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2282 24 Enero 2017

 

 

Jane Jacobs, ejemplo femenino para San Pedro
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Ahora que entramos en la era de Trump, vale la pena recordar a una heroína urbana de su misma ciudad de Nueva York: Jane Jacobs. No tenemos actualmente en San Pedro una mujer como ella. En los años 50 y 60 Jane circulaba en su bicicleta por lo que entonces era un oasis populoso pero tranquilo: Washington Square. Calles donde antes se erguían viviendas industriales convertidas en recintos bohemios.

Ahí cantaba en bares montados en los sótanos, el joven Bob Dylan y un muchacho larguirucho y simpático que tocaba la guitarra y luego entró a la política, Ed Koch, que sería con el tiempo el mejor alcalde de Nueva York.

Jane, una chica pequeña y que usaba lentes gruesos, solía recalar en White House Taver, para charlar con desconocidos. Así se hizo de amigos y seguidores. Comenzaban las luchas por los derechos civiles. Los blancos anglosajones protestantes veían sublevarse a las minorías raciales. Jane trabajaba para una revista de arquitectura. Su función consistía en recorrer en bicicleta Manhattan y escribir textos citadinos, que no eran más largos que un actual post de Facebook.

En ese entonces, dominaba la vida urbana de Nueva York, el planificador Robert Moses, que se había propuesto arrebatar a las clases bajas sus viviendas para construir enormes edificios de condominios. Había marcado para siempre la ciudad con grandes ejes viales, a fin de abrir arterias viales a los vehículos de motor. Esa era la visión de Moses que operó por muchas décadas desde su búnker en Randall Island, en el East River.

A esa visión de ciudad vehicular, se opuso una mujer sin estudios, desconocida, sin contactos de altos vuelos, con el simple poder de su pluma: Jane Jacobs. La chica veía desde su buhardilla del 555 de Hudson Street lo que consideraba un “ballet callejero”. Entre ambos urbanistas, Moses y Jacobs, se levantó un muro gigantesco de diferencias. Para empezar, ella se oponía a la planificación urbana de Moses, porque privilegiaba el carro a las personas y porque el urbanista construía espacios verdes por donde no paseaban más que delincuentes y perros callejeros. Jane se oponía al cierre de los pequeños comercios Mom&Pop, es decir, los establecimientos familiares, barridos por los grandes almacenes.

El muro entre ambos urbanistas se fue haciendo más grueso y alto. Moses entraba en un delirio constructor cuyos símbolos eran el Lincoln Center, el puente Verrazano y el rascacielos que alberga a la ONU. Jane consideraba que su enemigo destruía la vida urbana tranquila, opiniones divergentes que estallaron cuando Moses pretendió prolongar la Quinta Avenida y cambiarle el rostro a Washington Square. Ni Jane ni una multitud de ciudadanos ofendidos dejarían que su oasis fuera invadido por los automóviles. Era la protesta pública de los peatones contra los carros. No había evento público que presidiera Moses, que no fuera reventado por Jane y sus seguidores con actos de desobediencia civil.

Hace muchos años, siendo yo estudiante de la UANL, la lectura que más me deslumbró no fue una novela ni un poemario, fue el libro de Jane Jacobs, “Vida y muerte de las grandes ciudades”. Todo un manifiesto que se anticipó a las actuales protestas civiles y a la Marcha de las Mujeres contra Donald Trump. Jane fue arrestada varias veces por alterar audiencias públicas. Entretanto, Moses continuó su proyecto “La ruta de los cielos”: autopistas, túneles de seis vías que destruirían Nueva York, partiéndola como una manzana por la mitad. Las protestas públicas de Jane interrumpieron definitivamente el proyecto en 1965.

El enfrentamiento decisivo entre Moses y Jane fue un espantoso plato de espagueti urbano que el planeador urbano bautizó como Lower Manhattan Expressway, también conocido como Lomex: una autopista de diez carriles. Contra ese proyecto monstruoso, Jane movilizó pacíficamente incluso a los niños de Nueva York, a quienes se refería como “nuestros pequeños duendecitos”. La gente, como era de esperarse, se puso del lado de Jane. Moses fue finalmente relevado de sus cargos en el gobierno local por el gobernador Nelson Rockefeller y canceló el proyecto Lomex en 1971.

Jane Jacobs se convirtió en una heroína urbana; nunca dejó de trasladarse en bicicleta y cada 28 de junio, el pueblo de Nueva York dedica toda una jornada en su honor. Fue la precursora de lo que muchos defendemos como gentrificación (la conversión de un barrio deprimido en un lugar de moda bohemio y comercial, mejorando su plusvalía) y el Nimby (“Not in my backyard”) que en español significa: “no en mi patio trasero”.

 

 

 

15diario.com