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1893 29 Julio 2015

 

 

Daniel Salinas Basave
Gerson Gómez

 

Monterrey.- Desde niño, su capacidad intuitiva la reconocieron sus maestros y directivos. No solo por el porte, sino la actitud consciente.

Llama la atención de sus mentores, quienes le observan como un desafío agradable, eso me contó mi madre, quien le conoció desde sus seis años, al formar parte del claustro de docentes en el Liceo Anglo Francés, donde Daniel cursó su primaria y secundaria.

Daniel Salinas Basave nació en Monterrey, Nuevo León, el 21 de abril de 1974; es ensayista y periodista. Reside en Tijuana desde 1999. Licenciado en derecho. Ha colaborado en Esquire, Gatopardo, Milenio y Replicante, entre otras publicaciones. Trabajó como reportero en El Norte de Monterrey. Miembro de la generación fundadora del diario Frontera de Tijuana.

Actualmente tiene espacios editoriales semanales en Semanario InfoBaja, Suplemento Cultural Palabra, Síntesis TV y San Diego Red. Ha sido becario de la Sociedad Interamericana de Prensa en el seminario Periodismo de Alto Riesgo en Campo de Mayo, Argentina. Ha publicado reportajes y biografías de personajes históricos. Premio Estatal de Literatura Baja California 2010, por Réquiem por Gutenberg. Premio Nacional de Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry 2014, por Cartografías de Nostromo. Relatos de espías, embajadores y embusteros. Premio Regional de Cuento Ciudad de La Paz 2014, en la categoría de cuento, por Dispárale a Blancornelas. Premio Nacional de Cuento Gilberto Owen de Literatura 2015, en la categoría de cuento, por Días de whisky malo; y hace un par de semanas ganó el 2o. lugar en Novela en el Premio Nacional de Literatura Mauricio Achar, de la prestigiosa editoria Random House Mondadori. Autor del libro La liturgia del Tigre Blanco, publicada por la editorial Océano, sobre Jorge Hank Rohn.
Mantenemos  una conversación con él hasta Tijuana, pues en este último año de su vida, irrumpió en la escena literaria nacional, obteniendo el primer lugar en la mayoría de los certámenes nacionales.

GG: Daniel, por qué cursar la carrera de leyes y no letras o comunicación?

DSB: Forma parte de la historia de lo que pudo haber sido. Siempre tuve claro que Historia, Letras, Filosofía me interesa más que el Derecho, pero también intuí que un título de abogado no me estorbaría ni me frenaría la vocación. Lo que lamento es no haber tenido una vida universitaria plena y enriquecedora. Para mucha gente la universidad es una época donde hacen grandes amigos, pero la verdad es que en las aulas donde estudié no encontré demasiadas afinidades vocacionales con mis compañeros. Mi escuela (donde me tocó llegar a coincidir con Rodrigo Medina) estaba llena de aspirantes a narco-abogados. Había demasiada basura en sus aulas, pero  también tuve grandes maestros y uno que otro compañero interesante. Como debía mantener una beca, mi promedio siempre fue alto. Empecé estudiando Ciencias Políticas (tres semestres en la UANL) y Comunicación; nunca pensé estudiar, pese a ser hijo de una comunicóloga y de tener no pocos tíos y primos con ese título.

GG: Procedes de una familia de filósofos, pensadores y humanistas, ¿con cuál de todos te identificas más?

DSB: Bueno, los primeros ocho años de mi vida los viví en la casa de mi abuelo [Agustín Basave Fernández del Valle, nota del entrevistador], en la colonia Miravalle, donde había libros en el antecomedor, en los pasillos, en las escaleras. Las paredes eran libros. En esa casa estaba la que posiblemente fue la biblioteca privada de filosofía más grande de México. Mi mamá ha sido siempre una gran lectora y me indujo al vicio desde muy temprana edad. Utilizando la expresión de Gabriel Zaid, le di el golpe al libro desde muy pequeño y ella fue clave en la adicción. Lector he sido desde que aprendí a distinguir las letras y lo seré hasta el último día de mi vida. Mi abuelo consagró su existencia a la filosofía y a la educación y aunque él haya sido un filósofo católico y yo sea un ateo deicida, su ejemplo de vida y su pasión por las humanidades siempre ha sido una carta de navegación en mi vida. Con mi tío José Manuel tuve siempre una relación muy cercana, fue como mi hermano mayor; y con mi tío Agustín platicaba muchísimo sobre historia de México y política.

GG: ¿Te consideras tardío para las letras, pues en el último año de vida, has irrumpido en todos los certámenes literarios obteniendo los lugares de prestigio, cuando ya tu generación ha estado publicando?

