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1322 21 Mayo 2013

 

La Generación “Pablo Neruda”
Héctor Franco Sáenz

Monterrey.- En el mes de agosto se conmemora el 40 aniversario de la generación Pablo Neruda, que como parte de su práctica pedagógica incorporó un total aproximado de 440 estudiantes al servicio educativo en las escuelas del Estado, jóvenes que en promedio no rebasaban los veinte años de edad.

Al escuchar la cantidad anterior de nuevos profesores, con alguna razón hay un dejo de asombro; sin embargo, valdrá la pena recordar el enorme crecimiento poblacional que México experimentó a partir de 1950, década que marcó un parteaguas en el desarrollo demográfico del país, dado que a partir de entonces la población aumentaba cerca de un cien por ciento cada veinte años. Por ejemplo, en el año citado, México contaba con 25 millones de habitantes mientras que para 1970 tenía ya 48 millones.

Durante ese periodo (1950-1970) la mayoría de la población dejó de vivir y trabajar en su lugar de nacimiento (principalmente el medio rural) para insertarse en la ciudad y sus necesidades: empleo, vivienda, transporte, seguridad social, servicios y sobre todo escuelas principalmente primarias, en virtud de, que a excepción de las cabeceras municipales, en pueblos y rancherías llegaba solo hasta tercero o cuarto grado.

De este fenómeno, Nuevo León fue un foco importante de atracción, en particular Monterrey y su área metropolitana, a donde diario llegaban a radicar cientos de familias originarias no solo de otros municipios, sino de estados vecinos como Tamaulipas, Coahuila, Zacatecas y San Luis Potosí, que en un principio que se convirtieron en fuentes de abasto poblacional cuyas raíces son fáciles de identificar entre compañeros y vecinos.

Todo lo anterior genera situaciones de crisis agravadas en ciertos momentos, entre quienes llegan esperando mejores condiciones de vida y quienes deben hacer frente a una realidad para la que no estaban preparadas ni tenían prevenidas (las autoridades). El modelo de desarrollo conocido como “el milagro mexicano”, que se caracterizó por tasas favorables de crecimiento económico, era el punto de partida pretendido.

Entre los factores que perfilaron el Nuevo León de principios de los 70’s, y la conformación paulatina de una sociedad distinta con sus nuevos actores, estuvieron las acciones en Monterrey de la guerrilla urbana y el enfrentamiento entre empresarios regiomontanos y el presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez.

En sentido figurado, podría decirse que “todo” se agudizó en 1973, año que tuvo como telón de fondo los asaltos bancarios, secuestros, enfrentamientos con la guerrilla urbana, las demandas del Frente Popular “Tierra y Libertad”, las protestas estudiantiles, la sucesión en el PRI que designa (en medio de muestras de inconformidad) como su candidato a la gubernatura del Estado a Pedro Zorrrilla Martínez. El 11 de septiembre de 1973 caía el presidente chileno Salvador Allende, en el marco de un golpe de Estado, quien había visitado el país en diciembre de 1972.

La siguiente semana, el 17 de septiembre de ese 1973, Eugenio Garza Sada y su auxiliar Bernardo Chapa perdían la vida en el intento de secuestro que la “Liga 23 de Septiembre” llevó a cabo. El 23 de septiembre, el poeta chileno y Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda dejó de existir en una situación hasta hoy controvertida.

De alguna forma, el ambiente anterior influyó en lo que sucedía en la Normal “Ingeniero Miguel F. Martínez”, institución en la que jóvenes adolescentes se preparan para el ejercicio del magisterio, cursando “in strictu sensu” una profesión, formación inicial que al tamiz de las clasificaciones actuales, correspondería a lo que en otros países se conoce como “Profesional Asociado”, y en México a lo comprendido por el Técnico Superior Universitario.

Una vez más, con el mismo sentido de lo antes dicho, “todo llegó a la Normal”: jóvenes que no veían otra vía más que la lucha armada para mejorar el estado de cosas la visitaban a diario, con la intención de reclutar adherentes a su causa –logrado en algunos casos–, el MRM acudía con la misma finalidad. Por lo general, los partidos políticos reconocidos estuvieron ausentes.

Empezaba el año escolar 1973-1974. Cada uno de los alumnos del 4º grado, desde la última semana de agosto se había presentado en la escuela donde llevaría a cabo su práctica pedagógica. Se trabajaba por las tardes con grupos bastante numerosos, ante la demanda, se llegaron a implementar tres turnos en una misma escuela. Todo iba bien, los problemas presentados durante el año escolar se habían sobrellevado, no con ausencia de las inquietudes propias de todo cambio de gobierno.

