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2276 16 Enero 2017

 

 

Una Oveja Negra al Poder
Abraham Nuncio

 

Monterrey.- Pepe Mujica es una de las grandes figuras que ha dado el ejercicio de la política en América Latina. Militante del grupo guerrillero conocido como los tupamaros, y participante en la izquierda dentro de la legalidad, se une al Frente Amplio en 1989 para actuar en la arena electoral. De esta manera se convierte en senador de la República de Uruguay y en ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca antes de que triunfara como candidato a la presidencia de este país.

En el libro que aquí resumimos, sus autores trazan una minuciosa trayectoria política de este líder insular en más de un sentido. Andrés Danza es editor general de Búsqueda, el semanario más importante de Uruguay. En su larga trayectoria ha cubierto numerosas campañas electorales y giras internacionales de varios presidentes uruguayos. Ernesto Tulbovitz es redactor de la misma publicación y ha seguido de cerca la carrera política de José Mujica desde hace más de 15 años. El libro esta enriquecido con largas citas de las entrevistas de estos periodistas con Pepe Mujica, lo cual permite al lector hacer una aproximación suficientemente clara al pensamiento del ahora ex presidente uruguayo, candidato al Premio Nobel de la Paz y uno de los líderes de la izquierda latinoamericana que ha alcanzado una gran dimensión internacional.

En Tokio, Río de Janeiro y Tramutola, pequeño pueblo de las montañas italianas del sur, el tema Pepe Mujica de pronto se convierte en parte de la charla cotidiana de unos y otros habitantes. Un personaje que siempre fue crítico del poder y afirmó que no podría ser presidente, terminó adquiriendo fama mundial bajo la piel de una especie de una oveja negra modelo de la política internacional. Solía decir, entre 2005 y un año antes de las elecciones de 2009: puede surgir algún otro pero yo no. Nos comentaba por lo bajo a nosotros: soy sapo de otro pozo. Empero, las encuestas lo contradecían.

De hecho, casi nadie en Uruguay lo veía como posible candidato y mucho menos como presidente. Todavía en 2008, el presidente Tabaré Vázquez le confía a Pepe que a él le gustaría que fuera el candidato a vicepresidente de Danilo Astori, entonces ministro de Economía y que ya había sido candidato a la presidencia en una ocasión anterior. “El notición” nos lo dio sonriendo. También se lo dijo a su esposa, Lucía Topolansky. Tenían casi 40 años de vivir juntos y se habían casado hacía apenas 2 años. Ella también era una tupamara. Ante “el notición”, Lucía solo comentó no muy convencida: “Hay que conversar con los compañeros.” Ambos habían sido militantes toda la vida: no sabés si la militancia se transforma en una manía, en una forma de ser, en una pasión o en todo junto. Al cabo aceptó la candidatura. Tenía los votos, la estructura, el ego y sobre todo las ganas.

El antropólogo Daniel Vidart definió a Mujica como Un Quijote con disfraz de Sancho. Pepe se ve a sí mismo como un poeta frustrado: Siempre me gustó jugar con las palabras. Es precisamente de sus palabras y de un trabajo periodístico de investigación, mismo que incluyó miles de horas de conversación con el presidente  en calidad de observadores privilegiados de muchos de sus viajes que surgió la materia prima de este libro. En lo esencial consiste en presentar a un hombre que se dice austero, no pobre, y con la libertad para vivir como un vecino cualquiera: cocina, lava los platos, hace sus compras, dona la mayor parte de su sueldo y vive en una casa de tres ambientes. Lo buscan periodistas de todo el mundo: No tengo la culpa, hablo de lo que soy y digo lo que quiero. Lo increíble es que ahora eso sea lo diferente. Esta fama internacional se la explica por la pobreza de los líderes, de los presidentes a los que sólo les importan las “pilchas” y “los votos”, y no piensan ni un poquito. Considera que La política está absolutamente divorciada de la filosofía. Yo no puedo discutir esas cosas acá. Hay políticos de los cuarenta que te dejaban pensando: los encuentro mucho más modernos que los de ahora.

