Suscribete

 
1895 31 Julio 2015

 

 

El cuestionado estadio en La Pastora
Ángel Séndic Tovalín

 

Monterrey.- El estadio en La Pastora representa un ejemplar caso (exitoso pero cuestionado) de uno de los proyectos más ambiciosos del capitalismo neoliberal mexicano.

Los intereses que lo empujaron fueron desarmando con ingeniería burocrática, y muchos años de por medio, todas las trabas que se le oponían. Y esas trabas eran las leyes que ciudadanos invocaban para clamar elemental justicia. El último escollo en salvar fue cuando se ordenó literalmente "destrabar", por mandato presidencial de Felipe Calderón, los permisos y las sanciones ambientales.

Por mucho tiempo la entonces delegada del despacho federal ambiental, aseguraba públicamente que el estadio en La Pastora era imposible e inviable. El procurador de justicia ambiental tenía detenida la obra por diversas violaciones. En un tris, desde los Pinos dan la orden de "destrabarlo" y la clausura se levanta y el permiso es otorgado; los pobres funcionarios se tuvieron que tragar sus palabras, quedaron expuestos y desnudos en su real nivel ético y moral como funcionarios públicos. Su única virtud fue la obediencia que terminó corrompida por acatar una orden que lastima y daña el interés público.

La administración de Medina había heredado el proyecto como un encargo de Natividad, y ahora debía desahogar el proyecto, haciendo todo de su parte, hasta lo ilegalmente posible, para cumplir con la resolución del proyecto. Así, el gobierno del estado, en contubernio con el Congreso, entregan los terrenos en un atípico comodato por 60 años, cuando la ley marca solo 30 años. Casi todos los diputados estuvieron de acuerdo, después de haber visitado uno por uno, la diabólica oficina gerencial de la empresa cervecera. La sospechosa invitación sucede bajo el supuesto de conocer el proyecto y los beneficios que traería. Todos dieron su aval al proyecto, excepto dos diputados; uno fue Arturo Benavides, del PAN, quien entonces era el representante de los vecinos de la zona afectada; fue el único de los diputados que se apersonó a la cita en compañía de sus representados, los vecinos de la zona. Todos dijeron que no. También votó  en contra la diputada del PRD, quien no fue convidada a las oficinas cerveceras.

En el fondo, lo grave del asunto son los valores que se anteponen para tomar tal decisión de despojar al patrimonio del estado y lastimar así el interés público. Se ampara el argumento a favor del despojo, en que el proyecto habrá de generar economía y fuentes de empleo. Este criterio que justifica el despojo anula desde el poder del gobierno del estado, todas las leyes federales y estatales de protección ambiental, las de flora, fauna y vida silvestre, las NOM de protección, las leyes de aguas nacionales y de administración pública.

Este criterio ignora los costos indexados a la salud pública, que la contaminación que genera el proyecto, tiene sobre la sociedad en su conjunto.

También ignora los servicios ambientales que perdemos en el despojo, la regulación de temperatura, la captación de carbono, la captación de agua.
Siguiendo una lógica de elemental sentido común, el estadio debió haberse construido en cualquier otro terreno, de los muchos ofrecidos por todos los municipios del área metropolitana; se debió haber elegido un sitio donde no tuviera un impacto tan negativo, como el de haberlo construirlo sobre un bosque público, donde el agua del subsuelo representa una dificultad técnica muy complicada en la ingeniería, pero al mismo tiempo este elemento es la principal materia prima de su negocio cervecero.

Durante la construcción del estadio, los índices que miden la calidad del aire se dispararon. El gobierno del estado manda cerrar la estación que monitorea la zona de La Pastora. Se incrementan sistemáticamente los casos de enfermedades respiratorias. Y nadie parece reparar en esto, todo mundo atento o en la final o en la inauguración o con El Piojo. Parece no hacer mella alguna en el espíritu hincha de seguir una camiseta, los escandalosos casos de corrupción en el fubol que abundan por doquier.

Parece que no se asocia en la cultural del futbol que México es uno de los países más corruptos del mundo y donde más cuesta la corrupción también. El futbol, como muchas otras empresas de entretenimiento, es manejado por un grupo de ávaros mercaderes, que toman decisiones desde una óptica de rentabilidad. Arreglar partidos, arreglar estadios, se puede hacer tan fácilmente con una buena chequera que contrate alta burocracia para gestionar proyectos desde el poder político; así, aquellos proyectos, por más descabellados que parezcan, en la cultura de la corrupción –esa a la que auto aludía Peña Nieto, de la encarnada corrupción–, puede hacerse todo posible. Como por ejemplo, tomar un bosque propiedad de todos los neoleoneses y hacerlo estadio propiedad de una empresa cervecera.

Bajo el poder de la corrupción tampoco importó que un viejo y colmilludo abogado, que se decía defender la ecología y el interés de la gente, que usaba por membrete un comedor para viejitos, haya ganado un amparo; un millón, según, fue suficiente para disuadirlo y retirase el querella.

Sin embargo, hemos atestiguado cómo son más y cada vez más, las personas conscientes que se sacuden de la indiferencia y les cala la indignidad de tanto atropello. Esa fuerza desde la sociedad es lo único que puede cambiar el destino fatal al que nos están llevando, bajo este modelo de hacer política y economía, llamado eufemísticamente neoliberalismo.

Quiero compartirles que actualmente existe un recurso legal que pide la nulidad administrativa del permiso otorgado por la Semarnat. Estamos atentos a las notificaciones que Claudio Tapia haga sobre esta demanda que se construyó desde el Colectivo Ciudadano en Defensa de la Pastora.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com