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1589 29 Mayo 2014

 

Maya Angelou y los que no tienen voz
Cordelia Rizzo

Monterrey.- A los catorce años, la prosa de Maya Angelou me abrió los ojos a la necesidad humana de lidiar con el sufrimiento.  Antes de eso sufrir era para mí un concepto ambiguo, era una ‘prerrogativa’ de los pobres o de mi abuela abnegada. Probablemente gracias a su primera autobiografía novelada (Sé por qué el pájaro enjaulado canta) comencé a entender que todos sufrimos.

Ese ser humano ‘entero’ que llegó a la adolescencia o a la vida adulta se balancea sobre un equilibrio precario. Esa mujer. De un día al otro, se muere, sufre un trauma o se desarma el entramado que le daba sentido a su vida. 
Angelou no disfraza la emoción ni es la heroína victoriosa de la novela. Su ejemplo ha demostrado a lo largo de los años que la batalla por la vida y la dignidad se gana al ver el sufrimiento en la cara. Con apoyos y muchísima tenacidad, ella, como una joven adolescente negra, comienza a transformar el dolor en una especie de plano de piso de la existencia que se seguirá elaborando. 

La politización del dolor lo cubre de significados y se comienza a tejer una trama nueva; eso lo supe después que me familiaricé con el activismo de Angelou. Mucho después tomé conciencia de que ella había sido una pieza fundamental en el movimiento en pro de los derechos civiles en Estados Unidos, liderado por Malcolm X y Martin Luther King Jr., del que no dejo de aprender.

Recoger agua de la noria del sufrimiento es una hazaña. En ese momento en el que un sufrimiento se comprende y transforma en alegría se puede hablar de un renacimiento. No todas las historias de víctimas (como en el caso de Angelou, de una violación) comunican la necesidad de seguir un impulso creativo para salir de la noria. Pero la suya sí, y es un testimonio valiosísimo sobre el contexto de marginación que habitaron los negros en Estados Unidos y su resiliencia como comunidad.

Todavía recuerdo la escena en la que es violada la protagonista y cómo esa penetración forzada comunica perfectamente el abuso y el trasfondo social de éste.

Gracias a la Maya Angelou personaje pude iniciar un profundo diálogo con mi femineidad, lleno de atavismos, planicies y baches. Creo que son estas historias de mujeres que se tuvieron que levantar y con mucha gracia retaron siempre al molde las que nos enseñan a ser mujeres, no el princesismo.
Sufrimiento innecesario legislado

Ayer se aprobó en primera ronda una reforma a la constitución de Nuevo León que criminaliza a las mujeres. Sobre todo a las que han sido pobres en lo económico y en su educación para la sexualidad y deciden tener un aborto. En Estados Unidos éstas son las mujeres negras e hispanas, en México las indígenas. 

En este día que me entero del fallecimiento de Maya Angelou, a quien no volví a leer en novela pero sí en poesía y en filme, recuerdo insistentemente a todas las mujeres de mi vida: las que nacieron privilegiadas y las que han remado contracorriente. Las que tuvieron hijos que no querían, las que descubrieron en sus hijos su fortaleza, las que decidieron tomar la decisión más difícil de sus vidas al abortar. 

Recuerdo todas las veces que se me retuerce la tripa al descubrir que la asimetría de un sueldo, la exclusión de ciertos grupos de poder, el acoso callejero, los exabruptos misóginos, todos tienen que ver sólo con el hecho de ser mujer.

Las mujeres de Nuevo León serán golpeadas si la reforma se aprueba. Aun las que creen en la reforma. No hay que olvidar que si se aprueba en septiembre en la segunda ronda, el país está más cerca de cambiar la constitución nacional en esta dirección tan nociva. 

Si el autogolpe le produce placer a alguien y a su clica no es motivo suficiente para convertir su experiencia personal en una ley general. La voz que busca proteger la decisión de una mujer de practicarse o no un aborto (ojo, que no es equivalente a estar en contra de la vida, o una afrenta contra quienes pugnan por el estatuto vital del embrión y el feto) no está presente en el dictamen de reforma que se busca aprobar. 

Quien lidera la defensa de la reforma en la sociedad civil, una organización pro vida ad hoc sostenida por ex Legionarios de Cristo llamada Yo soy voz (a la que se le privilegió el acceso al congreso), expresa una serie de falacias éticas y científicas como sustento de su postura en su página web. Demuestra un conocimiento pobre de la biología reproductiva, los principios que rigen los derechos humanos, y una falta de ponderación absoluta a los argumentos en contra de sus posturas. Según ellos se basan en argumentos científicos (no hay una sola cita a estudios de publicaciones arbitradas médicas o de biología), y su discurso no deja de estar formulado en términos de un decreto de conciencia cuya naturaleza ni siquiera se explora adecuadamente.

Razonar implica comprender que los argumentos que esgrime una son susceptibles de ser discutidos. Aquí no hay razonamiento. ¿Existen criterios de validez?

El filósofo Bernard Williams bien dice que uno de los grandes vacíos de la ética racionalista es que no se plantea que los seres humanos deben vivir con sus decisiones. Pero bueno, los postulados pro vida en este caso no apelan a una cuestión bioética sino a un intento de secularización de interpretación teológica endeble. 

Las mujeres que abortan, todas, deben vivir con su decisión, indistintamente de su manera de pensar o creencia religiosa. Así lo hacen inclusive quienes se practicaron un aborto creyendo que el producto no era un ser vivo. Se ha trivializado mucho –de ambos lados– el proceso deliberativo por el que atraviesa una mujer que decide interrumpir su embarazo.  

Las legisladoras y los legisladores pro vida muestran demasiada frialdad respecto a los efectos de la legislación que quieren pasar. Me pregunto si no serán sociópatas, o si hay algo que ocultan que los motiva a ese nivel de obediencia.

Maya Angelou sabía usar su vida para mostrar la columna vertebral de una lucha que va más allá de ella y a favor de todos aquellos que no tenían voz  y cuyas victorias están amenazadas constantemente. Recordemos el racismo que justificó el asesinato de Trayvon Martin, un adolescente negro, ante la corte de Florida el año pasado. 

La decisión de la reforma al artículo 1 de la constitución de Nuevo León para incorporar la protección al ‘concebido’ como gran victoria moral, no llega a discusión ética, lamentablemente, y sí le da al traste a una lucha honesta e histórica por el reconocimiento a los derechos de las que no tenían voz: las mujeres.

 

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