​Pepe entiende que la Historia es una amalgama de causalidades y casualidades. Es mentira que la causalidad no existe. Si no hubiera estado en cana, yo no sería como soy. Sería medio culo roto. Hay que darle contenido a la aventura de la vida. Vivir con pasión y más allá de las necesidades materiales. Por eso es que yo ando liviano de equipaje. Cerca del final de su mandato nos habló con más pasión que nunca de “la honda sensualidad de vivir”. Y es cierto, sobre todo en los últimos cinco años se divirtió como loco.

​A principios de 2004, una vasculitis lo había recluido. Miren que estoy jodido en serio, decía. Así tomó juramento a Tabaré Vázquez, el primer presidente de izquierda en la historia del Uruguay, al vicepresidente y a los senadores. Sólo el triunfo del Frente Amplio, que  significó para Pepe uno de los momentos más gloriosos de su vida, había atenuado los efectos de su padecimiento. Pero ya para fines de 2007, en su condición de ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, su vasculitis había desaparecido. Y aunque decía que ya tenía “cuerda para rato” negaba que la posibilidad de ser el candidato a la presidencia pudiera ser para él. La realidad, que se teje de manera caprichosa, indicaba otra cosa. De sus días de preso político –fueron cuatro las veces que sufrió calabozo por su participación en guerrilla tupamara realizando, sobre todo, actividades de financiamiento– recuerda a un milico (militar) en la cárcel de Puerta Carretas: mirándolos a él y a otros tres de sus compañeros, les preguntó muy serio: “¿Cuántos futuros ministros irán acá?” Y su madre, Lucy Cordano, siempre pensó, desde la infancia de Mujica: “Va a llegar a presidente.” No se puede creer, yo estaba en cana y mi vieja andaba diciendo por ahí que iba a ser presidente. En su pensamiento el de ella está presente. Solía decirle en sus visitas en prisión: “Hijo, el socialismo no es posible porque el hombre es malo.”

A fines de 1985 dejó la cárcel y de inmediato se incorporó a la reorganización del Frente de Liberación Nacional, bajo el liderazgo de Raúl Sendic. Desde sus primeros días en libertad, su discurso anunciaba el que años más tarde lo llevaría a la Presidencia. Dejaba fuera todo signo de venganza y de tomar el poder con las armas en la mano. Decía que el puñado de viejos que quedaba tenía bien claro que era un palito lo que debía funcionar para que la colmena se aglomerara alrededor: no era el palito lo que importaba, por supuesto, sino la colmena.

Como lo hacen los políticos que tienen interés en conocer los problemas y demandas sociales, Mujica conocía, montado en su moto Yamaha, los barrios de Montevideo y en autobús todos los rincones del país. Y eso le valió ser elegido diputado –fue así el primer tupamaro en acceder al Parlamento– en 1994 y Senador en las elecciones de 1999. Su popularidad crecía. Una medida, entre otras que impulsaron su ascenso, fue rebajar el precio del asado, el corte de carne más popular en Uruguay, cuando era ministro.

Resolver los problemas de fuera no era más difícil que resolver los de dentro. Los tres integrantes del núcleo que tomaba las decisiones esenciales en el gobierno del Frente Amplio eran Tabaré Vázquez, el primer candidato triunfante a la Presidencia de la organización, Danilo Astori y José Mujica. En las elecciones del segundo periodo de Mujica esos problemas se vieron con mayor claridad. La fórmula era Mujica para la Presidencia y Astori para la Vicepresidencia. Las condiciones que puso Astori no las aceptó Mujica y ello dio para críticas y respuestas hirientes (sobre todo las de Mujica).

Vázquez, aunque vertió las suyas, medió en el conflicto y Astori y Mujica ganaron la elección en la segunda vuelta con 52.4 por ciento de los votos. El razonamiento de Vázquez se centraba en el 2014. Mujica debía pasarle la banda presidencial a cualquiera de ellos dos: Astori o el propio Vázquez. Se la pasó a éste.

Desde la propia transición del gobierno de Tabaré Vázquez al suyo quiso establecer marcas: austeridad, poco o ningún protocolo, acento en las políticas favorables a los pobres y una clave pragmática que lo convenció de la imposibilidad del socialismo. Algo que le dijo a Hugo Chávez, y con razón. A lo más que pudo llegar Mujica en su gobierno fue impulsar empresas económicas autogestionadas de tipo socializante. Le señalamos que no eran muchas. Respondió: sí, pero ahí está el modelo para el que lo quiera. Y es positivo. Eso cambia la cabeza.

