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2093 4 Mayo 2016

 

 

Tiempo de compensación
Eligio Coronado

 

Monterrey.- El Tiempo de compensación* lo otorga el árbitro en los partidos de futbol para reponer los minutos perdidos en el juego por diversos motivos, pero en este volumen de entrevistas, ese tiempo se refiere al que la vida les ha otorgado a ciertos deportistas después de retirarse.

Figuras como los futbolistas mexicanos Pablo Larios (portero), Antonio La Tota Carbajal (portero), Antonio Villalón El Manquito (delantero), Hugo Sánchez Hugol (delantero), Tomás Boy El Jefe (hoy entrenador del Cruz Azul), Agustín Coss (delantero) y los extranjeros Roberto Cóndor Rojas (portero chileno), Rodrigo EL Pony Ruiz (volante chileno), Antonín Panenka (mediocampista checo), y los boxeadores José Ángel Mantequilla Nápoles (cubano) y Carlos El Cañas Zárate (mexicano) descorren el velo no siempre glamoroso de su retiro.

Además se habla del equipo América cuando era pobre, de la maldición que pesa sobre el Cruz Azul para no ser campeón, del equipo peruano Alianza Lima, desaparecido en un avionazo en 1987, y de la tragedia el Maracaná en 1950, cuando Uruguay le ganó sorpresivamente a Brasil la Copa Mundial.

Finalmente, la Arena Coliseo capitalina nos abre las puertas de su historia, cuatro comentaristas de futbol (Roberto Guerrero Ayala, Christian Martinoli, Gerardo Peña y Emilio Fernando Alonso) desgranan el tema de la crónica futbolera (“Me parece que se tiene que desmitificar al jugador. Eso me ha acarreado que no tenga ningún amigo futbolista y ni quiero”, Martinoli, p. 230) y descendemos al infierno del futbol jugado entre tiraderos de basura.

Carlos Barrón (Tlanepantla, Edomex, 1981) no se guarda nada: fracasos, despilfarros, miseria, tragedias, muertes, decepciones, resentimientos, crímenes y enfermedades conforman la historia posterior a la gloria deportiva.

Y es que las estrellas son “figuras hercúleas que no conocen los problemas sociales hasta que acaban su ciclo ganador y caen en la debacle” (p. 16).

Algunos futbolistas se mantienen en la cresta de la fama al volverse entrenadores como Hugo Sánchez  y Tomás Boy; otros, en cambio, como Pablo Larios y Antonio Villalón, fabrican uniformes para guardias de seguridad y reparten pollos rostizados, respectivamente.

Entre los boxeadores la historia no difiere mucho: “(Mantequilla Nápoles) Vive en Ciudad Juárez, Chihuahua, en la pobreza absoluta, en una casa prestada (…), padece diabetes” (p. 201) y Carlos Zárate intentó suicidarse: “El adicto ex boxeador que se aventaría de un hotel de paso, dejó la vida a medias para empezar otra: (…) cuando te quitan el campeonato te quedas solo y no sabes qué hacer. (…) bebí e inhalé mucho” (p. 224).

El destino ha maltratado a la mayoría: “Roberto Rojas padece hepatitis C y pasa su vida adolorido entre la casa y hospitales, necesita con urgencia un trasplante de hígado” (p. 52), “El reporte ministerial (…) dice que atraparon a uno de los cuatro cómplices que asaltaron el establecimiento de comida, (…) aceptó llamarse Agustín Coss y haber sido futbolista en el pasado” (p. 166), “la infección me destrozó el cartílago hasta tirarme la nariz, además tengo un orificio en el paladar que no se puede tapar” (Pablo Larios, p. 31).

¿Hasta qué punto ha inflado la mercadotecnia esa metáfora del éxito deportivo llamada “ídolo”? ¿Pasará lo mismo en otras disciplinas? ¿Literatura, música, cine, etcétera? ¿Y hasta cuándo lo seguiremos creyendo?

 

* Carlos Barrón. Tiempo de compensación. Crónicas a nivel de cancha. Monterrey, N.L.:Producciones El Salario del Miedo / Edit. Almadía / UANL, 2016. 247 pp., Ilus. (Colec. Fábrica de Monstruos.)


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