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1401 9 Septiembre 2013

 

Sobre Liliana Flores Benavides
Irma Alma Ochoa

Monterrey.- Se puede afirmar que las cualidades de Liliana son numerosas. En mi opinión, su actuación cotidiana le da sentido al concepto de ciudadanía.

Como tantas personas que caminan hacia sitios diferentes al del origen, Liliana, la ciudadana solidaria, inteligente, osada, tenaz, responsable y comprometida con las causas sociales, orgullo de Nuevo León, nació en esa parte del antiguo Reino que ahora se llama Coahuila de Zaragoza, y para ventura nuestra eligió establecerse en esta ciudad de montañas.

Benavides, economista de profesión, dice tener la fortuna de no haber estudiado ni en Harvard ni en Yale, y el pueblo al que ha beneficiado directa o indirectamente, se lo agradece. Su perfil la define como defensora de los derechos humanos, especialmente de los económicos y sociales; sin dejar de lado los derechos civiles y políticos, ni desatender los derechos de protección medio ambiental.

De estado civil feliz, Liliana Flores Benavides se distingue por su congruencia, honestidad, generosidad, valentía y solidaridad. En una sociedad en donde los apegos materiales cuentan mucho, ¿quién sino ella, habría de donar su anillo de compromiso matrimonial para destinar lo recaudado a causas sociales?

Por transgredir los patrones establecidos, Liliana, encarna la frase de Sor Juana “Yo, la peor de todas”.

La peor de todas contemporánea dio muestra de valentía al levantarse de su asiento, en un foro donde el ánimo colectivo obliga a elogiar el discurso pueril; y dar la espalda al presidente en turno, que aseveró: “En este país se ha abatido la pobreza”.

La peor de todas fue recriminada por quienes debían proteger los intereses de la comunidad. ¿Su culpa?, ser la única que no aplaudió las mentiras proferidas por Salinas de Gortari, en el recinto al que se acude, ex profeso, a rendir pleitesía, aplaudir y loar al que lee un informe anual. Pero, ante el pueblo que ella representaba, fue ejemplo de coherencia con sus principios.

La peor de todas escandalizó a la legislatura local al plantear reducir el salario a la mitad y eliminar los bonos de las y los diputados; quienes, en franca lejanía con el pueblo que los llevó a la curul, reaccionaron acosándola moralmente, o como se dice ahora “le hicieron mobbing”.

Por contravenir a los intereses personales del grupo, la dejaron sin oficina por más de cien días y luego le asignaron el cuarto de los cachivaches para que la Diputada atendiera los asuntos de su jurisdicción. Por supuesto, Liliana logró su cometido: en esa Legislatura redujeron los sueldos, eliminaron los bonos y demás canonjías. La actual Legislatura volvió (de nuevo) a incrementarse el sueldo y a asignarse bonos de gestoría; como dicen en mi pueblo, volvió a las andadas.

Hasta donde sé, Liliana no ha recibido aún el reconocimiento “Un centavo a la productividad por arar en el desierto”. Sin embargo, en su haber como defensora de derechos humanos, cuenta con muchas medallas, que no son de metales preciosos, ni oro, ni plata, ni bronce; las medallas cosechadas por esta emprendedora social, han sido moldeadas con los beneficios ganados para la comunidad.

Una de sus muchas acciones: Liliana interpuso la primera denuncia de violación a los derechos humanos en materia ambiental ante la Organización de Estados Americanos, respaldada con más de 100 mil firmas. Esto, luego de enterarse que el gobierno federal corrupto había hecho tratos con sus similares de Estados Unidos para instalar, en territorio nacional, basureros de residuos químicos procedentes de ese país. Logró evitar el depósito de tales desechos contaminantes en las ciudades fronterizas de Tijuana, Ciudad Juárez, Piedras Negras y Acuña.

