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2269 5 Enero 2017

 

 

Cuando el Estado salvaba empresas quebradas
Samuel Schmidt

 

Ciudad Juárez.- En los años cuando el priismo gobernaba sin oposición ni necesidad de llegar a acuerdos con nadie, se determinaron con claridad actividades estratégicas para la economía y la sociedad. En primerísimo lugar se encontraba la protección del empleo, el Estado salvaba empresas quebradas, llegando el sector paraestatal de la economía a más de mil empresas y otras formas de posesión estatal como fideicomisos. La corrupción era moderada, porque había crecimiento económico y poca inflación.

En las prioridades seguía la energía eléctrica, la aviación, los ferrocarriles, las comunicaciones.

El petróleo tenía un valor simbólico nacionalista, que con el descubrimiento de grandes yacimientos adquirió una relevancia mayor. Le dio al Estado una condición de rentista, porque le permitía vivir de la renta petrolera, con flojera para pensar en otra fuente de financiamiento, mientras beneficiaba a la gran burguesía nacional. Los 3 deciles más altos de la sociedad no pagaban los impuestos que debían, y la carga caía sobre los asalariados, lo que afectaba al mercado interno de consumo. Eran épocas de fuga de capital compensadas con ingresos petroleros, turismo y más adelante remesas de los millones de expulsados. La desigualdad económico-social crecía pero no se mostraba crudamente.

Con la llegada de los neoliberales esto cambió: decidieron privatizar todo para beneficiarse individualmente. La corrupción encontró nuevos derroteros y montos.

Se deshicieron de los ferrocarriles, de la aviación, “regalaron” Telmex y empezaron a desarticular la energía eléctrica, respetaban al petróleo por su utilidad política y corruptora y temor de agraviar a los nacionalistas.

La banca dejó de ser nacional y sus grandes ganancias equilibraron a los bancos en sus países de origen; España evitó el desastre gracias a la riqueza que se llevó de México

Hasta que se cayó el petróleo y los haraganes mentales del sector financiero gubernamental vieron que no tenían cómo compensar esos ingresos fiscales. No se podía aumentar la carga fiscal a las clases medias, y las remesas internacionales se usaron como pretexto para que entrara dinero sucio para estabilizar la macroeconomía, pero se fortaleció al crimen organizado. En su afán de privatizar al Estado para beneficiarse personalmente con lo vendido, se abalanzaron sobre el petróleo.

El gobierno siguió una estrategia de debilitamiento en la política petrolera, aunque Pemex protegía el empleo apoyando al mercado interno. Peña se negó a construir las refinerías necesarias con lo que se hubiera producido la gasolina que se importa, siguió el modelo dependentista de exportar materia prima (petróleo) e importar productos manufacturados (gasolina). Se oculta el verdadero costo de producción del petróleo, y el desmantelamiento de la empresa camina a pasos agigantados porque para los neoliberales es importante quebrarla para privatizarla.

Sabían que esto debilitaría a la empresa y a la economía, pero los beneficiaba a ellos.

Para el siglo XXI prácticamente solo quedaba el sector energético como fuente de recursos fiscales y para saciar el enorme apetito corrupto de los políticos. Fue entonces que descubrieron que una buena fuente de ingresos es aumentar las tarifas eléctricas y los precios de la gasolina.

Para no descomponer el sistema de privilegio fiscal, se mantuvo en lo esencial la misma estructura impositiva, y se utilizó a la gasolina como medio de alimentación para el gobierno. Los gasolinazos se hicieron práctica común. Cada mes religiosamente aumentaba el precio de la gasolina, poquito para que no doliera, pero irritó tremendamente a la sociedad, no solamente porque obligaron a muchos a que absorbieran el costo, sino que sostuvieron la política de congelamiento de salarios, socializando el costo de la maniobra privatizadora.

Ante el costo político, demagógicamente prometieron que suspenderían los gasolinazos, pero esto fue de corto alcance. Enero arranca con un aumento mayor que repercute en el transporte, y se acompañó con los aumentos a la energía eléctrica que repercute sobre otros servicios públicos e impuestos locales. El impacto inflacionario será mayúsculo mientras que el salario mínimo subió dos tremendos pesos diarios.

Pero ahora la gente se hartó y está elevando la voz. Peña Nieto logró encender al país confiando en el uso de las fuerzas armadas.

Hay llamados de boicot de gasolina y “golpes de Estado populares”. Las protestas se han generalizado en el país acompañadas con bloqueos de: carreteras, puentes internacionales, oficinas de gobierno, gasolineras y saqueos a negocios. La furia social se está desatando y la represión solamente la potenciará.

Pensábamos que los mexicanos estaban acostumbrados a la corrupción y la toleraban, por eso Peña resolvió el tema de la Casa Blanca con una disculpa, pero el golpe a la economía es de tal dimensión que el hilo ha llegado a su límite y está por romperse.

Por lo pronto el PRI perderá el Estado de México.

 

 

 

15diario.com