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2272 10 Enero 2017

 

 

Entre protestas, reventadores y un gobierno a la deriva
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Los plantones masivos en la Macroplaza dejaron un sabor agridulce a quienes asistimos. Pocas veces he visto tanta gente protestar pacíficamente. Los disturbios y actos vandálicos (aislados y perfectamente identificados) fueron provocados por mercenarios. Inconcebible que el gobierno aún pague a revoltosos para desprestigiar una marcha ciudadana. 

La capacidad múltiple de videograbar a los vándalos y subirlos en tiempo real a las redes sociales, exhibió a las autoridades públicas como lo que son: enemigos y parásitos de la sociedad. Al mismo tiempo, les deshizo el plan de manchar la reputación de los protestantes. Lastimoso, por otro lado, que varios medios masivos destaquen únicamente esos actos vandálicos y desdeñen el uso irreprochable del derecho a la libertad de expresión de miles y miles de ciudadanos.

El plan del gobierno fue burdo, igual que los medios pagados para solaparlo: acabar con el debate del gasolinazo, la tenencia, el predial. Y dirigir la indignación popular a las imágenes del vandalismo y los saqueos. La misma táctica del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. ¿Así quiere acabar su sexenio Enrique Peña Nieto? ¿Ese será también el desenlace de la quimera marchita del gobierno independiente?

Lo viví, nadie me lo contó: caminado sobre la calle Padre Mier esquina con Mina, me topé con una banda de encapuchados escoltados por varias granaderas que los conducían a la Macroplaza. Ahí los encapuchados nos insultaron a los peatones, sin que los policías intervinieran.

Poco después, vi a esos mismos encapuchados blandiendo vallas y lanzándolas a los históricos vitrales del Palacio de Cantera. Un daño irreversible al patrimonio cultural del Estado, causado por el propio gobierno. El colmo. Además, fue una temeridad peligrosa: al movilizar reventadores se corre el riesgo de que el desmán se le salga de las manos a la autoridad pública.

Ahora bien, el problema de fondo de esta protesta masiva y democrática en la Macroplaza no son los evidentes reventadores, ni los aspirantes a liderazgos desangelados que no saben articular un discurso coherente, ni la catarsis del puro relajo, ni el derroche de diversos niveles de indignación desperdiciada.

El problema es la falta de enfoque ciudadano. Cada manifestante fue a cumplir su propia agenda, a expresar su propio pliego petitorio. La dispersión de consignas es el principio de la disolución de conquistas concretas. Es la marcha cívica de las masas efímeras frente a los abusos fiscales del gobierno.

¿Ventajas? La convocatoria sin cabezas visibles, mediante las redes sociales, que convierten el activismo soft en activismo presencial en contra de la incompetencia presidencial. O sea, algo es algo.

 

 

 

15diario.com