sólo son empleados de quienes votaron por ellos, de quienes votaron en su contra y de quienes se abstuvieron de votar. El empleador es el pueblo. Pero más grave aún es que igual ocurre con los dirigentes de los partidos, de las organizaciones populares, de los movimientos sociales, del resto de las organizaciones llamadas intermedias. Y así, la historia se repetirá sexenio tras sexenio. Gobernantes dedicados a privilegiar al capital (y sus propias cuentas bancarias) y que se joda la llamada fuerza de trabajo, a la que hay que lanzarle las migajas como el aquel bíblico banquete del Rico Epulón.

Ayer domingo, en el Castillo de Chapultepec, se firmó otro pacto: ahora llamado “Pacto por México”. El secretario de gobernación, Miguel Osorio Chong, lo calificó de “pacto profundo”. Está basado en los ejes de “sociedad de derechos; crecimiento económico; seguridad y justicia; transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción y gobernabilidad democrática.” Las primeras iniciativas reformistas que el Ejecutivo presentará al Congreso: reforma al sistema educativo, reforma a las telecomunicaciones y nueva Ley de Responsabilidad Hacendaria para la deuda de Estados y municipios. Dan de que hablar en posteriores reflexiones, sobre todo el concepto que tiene el señor Emilio Chuayffet Chemor, secretario de “educación”. Yo me quedo con el concepto de educación para la libertad y no el de “educar” para formar servidumbre.

Para operar el pacto se constituirá un Consejo Rector, integrado por tres personas designadas por el Presidente, tres por el PRI, PAN y PRD, y una Coordinación Técnica, que difundirá los trabajos ante la opinión pública.

Pero no estoy de acuerdo con usted, don Enrique. Con sólo voluntad y menos política no se llega a ninguna parte. Este pacto está firmado por usted y los partidos políticos, cuyos líderes sólo se representan a sí mismos. Usted puede abrigar las mejores intenciones. Pero los líderes de cualquier signo, está visto, como se dice en lenguaje popular, no dan brinco sin huarache. Faltó la firma del pueblo.

analisisafondo@cablevision.net.mx

 

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