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1202 3 Diciembre 2012

 

Esperanza del Pacto por México
Jaime Martínez Veloz

Un pequeño gran paso

Tijuana.- Con un poco de desvelo y una esperanza que parece empieza a incentivarse, deseo compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el Pacto por México, firmado el día de ayer por los dirigentes del PRI, del PAN, del PRD y el presidente de la república.

El texto completo se puede revisar en la dirección http://pactopormexico.org/. En dicho documento, se contienen una serie de acuerdos y compromisos, sobre varios de los aspectos más importantes, que afectan y preocupan a la sociedad mexicana.

Cierto es que no están todos los temas y compromisos a los que yo aspiraría fueran incorporados, pero es preciso reconocer, que sí están muchos y sobre todo los relacionados con los segmentos de la población más vulnerable y la construcción de una sociedad más igualitaria.

No quiero echar las campanas al vuelo, porque tengo muy presente la felicidad que privaba cuando en febrero de 1996 se firmaron los primeros acuerdos en materia de Derechos y Cultura Indígena, entre el EZLN y la delegación del gobierno federal, para que meses después el presidente Zedillo se negara a su cumplimiento.

En esta ocasión, ese riesgo se minimiza, dado que es el propio presidente de la república y los dirigentes partidarios quienes asumen el compromiso, acompañados por los presidentes de las cámaras del senado y de diputados y los gobernadores de los estados.

De la lectura que cada quien haga del Acuerdo, podrá sacar sus propias conclusiones, pero resalto la recuperación del “reconocimiento a las Comunidades y Pueblos Indígenas, como entidades de derecho e interés público”, cuestión por la cual la primera Comisión de Concordia y Pacificación fue señalada por el Gobierno Federal de ese entonces, de querer balcanizar al país.

Rescato también el compromiso para expedir una nueva ley minera, que revisará el esquema de concesiones y el pago de derechos estará vinculado a la producción, los cuales se invertirán en beneficio directo de los municipios y las comunidades donde están establecidas las explotaciones mineras.

Esto me parece un compromiso que beneficiará a miles de indígenas y campesinos, que siendo poseedores de las tierras concesionadas a las compañías mineras, viven en condiciones de miseria y de pobreza.

Me da gusto por esas comunidades, porque durante 18 años las he recorrido, en silencio, acompañándolas en su desventura, con un nudo en la garganta al ver morir niños, por la falta de medicamentos para controlar una simple calentura o una diarrea.

Tal como lo dice el texto firmado, en las zonas indígenas de nuestro país están los más pobres de los pobres. Esa situación es la que me cala hasta los huesos y la traigo como un fardo sobre mis espaldas, dentro de mi corazón y mi mente.

Esta decisión será atacada por las grandes compañías nacionales y extranjeras, las mismas que se han opuesto al cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés. Habrá que estar alertas de los ataques que provendrán de esos grupos y de las distintas modalidades que asumirán, pero en esto no puede ni debe haber marcha para atrás.

Habría muchas cosas qué destacar y habrá muchas qué discutir, no quiero profundizar en el texto del documento, para que cada quien al leerlo saque sus propias conclusiones, o busque respuestas a las interrogantes que le surjan de su lectura, pero no quiero dejar pasar la ocasión, para felicitar a los firmantes y a quienes hicieron posible este pequeño paso, pero de enorme trascendencia para el país.

Sobre todo hay una aportación, en este acto que es intangible pero de un gran significado: “recuperar a la política, como la vía de las transformaciones que reclama el país”.

 

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