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2012 12 Enero 2016

 

 

Salvador Díaz Mirón
Ismael Vidales Delgado

 

Monterrey.- Díaz Mirón es un controvertido personaje, que lo mismo escribió emotivos poemas, que golpeó o mató a quien se le puso enfrente. Su nombre completo es Salvador Antonio Edmundo Espiridión y Francisco de Paula Díaz Ibáñez.

Nació en el Puerto de Veracruz, el 14 de diciembre de 1853 y falleció en el mismo lugar el 12 de junio de 1928, a la edad de 75 años. Su padre fue Manuel Díaz Mirón, periodista, político y Gobernador de Veracruz.

Salvador, desde los 14 años empezó a ejercer el periodismo y el oficio de poeta publicando en los periódicos de la familia. En 1876, a los 23 años, tuvo que huir hacia Nueva York, por razones políticas. En este viaje forzado aprendió inglés, francés, latín y griego.

En 1878, siendo diputado local en su natal Veracruz, participó en un pleito, recibiendo un balazo que le inutilizó el brazo izquierdo; ese balazo se lo propinó un sujeto de nombre Martín López, a quien durante varios años estuvo retando a duelo.

En 1880, sostuvo un duelo contra el coronel Manuel María Migoni, el cual salvó su vida porque la bala pegó en su cartera (seguramente muy gorda de billetes) en vez del corazón.

En 1881 retó a duelo al general Luis Mier y Terán, que era Gobernador de Veracruz, y autor de la matanza de los trabajadores huelguistas de Río Blanco, ejecutor de la orden de Don Porfirio "Mátalos en caliente", mediante la aplicación de la "ley fuga".

Mier y Terán alegó que no podía responder al reto lanzado por Díaz Mirón porque se hallaba ejerciendo un cargo público, por lo que el poeta publicó diariamente en la prensa los días que le faltaban para concluir el cargo, pero el duelo nunca ocurrió.

En 1882, mató a otro hombre de dos balazos, por lo que fue encarcelado cuatro años.

En mayo de 1883, mató al español Leandro Llada en las afueras del café La Parroquia y alegó legítima defensa, por lo cual quedó libre.

En 1895, mató a Federico Wólter, por lo que estuvo cuatro años en la cárcel hasta probar que había actuado en legítima defensa.

En  junio de 1910, a los 57 años de edad, salió a perseguir al guerrillero Santanón, pero fracasado regresa a México; se cuenta que el bandido le dejó en Tlacotalpan una caja de aromáticos puros con una nota cordial con su admiración y respeto.

En el mismo año de 1910 regresó a la Cámara y fue desaforado y puesto en prisión por haber disparado contra el diputado Juan Chapital en plena sesión camaral. Salió libre al triunfo de Madero, así que sólo estuvo seis meses en prisión.

En 1912, fue nombrado director del Colegio Preparatorio de Jalapa y protagonizó otro incidente violento cuando dejó desmayado de un cachazo de pistola a un alumno de apellido Ulibarri, que lo retó a pelear, y que años más tarde ejerció como odontólogo y presumía de ese pasaje en su vida.

Hacia 1913, fue exiliado a España de donde pasó a La Habana, desempeñándose como maestro de francés, Historia Universal y Literatura teniendo como alumno nada menos que al poeta Alejo Carpentier.

En 1921 rechazó una pensión que le ofreció el gobierno del presidente Álvaro Obregón; y en 1927 rechazó el homenaje nacional que organizaba un grupo de escritores.

El 12 de junio de 1928, murió en el puerto de Veracruz y el 14 del mismo mes se trasladaron sus restos mortales a la Rotonda de los Hombres Ilustres (Hoy rotonda de las personas ilustres), en México, D.F.

Esta es en síntesis la vida violenta del Salvador Díaz Mirón, pero del poeta recordamos los siguientes versos:

Comienzo por el que fuera obligado poema en las fiestas escolares por muchos años... "Paquito"

Cubierto de jiras/ al ábrego hirsutas / al par que las mechas / crecidas y rubias, / el pobre chiquillo / se postra en la tumba, / y en voz de sollozos / revienta y murmura: «Mamá, soy Paquito; / no haré travesuras». / Y un cielo impasible / despliega su curva.

O los versos de su poema A Gloria, que dicen:

¡Confórmate, mujer! Hemos venido / a este valle de lágrimas que abate, / tú, como la paloma, para el nido, / y yo, como el león, para el combate.
Fiando en el instinto que me empuja, / desprecio los peligros que señalas.
«El ave canta aunque la rama cruja, / como que sabe lo que son sus alas».
Los claros timbres de que estoy ufano / han de salir de la calumnia ilesos.
Hay plumajes que cruzan el pantano / y no se manchan... ¡Mi plumaje es de esos!

 

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