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1931 21 Septiembre 2015

 

 

¿Idóneos para qué?
Claudio Tapia

 

San Pedro Garza García.- Amartya Sen, afirmó que “si el voto público no se combina con la oportunidad de hablar, escuchar e influir en la toma de decisiones, la democracia alcanzada sólo será un concepto vacío de contenido”.

Con ese afán ligeramente parecido a la gloria del debate propuesta por el pensador liberal hindú –porque no se trata de una discusión pública sino de una toma de opinión, por cierto, filtrada y manipulada por los interesados en que les toque hueso– el gobernador electo, Jaime Rodriguez, dio a conocer a través de su página de Facebook los nombres con los currícula de los probables titulares de los cargos relevantes de su administración.

La arrebatinga, zancadillas, trampas en la red y búsqueda desesperada de palancas que su ocurrencia suscitó entre los suspirantes, propuestos o no, son dignas de todo un estudio sobre la ética en los tiempos de la pureza cívica.   

Se trata de “un ejercicio para conocer la opinión de los ciudadanos y no de un concurso de popularidad ni de belleza.” “No lo sometí a votación, lo di a conocer para que la gente me diga qué opina, qué sentimientos les genera”, aclaró el próximo gobernador.

Pero, ¿cómo puede el ciudadano común emitir una opinión que no se base en la popularidad, simpatía, opinión publicada o evaluación de comportamientos anteriores, si no se le informa primero sobre los problemas específicos que el funcionario propuesto deberá enfrentar y resolver?   

¿Puede esperarse que el ciudadano opine sobre las habilidades de un servidor público para resolver problemas que no han sido señalados con precisión ni se han consensado? No. Porque para opinar de manera responsable es necesario primero informarse.

Opinar sobre quién sería el mejor requiere convenir cuando menos lo siguiente: ¿mejor para qué? ¿Cuáles son los problemas concretos que deberá resolver? ¿Está suficientemente preparado para hacerlo?

No basta la ambigua y simplista idea de que lo que conviene es escoger al idóneo: “gente que trabaje para el bien de Nuevo León y que haga las cosas lo mejor posible” –cualquiera que sea lo que eso quiera decir– según palabras del presidente de la Canaco Monterrey.

Me queda claro que en el oído de Rodríguez se escucha fuerte las voces de Elizondo, Junco y Fernández. La multitudinaria raza que esperaba poder opinar ha sido desplazada por unos cuantos personajes que creen saber cuáles son los verdaderos problemas, cómo resolverlos y en quiénes confiar para que lo hagan.   

Pero también –a menos de que se trate de una pantalla– hay evidencias de que el futuro gobernante pretende escuchar otras voces porque no creo que crea que las víctimas que sufren los problemas están representadas por los pocos que siempre son oídos e invariablemente tomados en cuenta.

Si de verdad va en serio esto del debate público para la toma de decisiones, empecemos por precisar y listar los problemas, ponernos de acuerdo en cuáles son los que podemos resolver, sus prioridades y posibilidades. Discutámoslo en escenarios en los que la libertad e igualdad esté garantizada para que participen todos los que quieran y tengan algo que decir.

Sí, ya lo sé. Es mucho pedir. Pero nos ofrecieron que así sería.    

 

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