​Dos eran los temas de mayor prioridad para Mujica: la tierra y la educación. Sobre el primero se había propuesto poblar las zonas rurales con campesinos foráneos para tornar viable al campo uruguayo. La mitad de la población del Uruguay vive en Montevideo y de la otra mitad sólo uno de cada cinco vive en la campaña. Este objetivo prácticamente no funcionó. Lo que sí consiguió, contra la opinión de Astori y el sistema judicial, fue establecer un impuesto para los grandes poseedores de más de 2 mil héctareas.

En torno a la educación pretendía  desvincular la enseñanza técnica de la formal para que los que pudieran ingresar de inmediato al mercado laboral. La resistencia fue lo mismo de adentro y de afuera. Sin embargo, se empeñó en crear alternativas. Lo hizo mediante un “golpe de Estado” a las autoridades de la enseñanza, poniendo al frente de las instituciones directrices a personas provenientes de la educación informal y técnica. La medida elevó la matrícula en la Universidad Tecnológica del Uruguay. No se sentía satisfecho pero se consolaba, junto con haber expandido, así fuese un poco, la enseñanza al interior del país. “La puta que es la enseñanza”, concluía al final de su mandato.

Si por algo se distinguió Mujica fue por sus relaciones internacionales, empezando con las de los países vecinos. Para él, la relación de mayor importancia es con Brasil, y sobre todo con Argentina. Un puente, por la protesta de la planta de celulosa que se instaló del lado uruguayo, fue objeto de un bloqueo fronterizo a lo largo de cuatro años, primero con Néstor Kirchner y luego con su esposa Cristina. En seis meses Mujica logró resolverlo. Fueron entonces varios años de gobierno en que él y la presidenta argentina sostuvieron magníficas relaciones. Al cabo terminó en un divorcio, pero el objetivo central estaba cumplido.

Otra de sus prioridades fue tener una relación que permitiera a su gobierno un orden estable con la cooperación de los milicos. Los comandantes de ahora no fueron partícipes del enfrentamiento con la guerrilla tupamara en los sesenta; pero que él hubiera sido parte de este movimiento insurgente, tanto ellos como él lo tenían presente. Mujica consideraba que los milicos juegan un rol clave. No hay que ser ingenuos. En realidad el “nunca más” de una dictadura militar es un hermoso sentimiento, pero la garantía de que realmente ocurra es que la cabeza de la oficialidad del Ejército refleje la realidad política del país, más o menos. Decía que cuando no hay unanimidad golpista el gobierno se mantiene. Y para ello, la única garantía que hay en contra de esa unanimidad golpista es la definición política distinta de los integrantes de esa oficialidad. Los del Frente Amplio tenemos que ganar militares para nosotros. Es la garantía de democracia. El Ejército está antes que el Estado, que está por la represión y para la represión. Ese es el origen. Si no estudiás Historia, no entendés nada.

Uno de los grandes y graves problemas que enfrentó, quiso resolver y sólo lo logró parcialmente fue el de la corrupción. Él se erigió, desde el primer momento, en ejemplo de austeridad: vendió la casa presidencial de Punta del Este, jamás cobró un viático por viajes al exterior, donó la mayor parte de su sueldo e impidió que al Frente Amplio fueran a dar apoyos oficiales, al menos no desde la Presidencia. La gente es jodida a veces. Dono la mayoría de mi sueldo y no logré que casi nadie del gobierno ponga un peso para las casas de los pobres. Sólo hay unas pocas excepciones. Es brutal.

Fueron de hecho los cambios en gestión e innovación del gobierno, que en relación al ahorro, los que quedarán para los libros de historia.

En cuanto a lo muy personal de su estilo, bien sea para las grandes ceremonias que para aquellas que no requieren de un riguroso protocolo, Mujica dice de sí mismo: La forma de vivir parece una pavada pero no lo es. La gente piensa que los que llegan a presidente son todos iguales y termina habiendo un descreimiento brutal en la política. Es un problema que yo trato de combatir. Ojo, yo tengo una manera de ser, pero no le reprocho a nadie que no viva como yo. La política te separa del común de la gente. Me votarán o no me votarán, pero el grueso de la gente me respeta y me quiere. Eso es porque no les refriego la Presidencia en el hocico.