En su calidad de representante popular con camiseta de defensora de derechos humanos, guió la lucha por la vida de mexicanos que habían sido condenados a muerte en Estados Unidos. Gracias a su tenacidad logró que se revisaran ocho casos en donde los juicios tenían elementos de discriminación por la procedencia latina de sus defendidos.

Las conquistas de Liliana no son pocas ni baladíes. Por ejemplo, hoy  las mexicanas y mexicanos avecindados en el exterior tienen derecho a votar. Es de suponer que la mayoría desconoce que este derecho no llegó de súbito, sino que fue conquistado gracias a la osadía de una mujer llamada Liliana, quien acusó al gobierno mexicano por violación a los derechos políticos, ante la Organización de Estados Americanos. La denuncia contó con el aval de más de 150 mil firmas.

En la construcción de otro mundo posible, más justo y humano, Liliana presionó durante mil 55 días al Congreso local para impulsar la modificación del Código Civil en Nuevo León, a fin de ampliar el monto del Patrimonio Familiar a casi un millón de pesos; además para que en la escritura, que garantiza la propiedad, se asiente que ésta es inembargable.

Antes de ello, las familias que habían solicitado préstamos y que por circunstancias diversas no podían cubrir el adeudo, tras un juicio mercantil, por sentencia judicial se quedaban sin patrimonio alguno. Se quedaban literalmente en la calle.

En defensa de los derechos económicos y atenta a los problemas que causa la usura, Liliana presentó su iniciativa para modificar el Código Penal y reducir los excesivos intereses que lesionan (en mayor medida) a quienes están sin recursos económicos suficientes, mientras los prestamistas-agiotistas, gozan de impunidad. Tuvo que presionar al Congreso del Estado durante mil 265 días para lograr su cometido: poner freno a la usura.

La ciudadanía conoce las acciones emprendidas por Liliana y sabe que han generado cambios significativos no sólo en Nuevo León. Uno, para mí, de suma importancia es El Barzón, un movimiento social que ha beneficiado a miles de familias, del cual Liliana es fundadora.

La Organización habla de su capacidad de liderazgo, pues está integrado por personas plurales y diversas del ámbito rural y urbano, de economía media y baja, que defienden su patrimonio de las amenazas de las crisis financieras suscitadas en el país. Estas crisis abren la brecha entre los que más tienen y los que nada poseen.

Al igual que miles de familias, algunas amistades personales tenían contratos de compra de casa habitación, con plazos de pago a veinte y treinta años respectivamente. Las cuotas mensuales convenidas con los bancos habían sido fijadas dentro de los parámetros normales para el sueldo que percibían. Pero la crisis económica que llegó junto a Salinas, provocó que las cuotas pactadas crecieran a cantidades impagables. Aumentó la deuda pactada por la compra del bien inmueble pero el sueldo quedó estancado.

Hoy, gracias a El Barzón, muchas familias tienen la certeza de que su patrimonio está legalmente resguardado.

Debido a su honesto trabajo como diputada federal y local y por su activismo social, Liliana ha enfrentado serios conflictos, cuya gravedad va desde el rechazo de quienes piensan diferente, el cierre del micrófono mientras hablaba en tribuna y la destrucción de sus herramientas de trabajo.

Ha sido golpeada, intimidada y demandada penalmente por una u otra injustificable razón. También ha recibido amenazas de muerte y sorteado intentos de asesinato. Nada ha hecho mella. Su fortaleza sigue incólume.

Con más de 20 años de lucha esta líder, respetada y reconocida por la comunidad y los medios de comunicación, amenazó con irse a descansar. Para fortuna nuestra ha vuelto a encabezar acciones ciudadanas, proponiendo estrategias para transformar el mundo, nuestro mundo.

Cuando mi esposo leyó el borrador de este texto exclamó: “Necesitamos muchas Lilianas”.  “Sí”, coincidí. Necesitamos muchas Lilianas para combatir la corrupción, la ignorancia, la inseguridad, la violencia, la impunidad y un largo etcétera.

Necesitamos muchas Lilianas para transformar la ciudad, el estado, el país.
                                       

 

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