DSB: En efecto, cronológicamente voy con un terrible retraso de más de una década, si me comparo con la mayoría de mis colegas. Es paradójico y complicado de explicar. La semilla y la pasión estuvo siempre, pero estaba demasiado ocupado con el periodismo como para dar rienda suelta a mi vocación. Durante años pensé que mi camino de vida era ser un reportero lector o un reportero con filias literarias. Ser reportero fue mi mejor escuela para aprender a contar historias y me dio lo que ningún doctorado hubiera podido ofrecerme, pero lo paradójico fue que necesité dejarlo para empezar a escribir en serio. Quizá por eso me identifico tanto con Federico Campbell.  Si yo siguiera siendo un reportero de 16 horas diarias no hubiera podido terminar de escribir un solo libro. Yo jamás había tenido el tiempo de inscribirme a un concurso. En 2010 me inscribí al estatal de Baja California y lo gané con Réquiem por Gutenberg. Eso marcó un antes y después. Todo se alineó. Mi hijo Iker nació con una torta de creatividad bajo el brazo. A mi edad mucha gente va de bajada. Llegan a los 40 y les cae la depresión, la línea de sombra, la zona crepuscular, la sensación de que deben sentar cabeza y actuar como adultos. Yo en cambio me siento con la energía a tope, con mucha más potencia y creatividad que los 30. La paternidad te revoluciona y te contagia. Me doy cuenta que muchos de los personajes de mis cuentos son periodistas cincuentones ahogados en un alcoholismo de teporochos, masacrados por el tren de la canija vida. Creo que la escritura de esos cuentos es el conjuro o el exorcismo de mis ex futuros. Si en palabras de Unamuno Werther es el ex futuro suicida de Goethe, creo que todos los personajes de Dispárenme como a Blancornelas, o el personaje de Vientos de Santa Ana son mis ex futuros periodísticos, aunque creo que la vena reporteril seguirá latente hasta el último día.
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GG: Cuento periodístico, ensayo periodístico, novela periodística, ensayo periodístico. ¿Te consideras escritor o periodista, o ambas, o un híbrido de otro mundo?

DSB: No sé, yo creo que me considero como una especie de ajolote prosístico, un monotrema indefinido. Hay quien dice que el primero fue mi tocayo Defoe con el Diario del Año de la Peste en el Siglo XVII.  Hubo en el Siglo XX  habilísimos reporteros que además fueron grandes contadores de historias, como Ryszard Kapuściński, o Rodolfo Walsh. Sin embargo, ellos nunca dejaron de ser reporteros en momento alguno. En cambio, tienes a un Tomás Eloy Martínez, que rebasa la línea y se transforma en un híbrido total. La gran escuela del Nuevo Periodismo estadounidense sigue siendo punto de referencia y no creo que haya sido superada. El resultado es que hay una grandísima generación de cronistas en estos tiempos. También hay fascinantes híbridos de ensayo, diario íntimo y ficción que me apasionan, como El arte de la fuga de Pitol o París no se acaba nunca de Vila-Matas. Federico Campbell es para mí una gran influencia. Yo me siento pez en las aguas del ensayo y me gusta mucho el cuento, el cuento largo. También la crónica. He sufrido un poco con la novela, pero Vientos de Santa Ana alcanzó un segundo lugar en Random House y ahora viene en camino. Creo que nunca he hecho un híbrido total. El ejemplo de la pluma bicéfala se puede ver con claridad poniendo frente a frente el Tigre blanco y Vientos de Santa Ana. Es posible interpretarlos como libros paralelos, las dos caras del Jano escritural; pero Tigre blanco es periodismo narrativo y jamás deja de serlo mientras que Vientos es una novela y no aspira a ser otra cosa.

GG: Cultivas los gustos personales por el futbol soccer, por el heavy metal, que supongo influyen en el pensamiento, ¿es así?

