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1213 18 Diciembre 2012

 

La política, circunstancia y oportunidad
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Quizá sea mera circunstancia lo que esté detrás de la revuelta ocurrida el 1 de diciembre durante la toma de posesión de Peña Nieto. Pero también puede ser que los acontecimientos respondan a que ante la inevitabilidad de las movilizaciones por el descontento mil veces manifestado, en algún lugar hayan decidido fríamente dejar correr este tipo de expresiones violentas. E incluso reforzarla con infiltrados, como parecen mostrar las fotografías donde es evidente la presencia de civiles junto a policías y granaderos.

La política, no se olvide, es circunstancia, y el político actúa en ella o a pesar de ella. No siempre escoge, sino es su tiempo y lo que la rodea. Más, todavía, en momentos crepusculares como el relevo de un gobierno en un país con fuerte tendencia hacia la polarización, donde lo que no logran los recursos políticos, se busca que lo hagan los de la violencia legítima o los medios de comunicación.

AMLO, fuera
Ahora bien, si una eventual confrontación era inevitable, como lo demuestra especialmente la tensión que se vivía en el DF desde antes del 1 de diciembre y el blindaje del Poder legislativo era una muestra pudiera haberse escogido entre el mal mayor y el mal menor. O mejor aún, que los excesos de los radicales que los hubo se le carguen, o sean una resta, para quien ha apostado por la resistencia pacífica, como es el caso del movimiento que encabeza López Obrador.

No sería la primera vez que se pongan en marcha estas estrategias excluyentes en la historia de nuestro país, ni tampoco será la última vez que vaya suceder. Es, para decirlo suavemente, la especialidad de la política priista. Lo que sorprende es que los políticos y analistas más agudos no hayan reparado hasta ahora en esta posibilidad. Quizá por conveniencia, o porque siempre será mejor manejar lo políticamente correcto.

Lo que sí leímos, es el deslinde de los moderados frente a los radicales, de los reformistas ante los jacobinos. Cuando el análisis podría llevar a la conclusión de que se trataba de que los radicales ganaran las ocho columnas de los diarios y los horarios estelares de los noticiarios de alto ratting, y que la opción moderada que representa Morena pasara a un lejano segundo plano. Si ese fue el propósito, se logró, y eso explicaría la presencia de los civiles tras de las vallas y la gran exposición que ha tenido el tema en medios (para ver lo primero, véase: http://aristeguinoticias.com/0412/mexico/policias-federales-infiltrados-texto-de-raul-tortolero/)

Siempre será más fácil someter a los miembros de los grupos antisistema que a quienes optan por los cambios institucionales graduales y de fondo. Para unos será la prisión o la intimidación; para los otros obliga hoy a una mayor cautela. O acaso, de todo lo escrito y dicho en la pos-toma de posesión presidencial sobre ellos, ¿no ha sido de 9 a 1?  Quizá más. Claro, lo vemos en la portada de la semana posterior de la revista Proceso y quizá todas las de los diarios de dentro y fuera del país que consignaron antes que el discurso de López Obrador y las imágenes de los jóvenes quienes con palos, piedras y cocteles molotov en mano se enfrentaban a las piezas del sistema de seguridad.

Es por eso es que los primeros sorprendidos fueron probablemente los propios organizadores de la resistencia contra Peña Nieto, quienes ahora denuncian que fueron infiltrados. Se trataría en esa idea perversa de desbordar la protesta de manera de lograr el doble propósito de desaparecer el deslinde de AMLO, al mismo tiempo que contrastar la vía “vandálica” con la institucional. Así de sencillo.

Sociedad polarizada
Grosso modo, los resultados electorales presidenciales, aun con una diferencia porcentual mucho mayor a la de 2006, son visiblemente polarizantes. En algunos segmentos de la población se cree que los ganadores obtuvieron el triunfo gracias a la compra de votos y los perdedores alegan que sin esos votos comprados el resultado sería otro.

