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2271 9 Enero 2017

 

 

¡Abajo el gasolinazo! ¡Fuera Peña Nieto!
Daniel Salazar M.

 

Monterrey.- Como se preveía, el inicio de 2017 no ha hecho sino profundizar una crisis política y social de gran calado que viene gestándose desde hace años. El reciente incremento al precio de los combustibles y su esperado efecto inflacionario –en especial para productos de primera necesidad– no sólo atrofian aún más la economía popular golpeada por décadas de privatizaciones y políticas anti populares, sino que muestran ahora, en el plano económico, la crisis de régimen por la que atraviesa el país y el cinismo draconiano del Estado mexicano.

México recibe el nuevo año en medio de una auténtica revuelta popular espontánea; un periodo que asegura luchas sociales y donde, como en otros momentos, la victoria puede, si bien no fácilmente, alcanzarse.

De un día para otro y con poco tiempo de anticipación, el precio de la gasolina se incrementó hasta en un 20%. Esta medida, surrealistamente, ha sido defendida por el régimen como “una decisión difícil, que, de no hacerla, tendría consecuencias mayores para la estabilidad económica”. Al mismo tiempo, como se estipula en la reforma energética del “Pacto por México” (PRI-PAN-PRD), los precios del combustible se estarán liberalizando paulatinamente mientras PEMEX va perdiendo progresivamente la exclusividad en la distribución de gasolina frente a filiales internacionales, quienes, llegado el momento, podrán ofrecer precios menores y así terminar de poner el último clavo en el ataúd de Petróleos Mexicanos y de la soberanía nacional.

El régimen, empero, insiste en que el gasolinazo se debe a “factores externos”, supuestamente por incrementos en el precio internacional de las gasolinas En consecuencia, según la lógica del gobierno, hay que subir los precios. El cuento oficial olvida que el ligero incremento en los precios de los combustibles, viene siendo apenas el repunte después de una de las caídas más estrepitosas en los precios internacionales del petróleo crudo, gasolinas, gas, minerales y otras materias primas. Cuando este fenómeno sucedía, en los dos años anteriores, los precios de las gasolinas no solo no bajaron sino que los gasolinazos (en menor medida) se continuaron dando. Recuérdese a Videgaray anunciando recortes al gasto social, pero no al gasto en policía y ejército, o en mantener los privilegios de la alta burocracia.

Junto al gasolinazo, están en curso también los incrementos al gas, la electricidad y otros servicios básicos programados y votados por el Congreso a finales del año pasado. El país inicia pues, el año, sumido en el descontento y la incertidumbre. Desde el campo de golf, Peña aseguró que “no había otra forma” de tener finanzas públicas sanas… Nada dice de los escándalos de corrupción que han marcado su sexenio, ni de los desfalcos de una veintena de gobernadores y de funcionarios públicos.

Si a esto agregamos la crisis de la violencia, la constante represión a los movimientos sociales pero, sobre todo, las consecuencias de contar con una de las sociedades más desiguales del planeta --muchos pobres cada vez más pobres y pocos ricos cada vez más ricos-- se tienen los elementos para una auténtica crisis social de enorme profundidad.

Decenas de protestas chicas, medianas y grandes se realizan por todo el territorio desde el primer día del año; algunas convocadas por referentes organizados (principalmente transportistas), otras desde colectivos y asambleas plurales y otras más que surgen de forma espontánea. Estamos ante una auténtica revuelta popular, descoordinada, pero llena de descontento y enojo social, no solo contra el gasolinazo, sino viendo a éste como el corolario de una larga lista de agravios.

Algunas protestas han desembocado en acciones de saqueo (principalmente a establecimientos de grandes cadenas comerciales). Más, en una coyuntura de tal importancia, resulta central distanciarnos de cualquier teoría conspirativa o afín. Sí, es probable que en algunos lugares concretos, los saqueos hayan sido incitados por grupos corporativos afines al régimen pero, de ser así, esto no hace sino demostrar la profundidad de la crisis y la desesperación del régimen por tratar de acallar el descontento. Sería, por decir lo menos, equivocado pensar que todas las acciones de este tipo estuvieran orquestadas por maquinarias clientelares. Son, en todo caso, parte de una expresión general del descontento hasta ahora desorganizado y multiforme.

Lo que sin lugar a dudas se ha confirmado con el paso de los días, es una campaña de miedo, esa sí, promovida desde el Estado que busca generar confusión, pánico y en última instancia, desmovilización. En barrios populares del Estado de México, se ubicaron vehículos de policía voceando para imponer --de facto-- toques de queda. También circularon cuentas falsas en redes sociales promoviendo el miedo y la desmovilización...

Con todo, el clima de protesta crece cada día y así lo muestran los bloqueos carreteros en el norte del país, la expulsión de la Policía Federal en Hidalgo, la multitudinaria marcha en Monterrey, las valerosas manifestaciones en Chihuahua, Sonora, etcétera.

Desde 2014, cuando miles exigían la presentación con vida de los estudiantes de Ayotzinapa, algo se rompió en la sociedad mexicana: un descontento generalizado crece y alcanza, de forma irregular, a mayores capas de la población.

La crisis de régimen se profundiza y es nuestro deber empujar en ese sentido. Promover --por encima de las campañas de miedo-- movilizaciones, asambleas, brigadas, en fin, acciones que ayuden a organizar el descontento y canalizarlo. Esta es la única forma de tirar el gasolinazo, de echar abajo las reformas estructurales y de cambiar de raíz esta nación. El clamor es uno: ¡Abajo el gasolinazo! ¡Fuera Peña Nieto!

* Fuente: Partido Revolucionario de las y los Trabajadores (PRT).

 

 

 

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