Y agrega: Soy un irreverente nato. Me junto con los expresidentes y no me siento para nada en sintonía. Me miran raro. Ellos saben que no pertenezco a ese mundo. No pertenezco ahora ni voy a pertenecer nunca. Soy una excepción a la regla.

El objetivo de Mujica fue siempre desacralizar al poder, eliminar la distancia entre el jefe de Estado y la vida cotidiana de su ciudad y su país. Así es como cobró celebridad en el mundo: reivindicando la sobriedad y la República. En el concepto de republicanismo reside uno de los aspectos fundamentales de su pensamiento político. Dice: La historia de la República es la lucha por la libertad después de que empezó la etapa del sometimiento, hace bastante poco en la historia de la humanidad. Como la República viene con el marco del capitalismo, es la lucha por la libertad, por la igualdad de oportunidades. Es para sacar a los reyes y a los dueños. Pero en el concepto de República se nos meten a contrapelo temas de la sociedad de clases que nada tienen que ver con lo republicano. La definición de los republicanos es que nadie es más que nadie. Los presidentes, hasta ahora, se domesticaron a aceptar ese contrabando feudal que viene con la monarquía. Por eso aceptaron toda la parafernalia que se hallaba alrededor de ellos. El círculo, la alfombra roja, la pleitesía, todo eso no es la República. La República es igualdad y la deciden las mayorías, a las que nos debemos en cuerpo y alma.

Los gobernantes deben vivir con sobriedad, como la inmensa mayoría del pueblo que los votó. El presidente es un ciudadano como cualquier otro. Para sacar la mierda de mi casa necesito al albañil para que ponga la taza. Y no soy diferente al plomero o al albañil. ¡Qué joder! No voy arreglar nada con esto, pero a mí no me van a domesticar.

Esa concepción del ejercicio del poder la convierte en crítica incluso hacia sus propios compañeros de partido. De Tabaré Vázquez dice que “se maneja como un monarca”. Sos el presidente y pensás que estás en una categoría superior. Un conde, un marqués, un monarca. ¡No jodááás! Para mí es terrible eso.

Y es que el estilo de Tabaré se confunde más con el de los presidentes conservadores o de la derecha: Jorge María Sanguinetti y Jorge Batll del Partido Colorado y Luis Alberto Lacalle del Partido Nacional, compañero, por cierto, de Vázquez, en el Frente Amplio. Un presidente tiene que serlo y parecerlo, se dice. La paradoja es que Mujica nunca lo pareció. Y eso le ganó prestigio y credibilidad.

En su concepto de la justicia también se deslinda de otros. La justicia me tiene desencantado. Ahí se manifiesta la lucha de clases. No me vengan con la vieja vendada y todo eso como símbolo de la Justicia. Está con los ojos muy abiertos y tiene la sensibilidad en el bolsillo. ¿Dónde se vio que 400 jueces reclamen sus sueldos y se asuman como juez y parte? A mí me mata eso.

Mujica es admirador de otro Pepe, José Batlle, el principal caudillo del Partido Colorado. Su fotografía es la única figura que luce en su oficina y no es de su partido. Don Pepe fue el padre del Uruguay más lindo, del Uruguay moderno. Era más loco que yo. Bancó e impuso. “De pie, ha muerto Lenin”, escribió. ¡Qué coraje cívico, la puta madre! 

Luis Alberto Lacalle, su rival en las elecciones de 2009, describió a Mujica en una entrevista para El Espectador como un hombre muy vivo, muy inteligente y que ha leído mucho: “tiene un sustrato intelectual en lo que dice, aunque lo reviste muy hábilmente de una jerga popular, cosa que es muy hábil desde el punto de vista político”. Y en efecto, sus lecturas, sobre todo aquellas que tienen que ver con la historia y la biografía de los personajes que le han dado lenguaje y conceptos, son su segunda piel.

Rumiarlas y transformarlas en algo propio –fruto, en gran medida, de sus años de cárcel– lo hace un político pragmático, en el mejor sentido, y desde el punto de vista cultural fuera de serie. De allí sus propios referentes políticos, como José Artigas (el genearca de los Pepes uruguayos), máximo héroe de la lucha por la independencia, cuya inspiración y legado comparte con Argentina o de Juan Manuel de Rosas, el caudillo de la Confederación Argentina. Artigas es tan uruguayo como argentino. Esa es la verdad. Y para mí Rosas fue el forjador de la nacionalidad argentina. Sin Rosas, Argentina iba a terminar en cinco, seis o siete países. Él logró mantener el equilibrio.