Así las cosas, llegó el 15 de septiembre y con extrañeza entre los integrantes de la generación, pudo notarse que en el talón de cheque no aparecía el descuento de la cuota sindical, como se venía haciendo con las generaciones anteriores, las que llegaron a tener su propia “Delegación” sindical. ¿Sería un error? O ¿será que el SNTE ya no quiere que formen parte de la organización sindical? Se pensaba en que si eso se hacía por costumbre, la situación habría de enmendarse creyendo que “la costumbre es ley”.

Las inquietudes y los ánimos empiezan a desbordarse. La siguiente quincena, última de septiembre, el cobro de la cuota sindical tampoco apareció. Comenzó el diseño de las estrategias y las acciones que llevaran a buen puerto. Con ellas, el comienzo de la generación que adopta el nombre de Pablo Neruda, poeta chileno identificado con las mejores causas de la humanidad.

Todo se hacía de manera pacífica y efectiva. Se integró un Comité de Generación con representantes de cada uno de los ocho grupos de clase. Se “visitó” en forma ordenada el edificio sindical a principios de octubre, el cual prácticamente se “tomó” de manera sorpresiva, provocando la molestia de los dirigentes sindicales que no esperaban esa acción y que luego de exigir una disculpa por lo acontecido, resolvieron favorablemente la solicitud de los maestros-estudiantes.

Sin considerar las autoridades que “el horno no estaba para bollos”, en esos mismos días fue designado como Director de la Escuela el profesor Santos Noé Rodríguez, diputado y persona ajena a la institución cuyo nombramiento no fue del agrado de la comunidad normalista y que provocó el desarrollo de otro tipo de acciones, como cuando se acudió al Teatro Monterrey, lugar donde las autoridades educativas del Estado convocaron a los maestros Víctor Hugo Bolaños y Moisés Jiménez Alarcón a explicar la reforma educativa. Mero amedrentamiento para la movilización en la “Miguel F. Martínez”.

De manera tranquila y respetuosa se suspendió el programa oficial para expresar la voz de los normalistas, de manera tan efectiva que los propios enviados de la SEP luego exhortaron a las autoridades a resolver las diferencias mediante el diálogo.

No dejaron de presentarse momentos en que se caldearon los ánimos, como sucedió con la manifestación del 23 de noviembre, “Día del Normalista”, en la que se logró hacer a un lado la actitud propia de las fuerzas policíacas, imponiéndose la voluntad del diálogo y la razón, con la participación misma del gobernador del Estado. Aquella actitud condujo a tener una “Ceremonia de Graduación” de mucha altura y ser la “Generación Pablo Neruda”, la última cuyos integrantes lograron ser Maestros del

Estado, cosa entonces de mucho orgullo.

Era una generación –proveniente en su mayoría de sectores sociales modestos– de adolescentes inquietos, atrevidos, soñadores y con ganas de vivir, que lograron salir adelante. Se juntaban con “los grandes”, sus acciones no se circunscribían a las labores escolares, dado que lo cultural de alto nivel fue una de sus características. Algunos formaban parte de “Las Flautas Dulces”, grupo de música coordinado por la profesora Socorro González, otros del grupo de teatro que impulsaron la visita del grupo “Mascarones” de la UNAM, además de los conciertos de Oscar Chávez e Ignacio López Tarso, quien aparte de los “Corridos de la Revolución”, estrenara en marzo de 1974 en el Teatro Monterrey, a beneficio de la generación, la obra de teatro “Edipo Rey”, en la que tiene el papel principal.

La promoción de la cultura y el entretenimiento no quedaba allí, en virtud que también tenían la capacidad de organizar bailes para recolectar fondos (que se hicieron famosos) con los grandes grupos del momento como: Acerina, Pérez Prado o la Sonora Santanera, hasta que las autoridades los prohibieron, y dieron lugar con ello al surgimiento, en los mismos ambientes estudiantiles, de grupos empresariales privados dedicados a organizar bailes y representaciones artísticas.

Como generación, al concluir su formación inicial cada uno de sus integrantes tomó su propio rumbo, y muchos han destacado. Cerca de 140 integrantes recibieron este 15 de mayo la “Medalla Altamirano”. Y ellos y otros jubilados, celebrarán el 40 aniversario de haber entrado al servicio educativo este miércoles 22 de mayo a partir de las 13 horas en el Salón Nuevo León del Crown Plaza.

 

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