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1205 6 Diciembre 2012

 

TRANSICIONES
Ires y venires
Víctor Alejandro Espinoza

Tijuana.- Una sensación de vértigo me producen los acontecimientos en nuestro país; cuatro días intensos que en nada se comparan al largo, eterno, final de sexenio.

Durante las últimas semanas del gobierno de F. Calderón, marcábamos los días en las paredes como lo hacen los reos esperando que transcurra el tiempo detrás de las rejas. Muchos se sentían en una prisión llamada México, o mejor, Estados Unidos Mexicanos. Lentitud, aburrimiento, dejadez, desazón, abulia, costumbre, insensibilidad, impotencia… así se podrían calificar los ánimos durante el tramo final del gobierno de Calderón.

Recordaba cómo la última noche de noviembre de 2006, veíamos atónitos las transmisiones de televisión sobre la improvisación del llamado “cambio de mando” que se inventaron Vicente Fox y Felipe Calderón; en la residencia oficial de Los Pinos apresurados ante la posibilidad de no poder tomar posesión en la sede del Congreso, se pasaron el “lábaro patrio”. Y muy orgulloso, seis años después, Calderón declara que el objetivo era asumir todo el control del mando militar para enfrentar los posibles desmanes matutinos. Para su fortuna, no pasó a mayores. Su entrada por la “puerta de banderas” para jurar como presidente de la República fue digna de “Beto el Boticario”; no me queda duda de que si los partidos de izquierda hubieran decidido en realidad evitar que tomara protesta lo habrían logrado y no se hubieran contentado con el espectáculo de la “toma de tribuna”. Pero hace seis años, pese al conflicto postelectoral, a lo cerrado de los resultados, no hubo violencia. Quizá tenga razón, una vez más, Andrés Manuel López Obrador: la toma de Avenida Reforma impidió que se desbordaran los ánimos; a través de esa acción se canalizaron la ira y el coraje que pudieron desembocar en actos violentos.
         
La noche del 30 de noviembre otra vez en red nacional fuimos testigos durante la madrugada de la ceremonia de transmisión del mando. Y acto seguido la toma de posesión a los encargados de la seguridad y luego nos llevaron a la toma de posesión del nuevo secretario de la Defensa Nacional. Fuimos de ceremonia en ceremonia conducidos por esos voceros oficiosos de las cadenas de televisión.

Todo en la noche, en la madrugada; el banquete principal sería el primero de diciembre por la mañana, cuando al tomar posesión Enrique Peña Nieto se convertía en el presidente de la alternancia; mejor dicho, de la segunda alternancia, luego de doce años de gobiernos panistas.

Para la mayoría del pueblo mexicano terminaba la pesadilla de un gobierno autoritario, cerrado, de amigos, de cuates, que colonizaron la administración pública. Iniciaba una nueva época signada por los buenos deseos y la incertidumbre. Para sus detractores es el retorno del dinosaurio; para muchos otros, la oportunidad para un PRI de nuevo aliento, para quien se presentan retos enormes; sobre todo por el estado en que recibe al país y por el nivel de polarización económica, social y política en que se encuentra sumida la sociedad mexicana.
         
Ese viernes 30 de noviembre y sábado 1 de diciembre, miles de niños, jóvenes, adultos, escritores, deambulaban por el recinto de la Expo Guadalajara; la Feria Internacional del Libro, esa isla en medio de la desolación y el caos, que permite el contraste entre le pensar y el hacer; en ese homenaje a la inteligencia en que se ha convertido la FIL, parecería un abismo el que se abre con respecto a la violencia, la inmediatez, el acartonamiento y la intrascendencia en que se ha convertido la vida pública mexicana. Sueño con una feria del libro en cada entidad de nuestro adolorido país.
         
Y regreso a Tijuana y trato de digerir las 13 acciones del programa de gobierno de EPN anunciadas el día primero en Palacio Nacional y el sentido y contenidos del Pacto por México signado por los partidos políticos y los nombres de los nuevos integrantes del gobierno y el triunfo de los Xolos ante el Toluca en el Nemesio Diez, equipo de EPN; y las pasiones desbordadas en Tijuana y la fiesta que se extiende durante dos días y la declinación de los aspirantes panistas al gobierno del estado de Baja California.

Son muchos jugadores detrás de un balón: el vértigo después de la amnesia calderonista. Este artículo debió llamarse: “ida y vuelta” pero temo que me acusen de plagio: ese es el título del magnífico libro de Juan Villoro y Martín Caparrós editado por Seix Barral a propósito del sexenio que inicia y del diálogo epistolar inteligente en torno a los significados del futbol que mantienen esos entrañables escritores.
         
Investigador de El Colegio de la Frontera  Norte.
victorae@colef.mx
Twitter: @victorespinoza_

 

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