Sus lecturas han hecho estancias que repasa con frecuencia. Por ejemplo, las memorias de Trotsky o de Churchill de las cuales recoge experiencias aplicables a sus iniciativas políticas. En torno a ese conjunto de conocimientos que llamamos cultura universal, Mujica repara en los aportes de Grecia. Los admira en la medida que admira –y en cierta forma él mismo cultiva y se formula preguntas, una práctica desde que estaba en los calabozos–la ciencia y la filosofía, pero también la antropología y la literatura. En una ocasión  recibió, como obsequio de un admirador español, un poema de Saramago sobre la vejez. No paró de leerlo como un niño manipula su juguete nuevo. “Admiro lo que dicen los buenos poetas.”

El humanismo más profundo viene por el camino de la ciencia. En última instancia la filosofía es hermana de las matemáticas y sin ciencia y sin filosofía no hay humanidad. Después de mucha lectura llegué a alguna conclusión. El hombre es gregario, social por naturaleza. El 90% de la historia del hombre arriba del planeta es en grupos; es, se puede decir, un animal socialista. El capitalismo de la historia reciente lleva a falsas generalizaciones. En la campaña hablé de los Kun Sang, un pueblo indígena africano sin propiedad privada y que trabaja pocas horas por día. Lo que pasa es que la historia hizo al hombre de una manera y su presente es otro.

Es socialista por naturaleza y ambicioso por su tiempo. El socialismo no es una panacea. Es un camino para vivir mejor a conciencia. Yo soy socialista pero no veo construible al socialismo en un país pobre y poco educado. No por ricos y educados iremos al socialismo, pero esas son las condiciones básicas porque el hombre ya nace con eso en el disco duro. Es el desarrollo de la civilización el que lo hizo capitalista.

Mujica sostuvo un diálogo más o menos cercano en el tiempo, y no sin desencuentros como el que tuvo con Cristina Kirchner casi al final de su segundo periodo, con los grandes líderes que ha dado América Latina en el último cuarto de siglo, precedidos por algunos anteriores que destacan entre sus referencias e influencias, como Juan Domingo Perón o Fidel Castro: Lula, Dilma Roussef, Hugo Chávez, Michelle Bachellet, Evo Morales, Fernando Lugo, Rafael Correa y aun el Papa Francisco, con quien tuvo una conversación de 45 minutos, que él debió dar por concluida; usualmente sólo concede unos 20 minutos, y pues a él le daba vergüenza permanecer por más tiempo. Y de los líderes fuera de América Latina, con quien hizo mejor sintonía fue con Barack Obama, el presidente de Estados Unidos.

En el futuro, Pepe Mujica ve el avance incontenible de China, que ya le come el hígado a Estados Unidos. En ese momento volteará hacia América Latina, quién sabe si teniendo a México como puente. Por ahora lamenta que la respuesta adecuada al mundo global en que vivimos no sea el de una gobernanza racional que permita dirigir los esfuerzos de toda la humanidad hacia la preservación del planeta, sus recursos, y de sí misma como especie. La naturaleza ha demostrado su grandeza. Si eliminó a los dinosaurios, ¿por qué no nos va a eliminar a nosotros?

Mujica reflexiona sobre él como viejo y sobre los que comparten esta condición. La naturaleza da a los jóvenes la pujanza, pero también la bobera. De viejo sos más débil pero ves mucho más lejos. Pone de ejemplo a Néstor.
En la Ilíada, todos esperaban la sabiduría de sus palabras. Y reflexiona también sobre la muerte, su muerte. Hay gente que no puede asumirla y muere infeliz. ¡Es brutal! Es una regla fundamental de la naturaleza y hay que incorporarla. El asunto es que hay que amar la vida que uno vive.

Cuando piense que me voy a mirar, iré a la cama y me acostaré a dormir tranquilo. Así que chau, no le doy más vueltas.

* Una oveja negra al poder. Pepe Mujica, la política de la gente; Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz; México, 2016: Pengüin Random House Grupo Editorial, 302 págs.

 

 

 

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