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1214 19 Diciembre 2012

 

FRONTERA CRÓNICA
El fin del mundo
J. R. M. Ávila

Monterrey.- “¿Es cierto que el mundo se va a acabar el viernes, maestra?”. Javi pregunta con ansiedad en la voz y con esperanza de que la respuesta sea un tajante no. Pero la mujer guarda silencio por más tiempo del que el niño hubiera deseado y abre los ojos con el miedo desbordándose en ellos.

“¿Ya terminaste de contestar el examen?”. Javi aún no termina, pero no entiende qué tiene que ver si ha terminado o no, con los rumores del fin del mundo que escucha por doquier. Casi toda la gente lo toma a broma, pero nadie deja de comentarlo. Y hasta ahora nadie despeja sus dudas.

Se queda mirando fijamente al pizarrón y no siente cuando la mujer se acerca: “Deja de bobear y termina de una buena vez, Javier”. El niño la mira a los ojos: “Pero si se va a acabar el mundo, ¿para qué contesto el examen?”.

“Javier, faltan 15 minutos para que recoja el examen. Si no terminas de contestarlo, vas a reprobar”. El niño la mira con angustia: “¿Pero qué tal si se acaba el mundo? ¿De qué sirve que saque un 10 en el examen? ¡Y luego ni vamos a tener vacaciones, ni navidad! ¡Nada más dos días y ya!”

Meme, un alumno que no se ha perdido una palabra, interviene: “Dice mi abuelita que cuando su mamá estaba chiquita también se iba a acabar el mundo, pero que no se acabó porque a Diosito le dimos lástima y detuvo todo”. Sonriente, la maestra dice: “El mundo no se va a acabar, esos son inventos de gente ignorante”.

“Bueno, mi bisabuela no sabía leer, ni escribir, pero hacía cuentas, porque tenía un estanquillo y daba feria sin que la hicieran tonta, por eso yo digo que no era ignorante”, dice Meme. “Bueno, la verdad es que no lo decía por tu bisabuela, que ni siquiera conocí”, se disculpa a medias la maestra. “Uh, pues si usted no la conoció, yo menos”.

“Bueno, ya está bien, terminen o les recojo el examen”, exige la maestra, y ambos niños, al ver que se levantan otros a entregar sus exámenes, obedecen. Pero Javi no puede concentrarse en lo que lee: “¿Qué es suicidarse, maestra?”. La mujer se muestra contrariada: “¿Qué tiene que ver eso con las preguntas del examen, Javier?”.

El niño baja la mirada por unos instantes pero insiste: “Es que ayer vi en la tele que en otro país cercaron un cerro para que la gente no se suba a él y se suicide por la llegada del fin del mundo”. Chevo, un alumno que está sentado detrás de Javi, abre grandes los ojos: “¿Entonces el mundo no se va a acabar nomás en México?”

Antes de que la maestra los calle, Marcela, una niña de ojos verdes, dice: “No se enoje, maestra, pero dicen que los mayas lo pronosticaron”. Hernán, sorprendido, interviene: “¿Como cuando en la tele dicen que va a llover o que va a hacer frío o calor?”. Samuel se atreve: “Si los que pronostican el clima se equivocan, ¿a poco no se iban a equivocar los mayas que no eran más que indios?”.

La voz de alguien que se esconde para no ser identificado se oye al fondo: “Si se acaba el mundo, yo me escondo debajo del puente que están haciendo por donde vivo”, y el grupo suelta la carcajada. “¡Bueno, ya estuvo bien! ¡Entréguenme sus exámenes y vayan saliendo!”, dice la maestra conteniendo apenas la risa.

Los alumnos guardan sus útiles, el salón de clases se vacía poco a poco. Javi se queda hasta que salen todos. Entonces se acerca a la maestra y, sin que ella lo espere, se le abraza. Ella lo abraza también, y él, con el miedo en la voz le dice: “Por si no la vuelvo a ver”. Después sale a toda prisa.

La maestra aún sonríe en el momento en que entra la maestra de al lado y le dice: “Ándale, mujer, apúrate antes de que se nos acabe el mundo”. Las dos sueltan la carcajada, recogen sus cosas y salen del salón.

 

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