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1693 22 Octubre 2014

 

 

Dulce María González y lo perdido
Eligio Coronado

 

Monterrey.- Ironías de la vida: ahora que acabamos de perder a Dulce María González (viernes 11 de julio de 2014) aparece su nuevo poemario Lo perdido.* En él sobresale su pasado familiar y geográfico: la madre, la abuela, el padre, la casa de la infancia, la biblioteca, muebles, macetas, Campeche, la vegetación, las frutas, la lluvia, las aves, el recuerdo, etcétera

Dulce recrea su memorial a base de imágenes precisas que avivan la tejedura de la nostalgia: “Aquella casa me contenía / sus noches bajo el fresno / la buganvilia en sus ventanas” (p. 27), “Era una selva andante / luminosa bajo la lluvia cambió de lugar / una y otra vez” (p. 29), “El sol entraba de lleno / por el cristal de la puerta / iluminaba sus paredes vegetales” (p. 36).

Toda reconstrucción conlleva sus dosis de tristeza y alegría; acomodar las piezas donde duela menos o satisfaga más (es lo que solemos hacer todos): “He inventado / y reinventado tanto / que al verte se abren grietas / y entra luz / de los distintos momentos / de una vida” (p. 26).

Una vida que, en el caso de Dulce, estaba por terminar. ¿Lo sabía ella acaso? El tema está presente en este poemario: “Los muertos me llaman / voy hacia los que no tienen labios” (p. 13). Estos versos adquieren un dramatismo inesperado debido a la reciente partida de nuestra autora.

Dulce perseguía la claridad, la concisión y la profundidad. Tenía un gran conocimiento del lenguaje y eso es evidente en su poesía: “Verde y luminoso ramaje / tiene el corazón de la casa” (p. 34), “La noche salía de su boca / espumosa y negra / bañada de insectos” (p. 25), “humedad costera / golpe de la sangre en la selva” (p. 21), “les crece el sueño a esos tubérculos / de lluvia / que habitan el huerto” (p. 17).

Son notables también las referencias a la biblioteca de la familia, generadora, sin duda, de la curiosidad intelectual que la condujo al territorio de la creación literaria: “las voces de la biblioteca / me llaman” (p. 40), “los libros nos crecen en el vientre / y encajan / las costillas de sus lomos / en páginas donde se agazapan / voces / de otros muertos” (p. 30), “El mundo sólo vuelve / entre las tablas / de aquella biblioteca” (p. 38).

* Dulce María González. Lo perdido. Monterrey, N.L.: Vaso Roto Ediciones / UANL, 2014. 52 pp. (Colec. Poesía.)

 

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