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2270 6 Enero 2017

 

 

Las sinrazones del gasolinazo
Alejandro Heredia

 

Monterrey.- La clase política mexicana, con esa solemnidad que le imprime a todos sus actos (hasta los más absurdos), implementó el gasolinazo por medio del senado de la República y el gobierno federal. Todo para incentivar la inversión de la iniciativa privada en el ámbito de la distribución y almacenamiento de los combustibles, lo que viene a ser la historia siempre recurrente: la población no importa, sino solamente como un callado adherente a las políticas gubernamentales.

Los beneficiarios son los amigos de la burocracia tecnócrata, que con una miopía aberrante, esgrimen las justificaciones al aumento de los combustibles, con un ojo puesto en el mercado de hidrocarburos del sureste de Estados Unidos y los programas sociales que dicen defender patrióticamente. Sin embargo, la falta de razones para justificar el aumento de los combustibles, han desenmascarado a personajes presidenciables como el actual secretario de Hacienda, José Antonio Meade.

La primera reacción del secretario transexenal fue afirmar que los nuevos precios eran competitivos, pero no aclaró para quién; si para el mercado exportador, para la población en general, para el gobierno, o para los pocos megamillonarios nacionales. Concedamos que, como afirma Meade, nos encontramos entre los 40 países con la gasolina más barata; esto no es un consuelo para los consumidores mexicanos quienes, de acuerdo a la revista Proceso No. 2096, apenas alcanzaríamos a comprar 4.53 litros con el salario mínimo vigente en el país. Mientras en países como Estados Unidos o Canadá, nuestros “socios” comerciales, alcanzan 86.57 y 71.91 litros por salario mínimo diario, respectivamente.

Debemos recordar que el comportamiento del nivel de ingreso para los trabajadores mexicanos en las últimas tres décadas ha sido de una interminable caída del poder adquisitivo, además de ocupar el nada honroso último lugar en crecimiento del salario en la primera década del siglo XXI.
Pero, donde el argumento del secretario de Hacienda se vuelve cínico en forma grosera, es cuando repite el mantra de que era la mejor alternativa, y que de no hacerlo, se hubieran sacrificado los programas sociales. Ante Denise Maerker (10 en punto, 4 de enero) aceptó el mismo secretario que siempre existen alternativas, no obstante se eligió el camino más tortuoso para población. Ahora bien, la perla más detestable de la retórica de José Antonio Meade fue: que corrían peligro de quedarse sin recursos los programas sociales. Nadie puede negar que los programas asistencialistas del gobierno federal han servido de paliativo contra la pobreza; también nadie puede negar, que estas coberturas sociales son utilizadas para la compra de votos, en especial en un año electoral en entidades federativas tan importantes como el Estado de México y Coahuila.

Este shock económico provocado por la clase política, está inscrito dentro de la estrategia de privatización total de Petróleos Mexicanos, así como en la desafección completa de compañías estratégicas como la Comisión Federal de Electricidad, todo ello sobre las costillas de los consumidores, condenándoles a financiar las inversiones en infraestructura, que por negligencia o desgano, el gobierno federal a través de Pemex, dejó de realizar por décadas.

 

 

 

15diario.com