Sin embargo, el bloque de los oficialmente perdedores se divide entre quienes apuestan por la vía pacífica y quienes desde antes de las elecciones se movían en la hipótesis de un resultado donde no habría juego limpio y seguramente preveían unas condiciones inmejorables para sacar tajada insurreccional.– El periodista Raymundo Rivapalacio incluso habla en “Brotes de insurrección” de que el EPR estaría detrás de las movilizaciones del 1 de diciembre. Lo que para quien escribe es un juicio desproporcionado cuando el origen está en el lado ciudadano; y lo que sí es probable es que sectores más radicales de la izquierda estén considerando que el reclamo pacifista de AMLO es insuficiente para enfrentar a los “enemigos de clase” y haya que ir a la “acción directa”, como llamaba una pintada en los muros de la avenida Juárez de la ciudad de México.

Ante esto, y con la información en mano, es probable que se haya considerado que si no se podía hacer nada ante el descontento al menos habría que extraer el mayor provecho de la contradicción de los propios agrupamientos de la izquierda, quienes se manifestarían en contra de Peña Nieto. ¿Qué cara de ellos podría ser mejor aprovechada mediáticamente? Como lo escuchamos, López Obrador no pronunció un discurso antisistema duro, sino un discurso cuestionador, pero moderado y sistémico al fin.

Si no hubiera habido la exposición de los otros, la presencia de AMLO en medios de comunicación habría sido de contraste con el discurso de las llamadas 13 decisiones. Fue el discurso institucional contra las expresiones “vandálicas”, como lo calificó Televisa. Entonces AMLO apareció obnubilado y reducido al mínimo por la revuelta “anarquista”, que escaló hasta cubrir la pos-toma, pues los comentarios y análisis se centraron en estas coordenadas. Muchos menos se vieron las 31 concentraciones morenistas que ocurrieron en las capitales de los estados de la federación con distinta intensidad. Menos todavía las que ocurrieron en otras ciudades del país. En esa lógica se logró el objetivo deseado. Aparece la imagen impoluta de Peña Nieto y lo que es hacer política de choque como especialidad de la casa.

Entonces, despejado el camino lo que tenemos ahora es que por un lado se procesa judicialmente a los “insurrectos” y por el otro, se firma el pacto con la izquierda moderada del PRD, lo que divide a ese partido y muy probablemente esa decisión, que se dice no se acordó en los órganos del partido, va a ser el tema de fondo del congreso que este partido celebrará próximamente en la ciudad de México; y de no haber punto de encuentro podría acelerar una ruptura que a cuenta gotas se ha venido incubando desde que AMLO se separó del Movimiento Progresista y llamó a las bases de Morena a decidir entre seguir siendo movimiento o constituir un nuevo partido.

Si esto ocurre, sería otro de los efectos políticos que se eslabonaría colateralmente, afirmando la hegemonía priista.

Institucionales y radicales
Una izquierda dividida entre moderados y radicales institucionales, si bien no necesariamente representa lo que fue en el pasado, cuando esta era marginal y se le perseguía para encarcelársele, sí representa un escenario complicado para estas fuerzas que en 2013 podrían estar disputando los mismos votos en elecciones estatales.

No obstante, coincido con Jorge Zepeda Peterson, quien en un artículo recientemente publicado en el excelente diario digital Emeequis afirma que en México no sobran las izquierdas, si actúan en defensa de los valores de justicia y distribución de la riqueza. La izquierda institucional del PRD puede prestar grandes servicios a la nación en el poder legislativo, como también la llamada izquierda movimientista –“radical”, dice Peterson, si las movilizaciones ciudadanas logran por esta vía empujar reformas e influir en la agenda pública. Estaríamos entonces ante una mancuerna política que nunca debió ser motivo de ruptura, sino siempre una complemento de la otra. Pero, como siempre, las personalidades, formas y proyectos pesan en la definición política.   

En definitiva, los hechos ocurridos el 1 de diciembre, pueden tener muchas lecturas, pero no debe perderse lo básico, que en política no hay casualidades y que el PRI sabe por su larga experiencia en el poder, que cuando no funciona la coerción política es cuando se impone la represión. Pero, sobre todo, que en toda circunstancia política adversa al grupo de poder, las opciones no son cerradas, sino siempre abiertas y todas ellas con un rédito político. Que nadie se llame a engaño, es el regreso del PRI.

 

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