DSB: Son dos grandes aficiones que se ven reflejadas en mi trabajo. Nunca me ha pasado por la cabeza ser músico o futbolista y sin embargo mi vida no sería la misma sin el futbol y Metal como condimentos. El padrino de ambas fue José Manuel Basave. Mis primeros casetes de Scorpions, AC/DC, Judas Priest, Accept, Quiet Riot me los grabó Jos cuando yo era un niño y él era una adolescente que coleccionaba cientos de discos. Él hace mucho que no oye heavy, pero en mí sembró una semilla eterna. Fue él también quien me hizo Tigre. Yo iba al estadio con mi abuelo, con mi tío y con mi primo Héctor, todos Tigres. Aparentemente mi abuelo podría parecer como un filósofo que solo pensaba en Kant y en Heidegger, pero siempre fue muy futbolero. Muchos de mis cuentos son de futbol. Tengo una compilación de once cuentos futboleros llamada Nacido en el Año del Tigre. Río Santa Catarina es uno de mis relatos más antiguos (está incluido en Cartografías absurdas de Daxdalia) y trata sobre el futbol llanero en Monterrey. En Días de whisky malo, que acaba de ganar el Gilberto Owen, aparecen dos cuentos con trasfondo futbolero (Infortunios de un ovejero kazajo y Dilemas de zurdos y fachos). Por lo que al Metal respecta, te puedo decir que no hay día de mi vida en que no escuche rock duro. Soy feliz lo mismo con un neoclásico o un progresivo virtuoso (Rush, Dream Theatre, Yngwie Malmsteen) que con Death o Black Metal ultrabrutal. El Hard Core y el Punk de vieja escuela me prenden muchísimo. Las bandas que han marcado mi vida son Iron Maiden, Motorhead, Judas Priest, Black Sabbath, pero igual escucho muchas bandas nuevas siempre y cuando sean de rock duro y extremo. Detesto la mierda hipster y alternativa. Muchos de los personajes de mis cuentos son metaleros (por ejemplo, el personaje del cuento Días de whisky malo que da nombre al libro). Tengo una novela inédita llamada 1991, cuyo personaje principal es Zarra Paz Trozzo, un aspirante a bajista en una banda de Hard Core regia. El gran final de la novela es en una tocada en Factores Mutuos. Tengo muchos cuentos metaleros. Creo que el Metal es una actitud ante la vida, un punch de energía diaria que te mantienen con vida y con furia. He pasado la temida barrera de los 40 años, pero sigo con los puños cerrados, sin castrar mi rabia.
 
GG: ¿Por qué abandonar Monterrey, tu tierra y parentela, e irse a abrir brecha a Tijuana? ¿No te habría resultado más ligero el trayecto?

DSB: Siempre he tenido una relación muy complicada con Monterrey. La quiero, de verdad la quiero, en cierta forma la extraño, mi sangre es innegablemente regia, pero Monterrey y yo no nos aceptamos como somos y creo que nos queremos más desde lejos. El Monterrey que me genera nostalgia, el Monterrey de mi saudade es una ciudad que ya no existe y a estas alturas me pregunto si alguna vez existió. Emigré a Tijuana porque me invitaron hace 16 años y aquí formé mi hogar. Mi hijo Iker es tijuanense, mi casa está aquí y me siento afortunado de que los atardeceres de mi vida transcurran frente a las Islas Coronado. Tijuana es una ciudad caótica, desmadrosa, pero muy noble, infinitamente noble. En Tijuana no tienes que tener un apellido, ni ser nieto, sobrino o hijo de alguien para triunfar, ni vales por tu título universitario o tus cartas de recomendación. En Tijuana eres tú, tu trabajo y los huevos que le pongas a la vida. Si trabajas con ganas esta ciudad te premia. Sigo creyendo que es una de las ciudades más libres y tolerantes que existen, una ciudad adolescente sin delirios de abolengos y apellidos. Tenemos severos problemas, sí, pero la acepto como es. Eso sí, nunca cambiaría a Tigres por Xolos y siempre estaré pendiente y ocupado de lo que ocurra en Nuevo León; pero mi sitio en el mundo está en Baja California.

Pd: El primer concurso que gané en mi vida fue un concurso de lectura en segundo de primaria en el Liceo Anglo Francés, con mi maestra Silvia, tu madre. Aún puedo recordar estrofas completas de la copla popular con la que gané. Se llamaba El Caimán y mi premio fue un gran rompecabezas del mapa de México que me regaló tu madre. A la fecha sigo agradeciendo infinitamente que mi maestra me haya formado tan bien como lector en voz alta. Leer con entonación, con ritmo, con énfasis. Hay miles de políticos que no tienen idea de los signos de puntuación y leen de corrido, con insoportable patetismo. A tu madre le debo ese primer premio, el gusto y la confianza por leer o hablar en público y también la confianza para entrarle a certámenes y aprender a jugar en eliminatoria, no tenerle miedo a perder o ganar.

Otro PD: La primera y única beca que he tenido en mi vida no fue del Fonca. Me la dio Carolina, mi esposa. Fue un acto de fe apoyarme para que pudiera dedicarme de tiempo completo a la escritura y bueno, algunos frutos está dando.

 

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