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1352 2 Julio 2013

 

EN LAS NUBES
Somos cómplices
Carlos Ravelo Galindo

Ciudad de México.- De alguna forma todos somos cómplices. Gritamos, pataleamos, por lo que ocurre en México, pero no hacemos nada. La corrupción es algo que está en todos.

Ya no sólo en gobernadores, senadores, presidentes municipales, diputados, líderes sindicales que aglutinan inmensas fortunas, sino también en la élite ciudadana o la de menor plusvalía, los pobres.

Es sumamente difícil combatirla, beneficia a todos. A los “ninis” incluso. Los envuelve una frase: “¿Qué vas a hacer hoy? Nada. Pero, ¿no hiciste eso ayer? Sí, pero no terminé.”

En México, el que la hace, nunca la paga. Quienes se roban la electricidad, evaden impuestos, dan mordida, viven de la piratería; se quejan de que lo mismo, en gran escala, hace ricos a los ricos y pobres, a los más pobres.

El gobierno, que no está exento, quiere tapar el sol con un dedo con la presidenta de los maestros, el químico de Tabasco y el empresario de Aguascalientes. Pero queda mudo con lo que ocurre en las cámaras.

Todo ello es una injusta distribución de la justicia, porque, inclusive quien predica en la corte suprema, siempre disfruta de abultados salarios. Nos piden atronar el ámbito con lamentos, lo hacemos. Hoy como siempre, los políticos, quienes manejan el país, no se dan por enterados. Ni quieren hacerlo, para qué.

La corrupción es una suerte que todos utilizamos para convertir el mal en bien. Desdeña la honrada medianía y exalta el éxito del tramposo. Cierto que hay una tradición que postula quien no transa no avanza, el gandalla no batalla. Se acepta que los funcionarios roben, pero que salpiquen.

Es nota diaria, saber que unos y otros (de los políticos hablamos), amasan grandes fortunas al sangrar el erario público. Del pleito suscitado por dinero entre los correligionarios del albiazul, en ambas cámaras, se nos permite sopesar y aquilatar, la corrupción, el desenfreno, la avaricia junto con la soberbia de quienes llegaron al poder, sólo para poder joder, si se nos permite tal adjetivo calificativo que los pinta, a todos, de cuerpo presente.

Y acuérdense que en julio debemos darle nuestro apoyo, con merecido reconocimiento a quienes, con el ofrecimiento de servir al pueblo, habrán de convertirse en nuestros verdugos. Tal y como han sido, son y serán los encumbrados.

Sabemos que en breve tendrán a su disposición el fuego, el llanto y el crujir de dientes, aún cuando en el averno no puedan disfrutar de sus enormes utilidades esquilmadas a los tributarios en el país.

Tiene razón quien dice que si no contrarrestamos la corrupción, lo que haremos será modernizar la deshonestidad. Pero cómo, es el clamor general. Si nadie nos oye.

carlosravelogalindo@yahoo.com.mx
        

 

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