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2274 12 Enero 2017

 

 

Sexenio sin chamba
Eloy Garza González

 

Monterrey.- El sexenio pasado lo marcó Calderón con dos promesas incumplidas: acabar con el crimen organizado (uy, sí) y generar un millón de empleos (otro uy, sí). En sus sueños guajiros sería el Presidente justiciero y el mandatario del empleo. Metió la pata en ambas cosas.Lo de prometer fuentes de empleo es un mal hábito de los Jefes de Estado (¿así se dice?) mexicanos. Simplemente no están en condiciones de hacerlo.

Una gran parte del Plan Nacional de Desarrollo de Peña Nieto (la novela de ciencia ficción más aburrida de todos los tiempos) dice que abriría en estos últimos años más empleos que los dos sexenios panistas anteriores. Sonó a balandronada cantinera.

El remedio más simple para aumentar los empleos sería guardar las excavadoras y bulldozers y contratar en su lugar a trabajadores con simples palas. Basta con un solo decreto del Ejecutivo para operarse. Obvio, no faltaría el chistosos que propusiera sustituir las palas por cucharas. Así tendrían empleo más personas y las familias más ingreso para sobrellevar la inflación que sufriremos los mexicanos en el 2017, gracias a Peña Nieto.

Por supuesto mi idea es absurda. Tan absurda como la promesa del Presidente de crear más empleos, aunque sin propuesta alguna de valor. No está en sus manos. Si en vez de diseñar programas para crear empleos, se eliminara el Impuesto Sobre la Renta (por ejemplo), o cualquier otro impuesto para quitarle a la mala el dinero a los contribuyentes, el panorama sería distinto. Habría más circulante, más riqueza y (¡oh, sorpresa!) más empleo.

El progreso económico no lo consigue la casta dirigente creando más empleos sino quitando más impuestos y regulaciones. Es verdad: los puestos de trabajo van rotando con el tiempo. Los softwares para administrar restaurantes, por ejemplo, han reducido la contratación de contadores e incluso meseros, porque la función de muchos de ellos ya la cumple un soporte informático. Pero ahora los restaurantes contratan más programadores que antes. El mercado elimina empleos que ya no necesita. Es una depuración que se hace con o sin la aprobación de Peña Nieto o del Bronco.

Cuando yo nací (díganme viejo, al cabo me vale), una gran parte de los empleos eran agrícolas. Ahora el porcentaje de trabajadores del campo es mucho menor. No es un panorama necesariamente malo (aunque sí lo es y grave en muchas regiones de México). Pero también es cierto que la tecnología y la mecanización ha transformado el arado. Los empleos agrícolas han rotado de lugar y especialización.

La innovación tecnológica es un proceso lento. No va al paso de los buenos deseos del Presidente sino de las demandas del consumidor. El mercado emite señales claras para reemplazar viejas por nuevas habilidades y destrezas laborales. La desaparición de actuales empleos son también un indicador para quienes recién se integran al mercado laboral. Ya saben a cuáles carreras matricularse y a cuáles dejar por la paz.

Sin embargo, los gobiernos no tienen forma de detectar estas señales que emite el mercado. Es un tipo de información que no la obtiene un pobre burócrata por mera intuición.Hoy los empleos se dirigen al sector industrial de primera generación, a los de servicios y al empleo del conocimiento.

Pero el gobierno se desvive organizando costosas ferias del empleo, brigadas para informar las ventajas de estar bien capacitados y no sé cuántas pendejadas más. Así no se puede. Son programas no para promover el empleo útil, sino para promoverse los políticos.

Son programas con fines electorales. Carecen del mínimo espíritu emprendedor. Además, Peña Nieto sí concretó su promesa de crear empleos. Se los dio a su esposa, sus compadres y sus amigos personales. De que cumplió, cumplió.

 

 

 

15diario.com