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2278 18 Enero 2017

 

 

Los textos de Xitlally Rivero Romero
Eligio Coronado

 

Monterrey.- Al leer el cuentario Los insectos, los aretes, los zapatos*, da la impresión (sin que esto sea necesariamente cierto) de que la obra de Xitlally Rivero Romero corresponde al universo infantil. No es que sus personajes sean niños, sino porque su enfoque es ese: historias fantásticas, desenlaces abiertos, narración reiterativa y empleo del renglón corto:

“-Buenos días. / -Buenos. /  -Buenos días. / Pero no lloro ni retrocedo. / No retrocedo. / -Buenos días. / -¿Cómo estás? / -Bien. Muchas gracias. ¿Y tú? / -Muy bien. Gracias. / Gracias. / -Qué gusto verte. / Qué gusto. / Bandera a media asta. / Buenos días. / Qué gusto verte. / Qué gusto” (p. 30-31).

Este procedimiento de acortar los renglones se utiliza para alargar los textos, pero no influye en su naturaleza, es sólo una cuestión visual. En todo caso, dinamiza su lectura. Curiosamente, la reiteración la frena (y hasta induce a su abandono).

Otro detalle a considerar son los títulos. En «Las plantas» (p. 11-12), éstas aparecen sólo en el primer párrafo y enseguida desaparecen ante el surgimiento de otra trama que merecía tener su propio nombre. Y en «Los cuervos» (p. 13-14), éstos aparecen, repentinamente, hasta el último párrafo. Lo mismo sucede en el texto que da título al libro «Los insectos, los aretes, los zapatos» (p. 54-57) en el que los zapatos se mencionan en el último renglón, casi por casualidad.

Es posible que haya una intención didáctica en estos textos, que son cuentos de desarrollo muy libre, como si estuvieran buscando constituirse primero en la mente del lector y después en la página (como hacen los cuentacuentistas).
La lógica infantil ayuda a entender algunas tramas: en «La ventana» (p. 15-17), una mujer sufre por el sabor amargo de una pastilla que se ha tomado para solidarizarse con su madre (es decir, para que ella se anime a tomarla también). Pero cuando más angustiada está, el cuento termina abruptamente con esta frase: “Una mujer llora a la mitad del parque” (p. 17). Como la protagonista está dentro de una casa (ajena, además), la óptica infantil nos hace pensar que esa mujer es ella misma, trasladada al parque para que su madre no la vea llorar.

Otras irregularidades las encontramos en el texto «Los trenes» (p. 49-51), donde hay dos tramas que pudieron ser dos cuentos. La primera trata de una reunión de trabajo y la segunda de un accidente ferroviario que es atestiguado por las protagonistas de la primera trama. Y en «El vendaval» (p. 52-53) no hay desenlace, es sólo el planteamiento de que a una muchacha se la lleva el viento: “Allá voy yo en las vueltas. / Allá voy. / En las vueltas. / Remolino aventosado, ulula el aire. / Vestido amarillo, el viento. / Mi cabello” (p. 52-53).

Por cierto, Xitlally parece tener predilección por el aire, pues «Los cuervos» y «Los pétalos» (p. 46-48) también trascurren en ese elemento.

Finalmente, en término generales, podemos calificar los textos de Xitlally (Tizayuca, Hgo., 1985) como ejercicios narrativos encaminados a convertirse en cuentos, y que su estilo es espontáneo, pues se deja llevar por su impetuosa creatividad contra todo sentido lógico.

* Xitlally Rivero Romero. Los insectos, los aretes, los zapatos. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2016. 57 pp. (Colec. Ínsula. Cuadernos de Escritura de Armas y Letras, XV.)

 

 

 

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