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1261 25 Febrero 2013

 

La autodefensa de don Alejo
Hugo L. del Río

Monterrey.- El Estado mexicano es la cima del surrealismo. Nos ofrece un dulce y, si acercamos la mano a tomarlo, recibimos insultos, garrotazos y patadas. Hace algunos años, una mente perversa inventó la leyenda de don Alejo Garza Tamez, quien antes que regalar su finca a los zetas mató a cuatro e hirió a dos. El mensaje era claro: hagan lo que don Alejo: procúrense armas y a matar sicarios, porque nosotros no los defenderemos.

Vaya relación de mentiras. ¿Quién contó a los muertos y heridos? El enfrentamiento duró lo suyo: ¿nadie escuchó los disparos, los granadazos? Abatido don Alejo, ¿se adueñaron del rancho los narcos? Mala novela con tremenda falla técnica: al funcionario autor del guión se le escapó el pequeño detalle de que don Alejo prefirió morir antes que llamar en su auxilio a la fuerza pública. Ahora, como el buen doctor Frankenstein, la alta burocracia se asusta de su criatura: los grupos de autodefensa son ilegales y deben ser disueltos.

El gobierno no protege a las comunidades rurales ni a los pequeños asentamientos. Esto se da sobre todo en el sur de México. Allá, los sayones son los amos. Los vecinos, conscientes de que por lo general los polizontes están al servicio del crimen, procuran organizarse como pueden. Pero el Estado, que les niega protección, tampoco les permite el recurso de salvaguardarse por sí mismos.

Estamos perfectamente jodidos. Soy consciente de que las turbas enloquecidas, más que las autodefensas, han perpetrado asesinatos monstruosos, como los policías federales quemados vivos hace unos años en el Edomex y otras atrocidades. Pero ni las gendarmerías ni las fuerzas armadas tienen derecho moral a tirar la primera piedra. Peores cosas hacen ellos.

Gobernación reconoce que la Policía Comunitaria es una corporación digna de confianza –los agentes son padres, hijos, hermanos de los vecinos, quienes los eligen o designan–; en buena lógica, lo que sigue sería admitir legalmente la existencia de la autodefensa incorporándola a la Comunitaria, adiestrar y armar a esta milicia y crear sus protocolos.

Es increíble: la sociedad le está ofreciendo al Estado un elemento de apoyo para reprimir a los violentos y papá gobierno, que a veces da la impresión de no poder ampararse a sí mismo –los bombazos contra palacio y casa del gobernador en Ciudad Victoria no son para tomarlos a broma– dice que los ciudadanos no tenemos derecho a pelear por nuestra familia.

Pie de página
Me decepciona don Federico Iglesias. Es indigno de su inteligencia pretender desacreditar a La Repubblica porque, según él, es un diario comunista enemigo de la Iglesia católica. En primer lugar, el diario italiano es ajeno al dogma, tanto al del partido como al del Trono de Roma. La Repubblica es uno de los cinco periódicos más importantes del mundo. Los otros son Le Monde, The Guardian, El País y The New York Times. Quienes entendemos el marxismoleninismo como instrumento de lucha no somos anticlericales: ésa es una deformación cultural de la pequeña burguesía. Por lo demás, desde hace muchos años, los comunistas italianos tienen su propio diario, L’Unitá, por cierto muy profesional, muy bien hecho.

 

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