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1359 11 Julio 2013

 

El desarrollo tampoco da felicidad
Claudio Tapia

Monterrey.- Quedamos ya en que el bien, por sí mismo, no resuelve nuestros problemas existenciales. La moral, per se, no garantiza la felicidad, dijimos. Pero el desarrollo, por si mismo, tampoco.
Imaginemos ahora que el modelo neoliberal, de milagro, funciona. Supongamos que la riqueza que proviene del mercado global, lejos de concentrarse en unas cuantas manos, se distribuye equitativamente entre todos los que la generan.

Soñemos que la mano invisible del capitalismo hace que la riqueza permee de la punta de la pirámide económico-social a la amplia base trabajadora y que, en consecuencia, la pobreza se reduce a su mínima expresión y surge una amplia y vigorosa clase media.

Nuevamente, tenemos que esforzarnos para imaginar la profunda transformación. La mayoría tendría recursos suficientes para aspirar a una vida digna con salud, educación, alimentación, transporte y vivienda de calidad. No obstante, seguirían sin resolver sus problemas existenciales.

El crecimiento económico distribuido con justicia, no impediría la desazón que produce la soledad, la fragilidad y la certeza de nuestra muerte y la de los seres que amamos.

Pero además, debemos advertir que una cosa es estar en condiciones de demandar buenos servicios públicos, y muy otra que el aparato estatal esté dispuesto a prestarlos, o cuente con los medios suficientes para hacerlo. 

Los recientes enfrentamientos en Chile, Brasil y Turquía parecen tener un denominador común. En esas naciones, ha empezado a surgir una clase media compuesta por personas que antes eran incapaces de denunciar, demandar, resistir y exigir, porque vivían en la pobreza.

La clase alta acomodada es conservadora por definición. Para sus integrantes las cosas como están, están bien. Así ha sido siempre aunque claro, se pueden hacer algunos ajustes para que todo siga igual.

No protestan.

Los pobres, los marginados y excluidos, tampoco son problema porque en su miseria, inmersos en su cotidiana lucha por sobrevivir, son incapaces de organizarse y de articular posiciones políticas en demanda de sus más elementales derechos.

Pero, los recientemente incorporados a la clase media, al accederse por primera vez a los deficientes servicios públicos que el aparato estatal ha desatendido, cuentan con el nivel de conciencia cívica y compromiso social que les permite salir a la plaza pública a reclamar sus derechos y a exigir que el Estado cumpla con su deber.

Las oligarquías de los llamados países emergentes, pueden sacar de estos acontecimientos una ominosa conclusión. No conviene que la clase media crezca porque se desestabiliza la nación, y se afectan los intereses de los que acumulan en exceso.

 

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