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2283 25 Enero 2017

 

 

El mundo bajo la bota de Putin
Eloy Garza González

 

Monterrey.- 2017 no será, para bien o para mal, el año de Donald Trump. En su ideología nacionalista, America First, no hay trazas (por ahora) de imperialismo. Trump no quiere invadir México; quiere pegarnos un puntapié. En el nacionalismo de Vladimir Putin, en cambio, hay un afán por invadir los países que antes integraron la URSS. Su imperialismo militar (no económico, que es como ahora se entreveran las naciones) es propio del siglo XIX, la era colonial del mundo. Por eso, 2017 será el año de Vladimir Putin, zar de todas las Rusias.

La historia de Occidente oscila entre sociedades abiertas y sociedades cerradas; entre el liberalismo económico y el nacionalismo. Se supone que ahora predominan las sociedades cerradas al exterior: Narendra Mori, en India, el Brexit en Gran Bretaña, Xi Jimping, en China, que es un nacionalista marca diablo, aunque en Davos alabe hipócritamente la globalización y el libre mercado. Todos son líderes nacionalistas. Pero, con excepción de China, últimamente ya evitaban la invasión de países vecinos, al menos por la vía militar.

Sin embargo, Putin se anexionó Crimea en 2014, y amenaza con invadir Ucrania entera. Kiev ha dado la voz de alarma al mundo. En su defensa se alzó (tibiamente) la administración Obama, la ONU, la OTAN y por supuesto la Unión Europea. Instituciones y tratados internacionales sirven, entre otra cosas, para que ningún gobierno se pase de listo frente a otro. Pero ahora Donald Trump ha dicho que no respeta la ONU, que cobrará a la OTAN su patrocinio y se burló de Angela Merkel, que encabeza la ya destartalada UE.

A Putin le conviene un presidente de EUA que no le estorbe en sus intenciones imperialistas. Le conviene una OTAN desmoronada y una Unión Europea a punto del colapso. Así no tendrá a nadie que le imponga sanciones a sus afanes de expansión territorial. Por eso Putin cargó los dados en favor de Trump y en contra de Clinton (inepta para descubrir la trampa a tiempo). Por eso Putin financia al Frente Nacional Francés, y a su líder, Marine Le Pen, cuyo discurso va en contra de la UE y se deshace en halagos al mandamás de Rusia. Por eso Putin, como se especula, apoyó el Brexit. Por eso Putin manipuló una reunión entre Rusia, Turquía e Irán, para controlar la guerra intestina en Siria, donde el enviado de Trump no se atrevió a abrir la boca. Putin se apega a la máxima: divide y vencerás.

El Secretario de Estado de Trump, Rex Tillerson, ve peor el plan de construcción de islas en el Mar del Sur de China, que la anexión rusa de Crimea. Si China y EUA se neutralizan a golpes de amenazas, dejarán el camino libre a una potencia imperialista, cuyo cetro no tendrá quién se lo dispute: la Rusia de Putin. Como Trump no puede dar muestras de debilidad (por alguna extraña razón, Putin lo tiene agarrado del cuello), da muestras de aparente indiferencia.

¿Qué pasará con Putin si le levantan las sanciones por invadir Crimea, por patrocinar candidatos nacionalistas de extrema derecha en Europa, por minar la Unión Europea y la OTAN? Simple: continuará invadiendo Ucrania, después quizá Polonia y Hungría. Y quién sabe cuántos países más. No exagero. Embobado Trump con sus demagogia y su nacionalismo económico, convertirá a Putin no sólo en el hombre del año 2017, sino en el zar de la primera potencia mundial de la próxima década. La Unión Europea había cancelado los conflictos entre naciones soberanas. Ahora, esta comunidad política envejece prematuramente, herida de muerte, gracias a Putin.

El orden internacional nunca ha existido. Es un hecho. Pero en el pasado reciente al menos, había pesos y contrapesos en el mundo. Las invasiones y anexiones armadas eran conflictos superados. Putin las ha vuelto a convertir en inminente amenaza global. Es probable que el moderno zar celebre los cien años del triunfo de la Revolución Rusa en el Kremlin, el próximo 25 de octubre, con su país como gran potencia en pie de guerra, y Donald Trump a su lado, como bufón con bozal y anestesiado.

 

 

 

15diario.com