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2269 5 Enero 2017

 

 

La coartada de los impuestos
Eloy Garza González

 

Monterrey.- El mexicano tiene sentimientos encontrados sobre los impuestos. Recela pagarlos porque la autoridad pública se los robará. Pero, al mismo tiempo, el mexicano cree que con los impuestos, el Estado ayuda a los sectores más pobres. El uso y destino de los impuestos es contradictorio, pero el mexicano no asimila esa contradicción.

Una parte de los mexicanos resuelve sus dudas existenciales sobre los impuestos con una treta moral: “me da igual si se los roban o no, yo cumplo con pagarlos”. Otro tipo de mexicanos responden al dilema tangencialmente: “el problema no es que se los roben o no, sino la limitada capacidad recaudatoria del gobierno”. O sea, según ellos, como quiera los políticos tienen poco que robar.

En realidad, los impuestos son un robo forzado. Una expoliación legal. Se recauden bien o mal, no ayudan en nada a la redistribución de la riqueza. Ayudan, en todo caso, a que los políticos se hagan más ricos. Y a tener sometidos a los pobres en un clientelismo electoral: te doy una despensa y me das tu voto. “Así, en vez de bajar, crece la pobreza”. Y el único beneficiario es el gobierno.

¿Se cree usted parte del gobierno? Le garantizo que no lo es. No se engañe. El Estado no está a su servicio. Los políticos no piensan en el bienestar de usted. Cuando la casta burocrática viola el “axioma de no agresión”, no le dan nada a cambio. Lo agreden a usted quitándole parte de sus ganancias. La casta burocrática en sí no produce nada. Vive a nuestras expensas.

Aún así, el gobierno dice que somos sus “contribuyentes”. Pero para contribuir en algo o con alguien, hay que hacerlo voluntariamente. ¿Y si yo no quiero contribuir con ellos? Estaría en graves problemas legales. Con riesgo de meterme a la cárcel. O sea, me saquean lo que produzco y aparte tengo que estarles agradecido.

¿Con lo anterior doy a entender que los impuestos son un robo? No, no lo doy a entender. Lo digo abiertamente: son un robo. Una coerción que no redistribuye la riqueza porque anula la colaboración recíproca entre productores y consumidores. Un robo que empeora la pobreza y nos hunde más como país.

 

 

 

15diario.com